06 | Audrey

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   Oía un sonido. Parecían pasos.

   No, no eran pasos. Era algo más rítmico y natural... Algo que estallaba en mí. Reconocí entonces las palpitaciones de mi propio corazón, agitado por el pánico de la situación.

   Me levanté al instante, con mi arma en mano. No sabía qué o quién estaba fuera de la tienda para dos, pero si tuviera que escoger, esperaba que fuera un qué.

   La fiebre había bajado, me sentía algo mejor que antes, pero seguía débil. No obstante, tuve el coraje suficiente como para salir de la tienda y enfrentarme a lo que sea que estuviera acechándome. Y si tenía que morir ahora en el intento, que así sea.

—¿Quién está allí? —pregunté, sin miedo en mi voz, apuntando con el cañón al aire, esperando a que un objetivo se me pusiera delante para jalar el gatillo— ¡Vamos!

   Sólo oía el sonido del viento y el de mi corazón martillando contra mi pecho. No estaba atemorizada, sino alterada. ¿Esto sintió mi padre cuando estuvo a punto de que se lo llevaran? Él en aquél momento estaba solo, sin protección de nadie, y enfermo. Ahora era yo la que estaba sola, enferma y vulnerable.

   Nunca debí dejarlo solo. Ni siquiera debí considerarlo como opción. Hubiera encontrado otra forma de no ser porque él era muy terco e insistió en que me largara. Viejo estúpido.

   Traté de evadir la caída de las lágrimas. Pensar en mi padre me hacía pensar en mi familia, en Cat, en todos los recuerdos que tenemos juntas. No podía sensibilizarme ahora, ni en cualquier otro puto momento en este mundo que ha sido invadido por fuerzas mayores y extremas.

   Ellos se han adueñado no sólo de la Tierra y los humanos, sino de sus emociones, sus vidas pasadas, todo por lo que luchaban a diario, todas las razones para vivir. Nos han prohibido sentir, pensar, recordar. Ahora sólo nos toca intentar sobrevivir.

   El crujido de algo en el suelo me hizo volverme. Seguía apuntando a la nada con mi pistola, pero me sentía más alerta. Sabía que algo se me iba a presentar delante, y sabía que debía disparar al momento en que lo viera. Luego me atendría a las consecuencias de vivir con la culpa durante el resto de mi vida... Más bien lo que quedara de ella.

   Y entonces una mano tapó mi boca. Comencé a chillar, a removerme entre los fuertes brazos que me sujetaban, a dar patadas a la persona que me tenía. No iba a dejar que me llevaran, no dejaría que fuera así de fácil.

   Hice ademán a morder aquella gran mano. Logré tomar dos dedos con mis dientes y entonces la persona detrás de mí exclamó un jadeo de dolor y una maldición.

   Me alejé unos pocos metros y apunté al hombre con el arma con las dos manos, segura de mí misma. Podía dispararle ahora. Quería dispararle ahora. ¿Por qué no le disparaba ahora?

—¿Por qué hiciste eso? —preguntó él.

—¿Que por qué lo hice? ¡¿Quién eres?! ¡Voy a dispararte de cualquier modo, así que habla ya! —grité. Nunca me había imaginado a mí misma diciendo aquella última frase. Nunca, realmente.

—¡Hey, tranquila! —el chico alzó ambas manos en señal de inocencia— No voy a herirte. No soy uno de ellos.

—¡No confío en ti, acabas de atacarme!

Intenté atacarte. Y de igual modo tampoco pretendía atacarte. Yo creía que tú eras uno de ellos, lo lamento. Es que... No puedo confiar en nadie ya.

—Lo entiendo.

   El chico frunció su ceño.

—¿Puedes bajar tu arma?

—No —respondí. Seguía dudando.

   Él suspiró a su vez.

—Puedo comprenderlo. Si estuviera en tu lugar, tampoco lo haría.

—Entonces no deberías haberlo pedido si sabías que no tendría sentido.

—Supongo que tienes un punto —trató de reírse, pero falló. Él esperó unos segundos hasta que volvió a hablar—. Me llamo Xavier.

   Suspiré de forma tranquila. ¿Esperaba a que yo le diera mi nombre? No quería hacerlo, cuanto menos supieran de mí sería mejor.

   Así que decidí mentir.

—Me llamo Cat.

—¿Cat? ¿De Catherine, o de Cattie?

—De ninguno. Sólo Cat.

—Muy bien, Sólo Cat, ¿no tienes nadie que te esté cubriendo las espaldas? ¿No es algo arriesgado ir sola por el bosque, cuando los Rastreadores pueden encontrarte al momento?

—Debería hacerte la misma pregunta, Xavier —repuse.

—Muy lista —sonrió. ¿Por qué sonreía tanto? En tiempos de guerra como los de ahora, las sonrisas se habrían perdido—. Pero toda mi familia murió en el primer terremoto de la ciudad. Estoy solo desde entonces. ¿Y tú?

   Necesitaba mentir. Un extraño que trató de atacarme me está preguntando por mi vida personal, así que realmente tenía que mentir.

—También. En una de las inundaciones.

—No eres muy expresiva, ¿no es así, Cat?

   Inspiré.

—Tengo que irme —anuncié.

—¿Irte? ¿Adónde? No hay lugar para esconderse, Cat.

—Adónde sea —aunque lo que quise decir realmente fue adónde sea lejos de ti.

—Deberíamos permanecer unidos ahora que nos encontramos. Tendríamos más posibilidades de sobrevivir; podríamos cuidarnos nuestras espaldas, trabajar juntos.

—O más de morir —lo consideré—. Paso de la oferta.

   Xavier parpadeó, anonadado.

—Pero...

—Ya lo dije.

—Cat... No estarás de broma, ¿no? ¡No podrás sobrevivir si estás sola!

—Lo hice bastante bien hasta ahora creo yo, muchas gracias —puse los ojos en blanco—. No te necesito. No necesito a nadie a mi lado para que me proteja. Puedo cuidarme sola si es necesario.

   Xavier procesó mis palabras. Yo todavía no bajaba mi pistola.

—¿Sabes? Respetaré tu decisión —murmuró—. Pero, aun así, creo que podría servirte mi ayuda. Me marcharé.

   Asentí con la cabeza.

—Pero creo que nos volveremos a encontrar. El mundo es un lugar muy pequeño, ¿sabes? Especialmente ahora que los sobrevivientes pueden contarse con los dedos de las manos.

   Y esperaba que el número no se redujera de aquí en más.

Juego Celestial [Trilogía Trascendental #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora