26 | Audrey

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   Nunca, en toda mi vida —o al menos desde que la Invasión me había dado una nueva—, había pensado que escucharía esas dos palabras salir desde la boca de Wade. Si hubiera apostado contra ello, hubiera perdido todo el dinero que tenía ahorrado alguna vez.

   Cuando me recosté sobre el colchón de mi cuarto, él no me acompañó. Me le quedé mirando, por si las dudas, hasta que vi cómo se esfumaba en aquella nube negra llena de nieblas oscuras. Bueno, no me esperaba que hiciera otra cosa, después de todo era Wade Sullivan.

   Sin embargo, dos segundos más tarde observé cómo reaparecía junto a mi cama con un sobre de papel en sus manos.

—Esperaba a después del entrenamiento para dártelo —dijo, sentándose a mi lado y extendiendo el objeto hacia mí—, o algún momento donde estuviéramos a solas.

   Fruncí el ceño. No sabía qué es lo que estaba haciendo o tramando, y tampoco sabía si fiarme de sus palabras.

—No es una bomba, tranquilízate —sonrió—. Sólo ábrelo.

   Tragué saliva mientras asimilaba aquel papel color marrón. Su contenido parecía pesado, así que con mis dedos torpes a causa de los nervios rasgué la envoltura.

—Imposible —mascullé cuando noté lo que me parecían fotografías familiares, y un libro de los que habitaban en la estantería de mi casa.

—No supe cuál escoger, así que traje el que estaba más apartado —aclaró—. Lo mismo con las fotos. Lo de la música todavía está en proceso.

—Wade... —me había quedado sin habla, sólo podía mirar sus ojos y luego a sus regalos, sin poder creerlo— Esto... No me esperaba que lo hicieras de verdad.

—Te dije que quería ser mejor, ¿no? Se empieza con pasos de bebé.

   No pude detenerme una vez que lo hice: me lancé sobre él y rodeé con mis brazos su cuello, enterrando mi cabeza en su pecho.

   Tuve miedo de que lo tomara mal, y había comenzado a echarme atrás, pero entonces él me apretó contra sí con sus enormes brazos alrededor de mi cintura.

—¿Estás llorando? —él murmuró.

   Lo hacía.

—Lo siento, pero... Pensé que era todo un juego, eso aceptar mis pedidos... Realmente me has sorprendido hoy.

   Él me apartó un poco la cara de su torso para mirarme mejor.

—Merezco que desconfíes de mis acciones y palabras, ¿qué va? Soy uno de tantos hijos del diablo, era evidente. Pero si es verdad que te he causado una buena impresión hoy, supongo que el resto lo hará el tiempo.

—Si es que no muero antes, en la prueba —suspiré.

—Tú no vas a morir en la prueba, ni en la guerra, ni nunca.

—No puedes estar seguro —sacudí la cabeza.

—Claro que puedo.

   Los oscuros y profundos ojos de Wade me miraban como si estuvieran analizando cada uno de mis secretos más profundos, esos que no pronunciaría en voz alta nunca, ni siquiera incluso aunque me pagaran por hacerlo.

   Me sentí desnuda ante su mirada por primera vez.

   Los dedos de su mano derecha vagaron hasta mi cintura.

—Sólo tienes que saber qué botones tocar —murmuró al respirar el mismo aire que yo.

—¿Wade...? —pregunté en un susurro. Alrededor sólo había silencio, y estábamos solos, y los pensamientos de Wade Sullivan estaban hechos un desastre masivo.

—Está bien —respondió—, lo está.

   Sus dos manos se colocaron en mi cintura y me llevaron contra su cuerpo, poniéndome sobre él a horcajadas.

   En mi defensa, no sabía qué diablos estaba ocurriendo.

—Wade, a ti no te...

—Cambié de opinión —contestó, tajante, antes de que pudiera finalizar mi oración.

   Su pulgar recorrió mi mejilla, de arriba a abajo, y con su mano me acercó mi rostro al suyo despacio, casi rozando la perfección y delicadeza.

—Me equivocaba al pensar que Gwen era la mujer más sexy del universo —susurró—. Odiará escuchar que una humana la supera.

   Y entonces, juntó su boca contra la mía en un beso mucho más desesperado del que había imaginado.

   Tuve que corresponderle, algo en mí me empujó a hacerlo. Al besarlo comenzaba a sentir diferentes emociones: tentación, lujuria, necesidad de más; no me sorprendía demasiado tomando en cuenta en qué mitad me encontraba.

   Mi respiración empezaba a alterarse, los latidos de mi corazón se volvían locos dentro de mi caja torácica, los estremecimientos eran cada vez más frecuentes y la sangre se me helaba cada dos minutos.

   Consecuencias de besar a un demonio, pensé.

—Wade... —pedí en un jadeo.

   Pero él no me escuchó. Y, de hecho, no sabía si quería que lo hiciera.

   Fue entonces cuando oí cómo sus alas se desplegaban a nuestro alrededor. Alcé un poco la vista mientras él dejaba un rastro de besos en mi cuello.

   Las alas de Wade Sullivan eran majestuosas.

   Mis manos fueron a la nuca del chico y lo obligué a elevar su cabeza para que pudiera encontrar sus labios nuevamente. Cuando lo hice, no pude detenerme.

   Wade se puso de pie, conmigo encima, y mientras me besaba nos encontramos con una de las paredes.

—Aquí no —fue lo que susurró contra mi boca.

   Supe que no me encontraba más en mi habitación por el hecho de sentir el mareo típico y las ganas de vomitar.

   Nos aparecimos en otro cuarto, mucho más diferente al mío, y automáticamente él retomó su actividad.

   Sentí que nos depositaba en algo suave. Con una mano recorrí nuestro alrededor: sábanas de algodón. Y las encerré en un puño cuando Wade me besó y a la vez subió sus dedos por dentro de mi blusa, con un contacto frío.

   Fue entonces cuando, al azar, una imagen de Catherine se presentó en mi mente; petrificándome totalmente.

   Allí me detuve.

—Wade, para.

   Y ahora sí escuchó.

   Me miró por un par de segundos solamente, y dijo:

—Te llevaré a tu cuarto.

Juego Celestial [Trilogía Trascendental #1]Where stories live. Discover now