20 | Audrey

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   —¿Así que trataste de suicidarte? No me sorprende.

   Una mujer, rubia y bastante hermosa, me habló mientras golpeaba el saco de boxeo en el cuarto de entrenamientos.

—¿Quién demonios eres? —pregunté mientras seguía golpeando a esa cosa.

—Un poco más de respeto no te vendría mal, Audrey. He oído que eres una malhablada de las mejores, y eso conmigo no va —al ver que no me detenía, tomó el saco y lo apartó de mí.

—¡Estaba usando esa cosa! —me quejé.

—Me llamo Gwen.

—¿Y eso qué? No eres Repudiada, lo sé porque pasas bastante tiempo con Wade allá en las bancas.

—Bastante observadora —señaló ella—. Ahora entiendo de lo que habla Wade cuando dice que tú pasarás la prueba. Aunque sigo creyendo que se equivoca tremendamente.

—No me importa lo que creas tú —le arrebaté el saco de boxeo de las manos y proseguí con mi entrenamiento de golpes.

—¿Y qué es lo que te importa? ¿Lo que piense Wade de ti?

—Para nada: me importa lo que crea yo misma. Si yo creo que puedo hacerlo, terminaré por lograrlo.

—Qué independiente... Y estúpida.

   Me detuve en seco y la miré arqueando una ceja.

—¿Disculpa?

—Te ves totalmente ridícula diciendo que lograrás pasar la prueba. Mírate: sigues siendo la misma escuálida que apareció por aquí la primera vez, sólo le has ganado a un par de los tuyos por pura suerte, y porque estoy segura de que Wade se las apañó para dejarte ganar alguna que otra vez. Sigues siendo la misma humana inmunda que siempre has sido, y no podrás cambiarlo nunca. El hedor que desprende tu sangre es asqueroso.

—¿Hedor de mi sangre? ¿De qué mierda hablas?

—Ah, claro. Lo siento, no me presenté correctamente: soy Gwen, la sanguinaria. Al menos ese es el apodo que me pusieron aquí en la Tierra; soy conocida por llevar al extremo a los Repudiados. Es muy divertido, pero una lástima que te lo pierdas simplemente porque le perteneces a Wade.

—No le pertenezco a nadie.

—No estaría tan seguro de ello —la voz de Wade entró en escena, posicionándose a mi lado—. ¿Qué haces, Gwen? ¿No tienes Repudiados que extorsionar?

—Es que ya me aburrieron, Wade —hizo una clase de puchero con sus labios y quise vomitar—. ¿Vienes a jugar conmigo?

—Quizá más tarde. Ahora debo trabajar.

—Te estás volviendo cada vez más aburrido, Wade Sullivan... No me molestaría culparla a ella... —decía Gwen mientras se alejaba unos pasos de nosotros.

—Está totalmente loca —mascullé mientras volvía a golpear el saco—. ¿Gwen la sanguinaria? ¿Qué carajos es eso? Suena como una mala película de terror.

—Es verdad, sin embargo —Wade me observaba mientras hacía lo mío con mis puños—: desde que llegó al planeta, se ha encargado de hacer las suyas con los Repudiados. Ha llegado al punto de reconocer el olor de la sangre de ellos de tantas masacres que cometió desde entonces.

—Repugnante —argumenté.

—Tolerable —contradijo él, sosteniendo el saco de boxeo—, hasta que el jefe le prohibió seguir desangrando a más humanos. Los necesitábamos vivos para traerlos aquí.

—¿Y tú te acuestas con ella? —sacudí la cabeza.

   Él alejó el saco de boxeo de la sorpresa. Supongo que no esperaba que lo supiera.

—No, de hecho —respondió a mi pensamiento—. ¿Cómo?

—Soy una chica, y por mucho que deteste estar aquí, sigo teniendo el sexto sentido de una chica. Hubo señales.

   Arqueó una ceja, como si esperara más explicación.

—Hubo un momento donde habló de ti en nuestra pequeña conversación con un tono de celos. No fue difícil hacer el cálculo —suspiré.

—¿Sabes que puedes hacer con ese sexto sentido? Anticipar movimientos enemigos en una pelea.

—¿Todo lo que haces es pensar en tácticas para ganar la guerra? —me detuve.

—¿Qué más quieres que haga contigo? Estoy haciendo mi trabajo.

   Suspiré de la frustración. Él era muy diferente a Nathan.

   Pero entonces subió la mirada como si hubiera cometido un crimen.

—Capté eso.

—No, no lo hiciste —pensé en diez gatitos bailando al ritmo de una canción para niños que a Cat le gustaba.

—No trates de evitarme con esas escenas perturbadoras que crea tu mente —musitó entre dientes—. ¿Qué querías decir con lo de Nathan?

—Nada, Wade. Déjalo.

—Creo que no entiendes cómo funciona esto: tú debes responder cuando lo demando, quieras o no. Soy a quien le sirves por ahora.

—¿Por qué te interesa saberlo? ¡Estoy haciendo todo lo que me piden que haga aquí en contra de mi voluntad! Y tú no deberías estar leyendo el pensamiento de las personas todo el tiempo, sé que es ilegal y puedo acusarte.

—¿Con quién? No conoces a nadie superior a mí aquí.

—Ahí te equivocas —me crucé de brazos—. Y sólo porque no te lo haya dicho no significa que no sepa con lo que estamos tratando aquí.

—¿Eso qué quiere decir?

—Que, cada vez que tú ibas a la habitación de la señorita Sanguinaria y enviabas a Nathan por ti, he aprendido un par de cosas. Resulta que Nate es muchísimo más comprensivo y social que tú.

—Estás cometiendo delito, Mackenzie. No deberías socializar con ninguno que no sea yo, soy tu Rastreador.

—No lo parece, ¿sabes? Además, tú también lo cometes; Nathan me informó: debes ser tú quien se encargue de mí, no él. ¿Quieres que comience a enumerar? Bien: no debes leerle el pensamiento a las personas a menos que sea para despertarlas, por lo cual entiendo esa primera vez en mi cuarto cuando soñé contigo, no debes usar tus alas ante ningún Repudiado, cosa que hiciste dos veces frente a mí, no debes matar a golpes a una persona en un entrenamiento antes de la prueba, cosa que casi has hecho conmigo la primera vez. ¿Quieres que continúe? Porque puedo estar todo el día.

   Wade parecía querer decir algo, pero no encontraba las palabras adecuadas. Sabía que él nunca había esperado eso, por lo cual me sentía triunfante.

—Así que, yo que tú —proseguí—, comenzaría a tomar responsabilidad por un simple trabajo que es mantenerme vigilada. Y que conste que yo, una Repudiada que odias, lo está diciendo.

   Y lo siguiente que hice, fue abandonar el lugar. Después de todo, me encontraría en unos segundos.

Juego Celestial [Trilogía Trascendental #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora