16. ¿Leyenda o realidad?

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Desde ese día el chico había sentido un insistente ardor en aquella mano, como si pequeñas agujas se clavaron una y otra vez sobre su piel sin embargo, por más que la analizaba y la observaba con detalle no encontraba daños, y parecía totalmente intacta salvo por un leve tono violáceo que Alexander juzgaba debía ser por las quemaduras del incendio. ¿O tal vez no?

— El portador, ¿portador de qué? — se preguntó sibilante lanzando la interrogativa al viento y sosteniendo la mirada en la piel rojiza de su palma.

Ni el agua de la regadera que le limpiaba de la suciedad del cuerpo, podría lavar aquel dolor acuciante de su mano.

Y además ¿quién era aquella vieja en realidad?, ya no había vuelto a verla desde aquella noche.

Un golpeteo sobre la puerta lo sacó repentinamente de su ensimismamiento y desvaríos.

El chico guardó extremo silencio por unos minutos, esperando escuchar si había sido o no real el sonido, pero entonces los incesantes golpes contra la madera se hicieron perceptibles e insistentes.

Intrigado sobre quién demonios lo querría molestar tan temprano aquel día, Alex cerró la llave de la regadera y se secó levemente su tonificado y bronceado cuerpo de musculatura plana, entonces se colocó la ropa interior y sus desgastados vaqueros antes de abrir la puerta del baño.

— Que desagradable sorpresa ¿qué hacen aquí? — preguntó aburrido contemplando dos rostros idénticos bajo matas de cabello diferentes.

— Ponte primero una camisa, ¡por favor! Si continúo viéndote así vomitaré— Pidió burlesca Jennifer, colocando su cabello castaño rubio con gran esmero sobre su hombro derecho. Lauren le hizo un coro de risa burlona.

— Si tanto me deseas no tienes por qué ocultarlo, preciosa— masculló cínico Alexander, poniéndose a regañadientes una playera de botones que se ciñó a su torso con perfección— Apuesto a que me deseas mucho, dado que he de ser el único chico al que no te has tirado.

— ¿Qué insinúas estúpido? ¿Qué me revuelco con todos como loba en celo?

— No insinúo. Estoy seguro.

Una bofetada resonó en la habitación cuando la mano poco femenina de Jennifer chocó con dureza contra la mejilla del chico, pero éste solo se burló de su interlocutora.

— La verdad no peca, pero incomoda ¿cierto Jen? — preguntó con rabia contenida el chico sin dejar de mostrar aquella mueca burlona.

— ¡Mira maldito perro, tú...!

— ¡Ya es suficiente Jen! No estamos aquí para discutir por tonterías— la silenció Lauren, la de cabello castaño oscuro, y su hermana gemela paró en breve su reproche.

Alex siempre había considerado que Lauren Sylvana tenía un carácter más duro que la insípida de Jennifer, pero le resultó sorpresivo ver comprobada su teoría de que Lauren llevaba el mando de la situación siempre.

— Si estamos aquí es por el asunto que involucra a la manada, cachorrito— Explicó con indiferencia Lauren, mirando con pocos ánimos a su hermana, que se desternillaba de rabia.

— ¿De qué asunto me hablas? No comprendo— Dijo el muchacho con un tono aburrido, fingiendo no saber a lo que se refería; aunque algo en su instinto le decía de qué se trataba.

— Hablo del licántropo ajeno a nuestra manada que nos ha estado ocasionando problemas en estos días— explicó desdeñosa—, y según nos contó Valerie parece que tú sabes algo sobre eso.

Alexander se quedó ensimismado durante al menos un par de minutos y entonces razonó que, seguramente la pelirroja lo había notado pensativo cuando ella le contó acerca de eso días atrás.

EL PORTADOR 1:  El medallón perdidoWo Geschichten leben. Entdecke jetzt