7. Atormentado

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  • Dedicado a Alexander Chefcito Sánchez
                                    

Alexander notó una emoción que le era familiar cuando intentó abarcar de una sola mirada todo el edificio. Las pocas ventanas que alguna vez se habían visto iluminadas estaban sumidas en la penumbra, deshabitadas.

Al internarse en la neblina creada por el clima que imperaba en aquella parte debido a la humedad del bosque, Alex tuvo la desagradable sensación de estar traspasando un umbral al inframundo.

Al llegar frente a la puerta principal y escrutar el lóbrego pasillo a través de la verja de hierro, el chico pensó que debía haber imaginado la escena. Al acercarse vio que la entrada estaba bloqueada por la típica cinta policial de "Escena del crimen, no pasar".

Con precaución, el licántropo forzó el candado y la cadena que mantenían cerrado el barandal, y una vez que la cerradura cedió ante su magnífica fuerza el chico se abrió paso por el oscuro pasillo, hasta pasar por debajo de la cinta amarilla y entrar en el desordenado vestíbulo.

Alex no recordaba ni mucho menos aquella habitación en el modo deplorable en que se encontraba. Simplemente parecía que la casa había sido volteada patas arriba.

Los lujosos sillones de terciopelo, los taburetes y reposapiés de caoba, y el gran librero de fresno estaban volcados; montones de libros estaban esparcidos por todo el piso con hojas arrancadas y maltratadas, incluso el excéntrico candelabro titilaba escalofriante con los cristales hechos añicos.

Y si Alex no se equivocaba y estaba en lo cierto, pudo ver una mancha oscura cerca de las escaleras que parecía ser:

— ¡Sangre! Esto no lo hizo la policía—. Se dijo en un susurro poniéndose en cuclillas junto al charquillo y con dedos temblorosos, tocó el espeso líquido.

El chico se llevó el dedo impregnado directo a la nariz y lo olfateó, no tenía duda, aquella sangre era de Ximena Hargrove.

Con ahínco Alex se limpió la mancha en la bastilla del pantalón y se puso de pie.

Aunque Alexander sabía que la policía debía haber inspeccionado el edificio era obvio que aquello lo había hecho alguien más.

Por ello el teniente Teleur le había interrogado, todo aquello parecía el efecto de una persecución, un ataque, y finalmente, un asesinato.

Alex recordó entonces las palabras del kommandant:                                         

"Lo hice por evitar alarmar a la ciudadanía hasta no estar del todo seguro."

Por ello, la policía local había dicho a los periodistas que la muerte de la profesora había sido provocada por un animal salvaje, para no alterar al pueblo, y porque además no tenían demasiadas pruebas.

El chico recorrió con la mirada las manchas de sangre en el piso y vio que éstas se prolongaban, apenas perceptibles, hasta la puerta de acceso. El asesino había permitido que su víctima llegara a la salida incluso a mitad de la carretera, y parecía que entonces le había matado, haciéndolo parecer el ataque de un animal salido del bosque.

Alex lo sabía, estaba casi seguro. Un licántropo había sido el responsable, y en ese momento solo pudo sospechar de uno: su primo, Christopher Ivanov.

Mientras recorría el resto del edificio el chico lobo vio que todas las habitaciones estaban revueltas, ya fuera porque habían sido registradas por la policía, o porque el asesino había seguido a la profesora por todo el lugar para hacer más divertida la caza.

Al llegar a la lujosa cocina, en la que alguna vez él mismo había tomado una taza de café, vio que el gran cristal de la ventana estaba hecho trizas como si una gran criatura hubiera entrado por ella directamente del bosque.

EL PORTADOR 1:  El medallón perdidoOnde as histórias ganham vida. Descobre agora