10. Aberración

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— Pues sigo sin entender que mierdas pasó.

— Yo estoy igual que tú, créeme.

— Aunque mi duda más grande es, ¿por qué no abrieron el féretro para ver el cuerpo?

— Estaba destrozado Ian, ¿Qué querías, que la gente viera? ¿Pedazos?

— Puaj— Dijo tiritando el aludido— O eso o en lugar del cuerpo estaban las cenizas, tal como mi padre dijo.

— Creo que más bien estaba vacío, ¿para qué ocultarían las cenizas en el ataúd?

— Porque querían evitar escándalos, eso siempre ha dicho mi padre.

Era una mañana soleada a finales de Abril. Alex Branderburg y su mejor amigo Ian Köller, estaban sentados sobre el verde y mullido pasto del campus de la Titans W., en su tiempo de receso.

Discutían sobre el asunto aprovechando la ausencia de Ángela, quién se había apartado e ido con las chicas.

— ¿Y Ángela qué dice?

— Pues nada, solo está consternada. Igual que todos.

— Fue una tragedia poco ordinaria— Sentenció el pequeño Ian cambiando los pies de posición—, dos muertes en una sola semana.

— Y que muertes, eh— Dijo Alex haciendo una mueca de disgusto— Y lo más confuso es lo que sucedió con la señorita Rose.

Ian solo asintió con la cabeza, con la mirada perdida.

Habían pasado ya más de dos semanas desde que el pequeño pueblo de Moonsville se viera conmocionado por la tragedia.

Primero, la profesora Ximena Hargrove, de escasos veinticinco años y con una carrera por delante, había sido aparentemente asesinada; segundo, la señorita Rose Cattermole, la enfermera del instituto se había volado los sesos después de atentar contra la vida del alcalde en pleno funeral; y finalmente tal como había dicho el pastor Podosky en su discurso: "La oscuridad parecía rondar en el pueblo".

— Actuaste cómo un héroe al salvar la vida del alcalde— Susurró Ian con una media sonrisa a su amigo.

Alex puso los ojos en blanco, parecía que el esmirriado Ian aún no lo superaba.

— ¡Por Dios Ian!, ¿crees que fue un acto de heroísmo?, fue solo un reflejo. Y además...— Agregó el chico exasperado—, no es mi culpa que ahora muchas chicas anden tras de mí por creerme un héroe.

— Ay por favor, como si eso te fuera a molestar— Puntualizó irónicamente el chico moreno—, aunque veo que tu sin embargo, solo tienes ojos para la rubia.

Alex asintió, sonriendo avergonzado. A Ian no podía ocultárselo.

— En efecto amigo, lástima que sea tan... inalcanzable— Dijo Alex por no decir "prohibida".

— ¿Ahora quién dramatiza? — Se burló el pequeño Ian— No seas ridículo, solo lánzate y ya.  

En ese momento un balón de soccer golpeó fuertemente la nuca de Alexander y éste reaccionó instintivamente, poniéndose de pie enfurecido. Era su instinto.

— Disculpa, yo... Ah eres tú. ¿No sabes parar un balón Branderburg?

Una sonora carcajada estalló en el campus, todos los miembros del equipo de fútbol del instituto se reían de Alex.

— Veo porque no estás en el equipo, eres demasiado torpe— Se burló Edgar Faciell girando presuntuosamente el balón entre sus manos.

— Mejor lárgate antes de que te arrepientas— Refunfuñó Alexander con la cara crispada de rabia y los puños apretados. Sentía que si aquel estúpido tipo seguía molestándolo perdería el control.

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