5. Primer indicio

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  • Dedicated to Sagrario Arias
                                    

En realidad no ocurrió lo que Alexander esperaba.

La semana transcurrió lentamente, tal como  el fastidioso tic-tac constante de un enorme reloj de péndulo.

Durante los últimos tres días, Alex no se atrevió a hablar con Ángela; pobremente le saludaba, casi al punto de fingir que no la conocía.

Por las noches las viejas pesadillas del chico volvieron a agobiarle, aunque algo cambió pues a la muerte de sus padres se sumaba ahora el rostro de la chica nueva, gritando horrorizada al darse cuenta del peligroso monstruo que era él.

Alex incluso llegó a pensar que no hablarle, era propicio para poder mantenerla a salvo.

Favorablemente para él en la clase de matemáticas –la única que compartía con Ángela-, ya no habían trabajado en equipo, haciéndole la tarea de evitarla más sencilla.

Por otro lado, Ian volvió a hablarle tras haber solucionado la disputa por su discrepancia de creencias, y todo pareció volver a la normalidad, o al menos, a una normalidad típica entre ellos.

 Más aun así, la semana se tornó un verdadero suplicio para Alex, tanto que para el jueves ya no estaba muy seguro de lograr distanciarse de Ángela para siempre.

Esa razón provocó que para el fin de semana, Alexander cambiara súbitamente de opinión.

Teniendo en cuenta que con haberle hablado una sola vez había puesto en un riesgo inminente a la hermosa chica rubia, el joven Branderburg dispuso volver a dirigirle la palabra.

El egoísmo de sus propios pensamientos, no sería motivo para resistirse a ella.

Para el viernes, Alexander Branderburg se levantó con más ánimos de los que había sentido durante aquella semana; y no se quejó del día antes de que comenzara.

No obstante no dejó de sentir un extraño vacío, como si algo le faltara.

Esa mañana, la luna del espejo recibió al chico con una mirada de reproche. Sus ojos de un color café caramelo inyectados en sangre, y su rostro tan descomunalmente pálido, le hacían lucir como un zombi.

El chico desvió la mirada del espejo, y miró por la ventana abierta.

La imagen le pareció emblemáticamente una pintura al óleo.

Desde su habitación, podía vislumbrar con claridad entre un ramillete de hojas de árboles, las polvorientas y viejas ruinas del esplendoroso núcleo de Moonsville.

Restos de ceniza se arremolinaban con el susurro del viento aún hoy en día, en el gran claro segado por la hierba que había crecido desmedidamente durante un siglo entero.

Los restos del magnífico castillo Valmoont, lucían siniestros a distancia.

Alexander cerró los ojos, viendo en su negrura los recuerdos; llamas gigantes lamiéndolo todo, un río putrefacto lleno de cuerpos, casas destruidas, gente huyendo, un grito de lamento que resonaba en la noche.

Un leve golpeteo le obligó a regresar a su habitación.

Más allá, sobre la rama de un árbol un pájaro carpintero taladraba sin cesar sobre la dura corteza.

Aquello era lo que había atraído al principio la mirada de Alexander.

El chico cerró la ventana y salió en silencio de la habitación, al tiempo que se colocaba su chaqueta sobre los hombros. En las escaleras de mármol vio a las gemelas Sylvana discutiendo, ambas con cara de amargura.

A Alex no le sorprendió. Si había una cosa que era normal en aquella mansión, eran las constantes peleas entre las hembras de la horda.

Lauren y Jennifer Sylvana, le miraron con asco y no le mantuvieron la mirada al pasar junto a ellas.

EL PORTADOR 1:  El medallón perdidoWhere stories live. Discover now