11. Información oculta

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Luna llena.

A Alexander se le erizó la piel al pensar en lo que eso significaba.

Cacería, terror y... ¡muerte!

— ¡Maldición! —dijo el chico rezongando mientras veía como la sangre teñía de rojo el agua que se arremolinaba en el lavabo.

Tantos pensamientos y temores lo habían puesto nervioso y ahora se hallaba con un profundo corte en la barbilla, provocado por la cuchilla del rastrillo.

Con poco cuidado, el joven uso las dos manos como un recipiente para recolectar un poco del chorro de agua fría bajo el grifo, y se lo echó en la cara para quitar todo rastro de espuma para afeitar, vellos y sangre.

Luego tomó una pequeña y algodonosa toalla color crema y se secó rudamente la cara. Mientras lo hacía se miró al espejo y vio como la pequeña herida cerraba, cicatrizaba y se desvanecía con rapidez.

— Bueno, al menos hay ventajas de ser lo que soy; un licántropo, ni más ni menos— Susurró fervoroso a su reflejo.

Alexander salió del lujoso cuarto de baño, y mientras se ponía la chaqueta de cuero negro leyó de nuevo el texto que le había llegado hacía una hora, -el mensaje era breve, pero conciso-: "Encuéntrame en la plaza en una hora. Ángela M."

El chico no entendía por qué siempre que leía, escuchaba o decía el nombre de la chica nueva, un ligero escalofrío le recorría la espalda, como si todos sus sentidos chocaran entre sí.

— Qué ridículo— dijo el chaval guardando el celular en el bolsillo de sus jeans negros a la vez que salía de la pieza— Ok, ya ha pasado una hora.

Alex bajó los escalones de dos en dos, descendiendo por los rellanos inferiores hasta llegar al vestíbulo alfombrado.

— ¿Qué no te ha dicho Kat que no salieras hoy? — Preguntó una molesta vocecilla detrás de él. Aún sin girarse sabía a quién le pertenecía.

— Vaya Valerie, cada día que pasa te pareces más a Ella y me comienzas a simpatizar menos, eres bastante irritante.

— Simpatizarte no es mi prioridad, además no hace ni una hora que te encontré flirteando con Ella, así que tu aversión me parece una hipocresía.

— Ella fue quién flirteó conmigo metiéndose a mi habitación— Se defendió el chico dándole aún la espalda a la pelirroja— Y si quieres saber, sí, saldré con o sin autorización.

— Solo espero que Ella no se dé cuenta, o de lo contrario no me imagino que podría hacer contigo— susurró Valerie sonriendo, como si en su mente imaginara la situación.

— ¡Qué compadecida eres! Pero no necesito tu lástima— Respondió Alex y aún sin voltear a ver a su compañera salió de la mansión.

Hacía tan solo una hora, todas sus terminaciones nerviosas habían cobrado vida propia al contacto físico de Katherine, no obstante ahora aunque seguía sintiendo excitación, el efecto de las feromonas ya estaba pasando, sobre todo después de haber escuchado la noticia de la cacería y de la luna llena de esa noche.

El viaje de ida hacia la plaza de Van Kärden transcurrió en silencio; Alex miraba por el parabrisas de su Bettle rojo al ruidoso tráfico alemán, negándose a pensar.

Cuando arribó al estacionamiento del Jagër Wölfe dejó el auto y tomó el ticket del dispensador, saliendo a la calle Empire Street.

Si había una cosa buena de aquel supermercado, era que el estacionamiento era público y no exclusivo, por lo que podías dejar tu coche en el lugar sin necesidad de comprar mercancía en el lujoso Jagër Wölfe.

EL PORTADOR 1:  El medallón perdidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora