13. Baile Siniestro (Parte I)

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Cuando Alexander despertó a la mañana siguiente había en el ambiente una definitiva sensación de abatimiento, culpa y duda. Una copiosa lluvia salpicaba contra la ventana mientras él se ponía los vaqueros y una sudadera.

Con cierta inquietud el chico abrió el último cajón del buró, pero lo dejó por la paz, no deseaba releer lo de la noche anterior.

El chico no conseguía superar los recuerdos; el asunto de anoche solo había sido la mecha que encendió todas sus preocupaciones alguna vez olvidadas: la muerte de sus padres, el sacrificio de su hermano y la maldita Deuda di Vida hacía con su tía volvieron a hacerse presentes en su memoria de un modo tan latente como habían estado unas semanas atrás, antes de que ella llegara a su vida. Sí, Ángela Miller había cambiado su mundo totalmente.

Justo el día en que la había contemplado por vez primera en medio de la oscuridad de Saint's Church, la vida de Alex Branderburg había dado un giro y tomado otro rumbo, aquella chica era lo más cercano a la felicidad que el pobre muchacho jamás había experimentado.

Él la quería de un modo intenso y apremiante, y sin embargo ya no sabía que creer.

¿Era posible que su hermosa Ángela le ocultara un gran secreto? ¿O eran todas meras coincidencias?

En medio de la confusión el chico se permitió una mueca irónica. ¿Pero qué idioteces pensaba? Hablaba de secretos cuando él tenía un secreto más oscuro y aterrador oculto bajo una máscara.

— Todos tenemos secretos, no hay una sola persona que no guarde secretos, por insignificantes que sean— se dijo en un susurro el chico dejando de sonreír.

— Sea como sea— pensó colocándose la capucha y saliendo de la mansión— Confío en que Ángela Miller tenga una buena explicación.

El viaje de ida al instituto transcurrió en silencio, ni siquiera las apesadumbradas e inquietantes preguntas que se hacía invadieron la cabeza del muchacho. Intentaba focalizarse; mantener la mente en blanco.

Era un día gris y deprimente. La despejada y fría noche de luna llena anterior había dejado terribles secuelas a su paso.

La lluvia tamborileaba al caer sobre el capote de su Bettle rojo, mientras un humo negro se alzaba de chimeneas encendidas por el clima y manchaban un cielo ya completamente gris.

Alexander agachó los hombros y se unió al corro de estudiantes que avanzaban hacia el edificio de la universidad. Gotas de lluvia le pincharon en la cara y en las manos como heladas agujas y sintió los vaqueros mojados por la lluvia.

— ¿Cómo nos hacen venir a la escuela con este clima? Es de pésimo mal gusto.

La voz empalagosa de Mary Köller sacó al joven de su ensoñación.

— Te apuesto a que aún con "este clima" es importante que vengamos— le respondió enfadado un chico moreno a su lado, cuyo cabello estaba húmedo y embarrado sobre la frente.

— Dios santo Ian por eso no se te quita lo teto— Chistó enfadada la vanidosa chica y avanzó con más prisa empujando el hombro de Alex al pasar por su lado. Al parecer Mary no había perdonado al chico por haber negado el número de Rubén hacía unos días.

— Hey, Alex ¿cómo te va?

Alexander levantó la mirada cuando el pequeño Ian entraba al vestíbulo seco y caliente, pisándole los talones. Vio la sonrisa del recién llegado y él también sonrió. Aunque no le apetecía demasiado.

La característica que más admiraba el chico de su amigo Ian era que éste disfrutaba enormemente de cualquier situación por pesada que fuera.

— Bien, creo— Resopló con una sonrisa fingida.

EL PORTADOR 1:  El medallón perdidoWhere stories live. Discover now