Epílogo.

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Siento como alguien toca mi espalda y la besa, subiendo hasta mi cuello, donde allí comienza a succionar parte de mi piel, mientras deja cortos besos. Sé que es él, y me encanta que haga esas cosas para despertarme.

— Bebé, despierta — habla en mi oído, mordiendo el lóbulo de mi oreja. — Ya son las diez y media, preciosa — tomo el almohadón que tengo a mi lado, y tapo mi cara.

Tengo demasiado sueño, ya que ayer a la noche Andy y yo, pues.. estuvimos haciendo de lo nuestro. Y no me mal entiendan. Amo hacer el amor con él, podría hacerlo todo el día, pero me deja totalmente agotada, así que es su culpa que ahora no pueda despertarme.

— Cinco minutos más, por favor — digo casi en un susurro, aún sin abrir los ojos. Escucho la risa de Andrew.

— Dijiste eso hace media hora, amor — continúa riendo, y por fin logro abrir un ojo. — Vamos, despiértate. Eres una foca durmiendo, Cath — volteo para mirarlo por lo que dijo, y él alza sus manos en son de paz.

— Te golpearía, pero eres muy hermoso y no quiero arruinar tu perfecto rostro — carcajea. Estiro mis brazos para lograr desperezarme.

Andrew me hace cosquillas debajo de las axilas y estallo en risas, porque sabe que ese es mi maldito punto débil.

Recuesta todo su cuerpo encima del mío, y pasa de hacerme cosquillas, a besarme con pasión y ternura, mientras con sus ásperas manos acaricia todo mi vientre.

— ¿Por qué me dan tantas ganas de hacerte el amor cuando estás recién despierta? — pregunta, besando mi cuello, y logra que me estremezca.

Baja hasta mi barriga y reparte abundantes besos y caricias.

— Amor, Mathew ya debe estar por despertar — digo, intentando que se detenga.

Pero no porque no me guste, todo lo contrario, me encanta que esté así pero, nuestro hijo puede despertar, y no sería nada agradable que vea esta escena con sus padres.

Andrew resopla, pero asiente con su cabeza, porque sabe que tengo razón. Vuelve a colocarse a mi lado y me coloca entre sus brazos. Y tal como si lo hubiera adivinado, no pasan ni siquiera dos minutos, cuando la puerta de nuestra habitación se abre, y por ella ingresa el hombrecito que más amo en el mundo y el que nos hace feliz hace ya cinco años; Mathew.

Así es, nuestro pequeño ya tiene cinco años. ¡Estoy tan vieja!

— ¡¡Feliz día mamá!! — grita, saltando a la cama con nosotros para abrazarme fuerte. — Te quiero mucho — da un pequeño beso en mi mejilla, llenándome de ese amor que me hace tanto bien.

LA HIJA DE JEFFREY |Andrew Lincoln| TERMINADAWhere stories live. Discover now