Capítulo ∞ 32

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32

"Sorpréndete a ti mismo todos los días con tu propio coraje."

***

DANIEL

Entramos a mi departamento y enciendo las luces junto con la calefacción. Se puede sentir la tensión que hay entre Nena y yo. Ninguno de los dos dice una sola palabra. ¿La razón por la que yo no le hablo? Porque estoy tratando de contener mi ira cada vez que observo el hematoma que hay en su rostro.

¿Qué hijo de puta le ha hecho eso?

—Siéntate en el sofá. Iré por el botiquín —le digo sin poder mirarla directamente a la cara. No quiero ver sus magulladuras.

—Daniel, no es necesa...

—Sólo ve —digo con la voz contenida.

Mis manos tiemblan y mi ceño fruncido cada vez se hace más pronunciado. Quiero destruir todo lo que esté en mi camino. No le pregunté a Macarena qué le había sucedido porque era más que obvio que la habían asaltado. En mi mente sólo está la idea de ir a buscar al responsable y darle una paliza mundial a ese idiota.

No puedo creer que existan esa clase de hombres en el mundo. Si hay algo que alcancé a aprender de mi padre es que «a las mujeres hay que respetarlas y tu tacto con ellas debe ser como el pétalo de una rosa.».

Lo primero que pensé cuando me dijo eso fue, «¡pero qué estupidez tan cursi!». Pero ahora comprendo a qué se refería.

Me lavo rápidamente las manos, tomo el botiquín y salgo del baño. Cuando llego a la sala Nena ya se encuentra sentada y tiene la mirada perdida en un punto de la habitación. Me quedo parado un momento, observándola detenidamente de arriba a abajo. Tiene los ojos rojos e hinchados. Sus labios están resecos y su cara está un poco más pálida de lo normal, a excepción del hematoma que tiene en su mejilla izquierda.

Aprieto los dientes controlando la furia que me invade y me obligo a mí mismo a caminar hasta ella y sentarme a su lado. En ese momento ella sale de su trance y me mira sin expresión alguna. Saco una pomada del botiquín y hundo uno de mis dedos en el frasco, todo esto bajo la atenta mirada de Nena. Acerco mi mano a su rostro pero ella se aleja de inmediato, con el miedo instalado en su rostro.

—No te preocupes —le susurro para tranquilizarla—. Sólo quiero curar tus heridas. Te prometo que no te haré daño.

Se acerca lentamente hasta quedar de nuevo a mi lado. Retiro con cuidado su cabello y descubro su rostro. Esparzo con extremada delicadeza la pomada sobre el hematoma. Ella se relaja ante la sensación y me deja seguir con lo mío. Me concentro sólo en su mejilla e intento no presionar mucho mis dedos contra su piel porque no quiero lastimarla más de lo que ya está.

Cuando estoy a punto de terminar, una lágrima baja por su mejilla y rápidamente la miro a los ojos con preocupación. Más y más lágrimas comienzan a salir acompañadas de pequeños sollozos. Dejo a un lado el botiquín, me limpio la mano con un pañuelo y la atraigo con cuidado a mi pecho para abrazarla. En ese instante rompe en llanto y esconde su rostro en mi pecho. Paso mi mano de arriba hacia abajo con cuidado por su espalda, viendo cómo sus hombros convulsionan por el llanto, y dejo que llore todo lo que se le de la gana. Está en todo su derecho.

Después de varios minutos su llanto se vuelve más silencioso y deja de temblar un poco. Despega su rostro de mi pecho y me mira de una manera que no sé cómo explicar, algunas lágrimas saliendo aún de sus ojos.

—Lo siento... —habla por primera vez en un susurro casi imperceptible. La miro con el ceño fruncido sin entender a qué se refiere—. Lo siento. Lo siento. Lo siento... —repite en susurros, casi como una grabación.

Cenizas de un amor olvidado © | #1Where stories live. Discover now