Capítulo ∞ 30

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30

"Las mejores vistas están después del esfuerzo."

***

DANIEL

Se podría decir que esta es nuestra primera cita oficial en Colombia, pero siendo sincero creo que lo estoy arruinando todo. No, no lo creo, estoy más que seguro que lo estoy arruinando.

—Por favor, Daniel —se queja Nena.

Yo lo único que puedo hacer es negar una y otra vez con la cabeza. Ella no puede obligarme a hacer esto.

—No pasará nada. Verás que te va a gustar.

—No, Nena. ¿Acaso no entiendes que tengo miedo? —La observo con desesperación—. ¿Cómo se te ocurre traerme a un lugar así cuando te dije que odiaba a los putos pájaros?

—Se me olvidó, ¿está bien? Lo siento —dice con exasperación.

—El daño ya está hecho. Es irreversible.

—Por Dios... —Golpea su frente con su mano y suspira de resignación—. Ya no eres un niño. Algún día tendrás que superarlo.

—Y ese día definitivamente no es hoy, cariño.

Nos encontramos frente al CAM de Cali. Nena prometió traernos a Manu y a mi en un recorrido por la ciudad y este era uno de los destinos. Hasta ahora todo me ha parecido muy distinto a Palma de Mallorca y me encanta poder visitar sitios diferentes. El problema está en que no esperaba que alguno de esos sitios estuviera repleto de palomas. Y por repleto me refiero a que hay más de cien palomas en este lugar, y no estoy exagerando.

La gente se pasea entre ellas como si nada, arrojándoles maíz y tomándose fotos en medio de ellas.

Además de en mis pesadillas, nunca en mi vida pensé encontrar un lugar con tantas palomas reunidas. Es que parece un mal chiste.

—Sólo mírame, Daniel.

Ni siquiera soy capaz de apartar mi mirada llena de pánico del centenar de pájaros frente a nosotros. Sus alargados cuellos moviéndose de manera antinatural, sus especulativos ojos, sus extrañas plumas de distintos colores.

Moriré hoy, eso seguro.

—¡Daniel! —grita Nena consiguiendo llamar mi atención finalmente—. Por enésima vez, sólo enfócate en mi.

Trago el nudo que se ha formado en mi garganta y asiento. Debo verme patético, eso lo sé, pero no puedo evitarlo. Ella extiende sus manos y yo las tomo con fuerza.

—Muy bien, cierra los ojos.

Hago lo que me pide con algo de desconfianza. Ella comienza a tirar suavemente de mi hasta que consigue que de dos pasos para luego detenerme abruptamente. Inspiro hondo y consigo seguir caminando.

—Mi papá solía traernos a mis hermanos y a mí a este lugar cuando éramos pequeños. Como no teníamos el dinero suficiente para viajar en vacaciones él nos daba un tour por los lugares más lindos de la ciudad. Nos llevaba al cerro de las tres cruces, al río Pance, a San Antonio, a la loma de Cristo Rey. Y a nosotros nos fascinaba porque de esa forma llegamos a conocer nuestra ciudad como la palma de nuestra mano. Al inicio, yo los veía como simples paseos, pero papá no los veía de esa forma. —Su historia consigue distraerme lo suficiente como para seguir caminando sin problemas—. Él no los llamaba paseos sino aventuras. Yo no entendía cuál era la diferencia. Pensaba que mi padre sólo lo decía para que sintiéramos que el momento era especial. Y no es sino ahora, después de tantos años, que llego a comprender la verdadera diferencia. El paseo es algo casual, no hay nada de emocionante en ello. ¿Pero la aventura? La aventura es de otro mundo, es una de las experiencias más maravillosas y arriesgadas.

Cenizas de un amor olvidado © | #1Where stories live. Discover now