— Tengo hambre — dice luego se peinar mi cabello.

— ¿Quieres que te prepare un sándwich? O lo que tú quieras — digo poniéndome de pie.

— Un sandwich está bien, gracias — sonrío al notar los buenos modales que la niña de tan solo siete años, tiene.

Caminamos tomadas de las manos hasta la sala de estar, donde allí se encuentran los dos hombres de la casa. Matilda se sienta junto a ellos.

— ¿Todo bien? — pregunta Andrew y asiento con la cabeza.

— Le prepararé una merienda a Matilda. ¿Arthur tú quieres algo? — el niño me mira y sonríe.

— Hazle lo mismo que a Matilda — su padre contesta al ver que su hijo demora mucho en responder. Río y camino hacia la cocina.

Saco la leche de la heladera y la pongo a calentar. Tomo el cacao y coloco un poco en cada taza. Preparo dos sándwiches y los pongo a tostar.

Aún estoy nerviosa, por más de que los niños me hayan recibido bien y sean de lo más tierno que hay, me da miedo cometer algún error con ellos y que no me quieran al lado de su padre.

Vierto un poco de leche en una taza pero por mi manos temblorosas vuelco más de la mitad en toda la mesada.

— Mierda — mascullo mientras limpio la cagada que hice.

— Hey, bebé — siento las manos de Andrew rodearme la cintura y me estremezco. Siempre hace ese efecto en mí. — Tranquila, ¿Sí? Es solo una merienda — deposita un beso en mi cabeza y termina de hacer las dos chocolatadas.

— Es que no quiero cometer ningún error con ellos, me siento muy estupida — suspiro y el vuelve a abrazarme. — Me da miedo que me rechacen o algo así — digo.

— Son niños, no van a odiarte — dice mientras acaricia mi mejilla. — A demás por como te trataron ya puedo decirte que te quieren. Matilda no invita a cualquiera a su salón de belleza — me guiña un ojo y ríe, provocando que yo haga lo mismo. — Todo va a salir bien — le creo y juntos volvemos al living.

Matilda y yo volvemos a su habitación luego de un rato. Peina mi cabello, prueba distintos peinados y hace lo que quiere con el, porque yo la dejo.

Luego de un rato Andrew nos avisa que saldremos todos juntos a un parque que hay por aquí cerca. Allí la pasamos mucho mejor que en la casa. Arthur me pide que lo acompañe a cada columpio que hay en el lugar y yo lo hago encantada.

En Londres la gente es mucho más tranquila que en Estados Unidos, digamos que solo vi a cinco personas sacarnos un par de fotos cuando estábamos en el parque. Sin embargo, si hubiéramos estado en mi país, habrían sido más de cien personas intentando capturar el momento.

Hoy es martes, y el viernes tenemos que estar de regreso en Nueva York. Andrew tiene una sesión de fotos bastante importante y yo comiendo mis clases de fotografía, así que solo nos quedaban dos días para estar aquí.
-

— Llévala a su habitación — susurra Andrew cuando entramos al departamento.

Matilda y Arthur cayeron profundamente dormidos en el momento en que subieron al auto para volver. Llevo a la pequeña a su habitación y como puedo la meto en su cama y la arropo. Andrew hace lo mismo con Arthur.

— Tus hijos son hermosos — digo luego de ponerme mi pijama, que consistía en un pantalón y remera polar - debido al frío -

— Claro que son hermosos. Mírame — guiña un ojo y hace una cara muy seductora. Río y lo golpeó con la blusa que me había sacado anteriormente.

Nos acostamos y como siempre sucede, hace casi cuatro meses, Andrew me toma de la cintura y me apega a el, colocando mi espalda en su pecho.

— Tengo muchas ganas de hacerte el amor — susurra en mi oído. Una corriente eléctrica recorre todo mi cuerpo.

— Andrew, están tus hijos en la casa, no creo que se.. — me interrumpe acercando mi trasero a su miembro, el cual ya está duro.

— Están dormidos, si despiertan vamos a escucharlos — comienza a besar mi cuello. — ¿No quieres tenerme dentro de tuyo? — me sorprendo por su vocabulario pero poco a poco me va prendiendo, hasta que me dejo llevar.

Comienzo a mover mi trasero de forma sensual, provocándole más de un gruñido. Me gira bruscamente para que lo miré y me besa apasionadamente. Sus besos son como estar en el cielo, y lo digo enserio. Sentir sus labios rozando cada parte de mi piel, como lo está haciendo ahora, o sentir sus ásperas manos recorrer delicadamente desde mi cintura hasta mis muslos, es una de las mejores cosas que alguien puede tener. 

— ¿Quieres o no? — pregunta cuando ya me tiene totalmente sumisa ante él, colocándose encima mío y escabullendo su mano por adentro de mi blusa.

— Claro que quiero. Es lo que más deseo en este momento — lo aliento a que siga y comienza a subir mi blusa, pero se detiene cuando un ruido en la puerta nos sorprende.

Un Arthur adormilado y frotándose los ojos aparece. Andrew de un salto vuelve a su lugar y yo acomodo mi remera. 

— Papá — el pequeño dice, acercándose a la cama. — ¿Puedo dormir con ustedes? — pregunta.

— Creí que ya habías dejado ese mal habitado, campeón. Los hombres de verdad duermen solos — Andrew dice, sentándose en la cama.

— Pero tú estás durmiendo con Cathy — río internamente por lo que acaba de decir y hablo.

— Claro que puedes dormir con nosotros, ven — le hago un lugar en el medio de los dos y sube rápidamente a la cama.

— Gracias Cathy — se abraza a mi y cierra los ojos para volver a dormir.

Andrew me mira de reojo y le dedico una sonrisa burlona al ver su cara de frustración en este momento. Pasa su mano por encima del cuerpo de Arthur hasta tomar la mía y entrelazarlas.

Y así, los tres juntos, nos quedamos dormidos en menos de cinco minutos.

Jamás pensé terminar durmiendo con un hombre veintidós años mayor que yo, pero menos que menos imaginé que terminaría durmiendo con sus hijos, pero de todas formas me encanta.

Amo la relación que Andrew y yo estamos formando, y lo que más deseo es que nada pueda arruinar estos momentos.

Continuará....

LA HIJA DE JEFFREY |Andrew Lincoln| TERMINADAOnde histórias criam vida. Descubra agora