50. La mujer en el hielo

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Aleshka

Miro el enorme lugar, no hay ventanas, sólo una pequeña mesa en medio con dos sillas. Avanzo, mientras Nithael, otro que estuvo en Proyecto A, me apunta con su arma. Adrik se sienta en la primera silla y me hace una señal para que yo vaya a la otra, pues es lo que hago.

—¿Puedes decirle que dejé de apuntarme? —pido.

El morocho ríe.

—Lo siento, no pienso arriesgarme.

—¿Qué quieres? —pregunto seriamente —Ya te dije que no voy a deshacerme del director.

—El director de la C.E.E.R debe morir y luego destruiremos por completo Proyecto A —Oigo por segunda vez hablar a Nithael y puedo notar su tono frío, como el mío.

—¿Por qué? —Me lo pienso —¿No ibas a vendérselo a Artur Vólkov? —Sigo mirando a Adrik.

No pienso voltear, no conozco al que me apunta. Más si es como yo, no me arriesgaría.

—Le mentí —exclama con superioridad Adrik —digamos que, tengo asuntos más importantes que atender que el dinero —Amplía su sonrisa.

—¿Cuáles? —expreso en seco, aunque debería mostrar interés, para mantener mi vida.

—Lo diré simple, la persona que tienes atrás es mi hermano ¿Lo captas? —Levanto una ceja cuando dice aquello —Parece que sí —Sonríe.

—Entiendo perfectamente, aun así no voy a ayudarte —Hago una pausa manteniendo mi rostro sin expresión —pero sácame una duda. Hiciste un trato con Vólkov, por qué, el director está aquí, en Argentina ¿cierto?

—Exactamente —Vuelve a reír —atraje a todos hasta aquí, para no jugar en su territorio —expresa con malicia —digo, para estar en igualdad de condiciones.

—¿Qué hay de Kovalev? —pregunto con interés y agrego —A él lo incluiste también ¿O me equivoco? Extrañamente, él es el único que puede hackear tu archivo.

Frunce el ceño.

—Yo sólo ayude a Aleksandr, que él haya entendido otra cosa es otro tema —Rueda los ojos —. Seguir una piernas, por favor.

Quedo confundida. Él está molesto ¿Conmigo? Porque obviamente de las piernas que se refiere, son las mías.

—No entiendo —digo de manera inocente. No lo puedo evitar, cuando no comprendo algo, parezco una niña.

Creo que fue una indirecta.

—No importa —Mueve la mano —volvamos al tema que nos compete. Pocos ven al director —Me señala —y tú eres una de ellos ¿Acaso no quieres saber de tus padres? Ayúdame y te ayudaré —expresa con confianza.

—No —digo firme.

—Pues entonces no me queda de otra —Mira el reloj de su muñeca —. Tienes una hora o morirás congelada.

—¿Cómo? —Me sorprendo.

—Ya lo verás.

Sonríe y camina hasta la puerta, Nithael lo sigue detrás. Yo me levanto de mi asiento e intento seguirlos. El chico dispara cerca de mi pie, para que no pueda avanzar. Retrocedo y cuando me percato, la puerta ya está cerrada.

Me doy cuenta de lo que Adrik dijo, cuando miro más detenidamente el lugar. Comienza a hacer frío, algo activó. Me abrazo a mí misma y mis labios tiemblan cuando lo confirmo.

—Es un frigorífico.

Lealtad Tatuada (R#4) [Lealtades #1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora