Capítulo 37

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Mis ojos se abren lentamente y trato de moverme, pero no puedo. Las cadenas que están alrededor de mi cuerpo no me dejan hacer ni el más mínimo de los movimientos.

Habían pasado horas, días e incluso semanas desde que estoy aquí. No lo sé. No había tenido nada para medir la noción del tiempo. Pero sí sabía una cosa. Las torturas eran lo que con día a día pasaba.

Seguía luchando, a pesar de todas aquellas cosas que vi en las puertas. Pero mi cuerpo comenzaba a marchitarse y debilitarse. Me había decidido a salir de aquí para remediar todos los errores que había cometido al comenzar mi castigo. No quiero ver más personas mirándome con envidia, lujuria, ira o de más. Eso ya no me importaba en absoluto. Solo quiero salir de aquí.

El anfitrión (cómo había decidido llamarle) no se había presentado por aquí desde que Nick me trajo por primera vez. Pero tenía a todo un sequito que hacían lo que él les pedía. Mientras que, Nick sigue igual de ciego y cree que sigue pensando de manera correcta, pero no es así. Solamente se deja guiar por algo que no es correcto y él lo sabe. Debe saberlo, cómo el ángel que es. Pero al parecer, no le importa.

Jadeo y trato de mantener mi respiración constante. La debilidad es una de las cosas que más recorre por mí en este momento. Ya no me importa el hecho de no tener mis poderes heredados de mi padre o que me encadenen día con día con unas cadenas que parecen que te aprietan con cada movimiento que haces, solamente quería seguir viviendo lo suficiente como para salir de aquí.

Escucho pasos acercándose rápidamente a mi celda, pero no hago movimiento alguno, sabía que, si lo hacía, las cadenas se apretarían más y eso es lo que menos quiero, están por romper mis costillas. La puerta se abre de manera brusca y siento que rompen las cadenas en dos.

—Mierda, Zoelyn. No puedes estar ni dos segundos lejos porque ya estás en problemas. —me dijo "Jessamine".

No era la primera que enviaban después de lo de las puertas. En realidad, siempre que un demonio con el aspecto de Jem venía, otra nueva tortura se implementaba en mí. Era cómo una clase de experimento y eso ya me tenía harta.

—Mejor cállate. —le digo a la copia con mala gana, mientras me separo, tratando de mantenerme de pie lo más que puedo. —Y vete de aquí antes de que te mate lenta y dolorosamente.

"Ella" se me queda mirando con la típica mirada de la chica, la cual era fría y dura. De todos los demonios que me han traído, este es quien más se parece a ella.

—Vaya, vengo por ti y es así como me recibes. —dijo ella con sarcasmo e ironía en su voz.

—Mejor dejen de tomar la forma de Jessamine. —le digo o más bien gruño. —No tienen derecho a tomar la forma de alguien que me importa.

Sin cambiar su rostro, se acercó a mí y yo me alejé.

—De verdad que te atrofiaron mucho el cerebro, princesita.

Comienzo a analizar cada una de sus palabras y luego la miro con lágrimas en mis ojos y comienzo a caminar con dificultades hacia ella.

—Jessamine... —le digo en un susurro, antes de desmallarme.

Lo último que escuché antes de quedarme completamente inconsciente fue "oh, demonios, ahora tengo que soportar con un peso muerto".

Abro los ojos del golpe y luego los cierro al ver la luz, la cual estaba lastimando mis ojos. Los vuelvo a abrir poco a poco y comienzo a observar todo lo que estaba a mi alrededor.

Mi habitación como estaba antes, mi cama y mis cosas estaban a mi alrededor. Recuerdo que fue lo que pasó antes de desmayarme y suspiro. Estaba en casa de Abel, al parecer y saber eso fue lo que me alegró por mucho el día.

La hija de LuciferDonde viven las historias. Descúbrelo ahora