Capítulo 4

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Llegamos a la casa de Abel. Era una casa bastante grande, lujosa y se notaba que allí vivía un chico.

-Linda choza, Abel.

-Ya lo sabía, Zoe —dijo estacionando su auto en la cochera.

Yo solo reí.

Ser modesto y dar gracias no es algo que a los demonios se les resalte mucho.

-Bueno Zoelyn, bienvenida a tu nuevo hogar. —dijo alzando los brazos.

-¿La cochera? —dije en tono de burla.

Él solo rió y abrió una puerta.

Del otro lado se podía apreciar una hermosa sala de estar. Las paredes de un color blanco hueso con un color café a juego. Los sofás y las mesas que los conjuntaban también eran cafés. Un candelabro colgaba del techo, haciendo que ese lugar se tornara un poco elegante. A lo lejos se podía apreciar unas escaleras en forma de espiral ancha.

Todo quedaba en perfecta sincronía con el lugar.

-Es muy hermoso.

-Y hace honor a mi pecado —dijo el con una sonrisa en el rostro.

-Mi padre estaría orgulloso si te viera.

-Gracias Zoe. -dijo el orgulloso.

-Y... ¿dónde voy a dormir?

Abel comenzó a subir las escaleras con mis maletas en la mano. Yo simplemente, lo seguí. Cuando subimos al piso superior se miraban muchas puertas.

-¿Acaso viven personas contigo?

-No, pero en las fiestas épicas de tu servidor tienen sexo drogas y alcohol.

Yo solo sonreí. Una de mis adicciones en mis entrenamientos siempre ha sido el alcohol. A papá le daba risa que siempre que estaba borracha cantaba tan fuerte como su voz cuando habla por todo el inframundo.

-Bueno Abel... deberías alojarme y hacer una de esas fiestas hoy —dije con una sonrisa en el rostro.

-Nada me gustaría más Zoelyn —dijo con una sonrisa maliciosa.

-Supongo que has oído los rumores de mis borracheras —dije con la tranquilidad del mundo posando en mí.

-Sí, así como tus pérdidas de memoria al día siguiente —dijo mientras abría una de las habitaciones.

-A todos les gusta mis pérdidas de memoria cariño —le dije mientras lo besaba corto.

Él me miró sorprendido y entró con mis maletas a mi nueva habitación.

-No besas tan mal como dicen los demás. —dijo el tranquilo.

-Y tú no eres tan arrogante como para ser demonio de la envidia —le dije dándole un coqueto guiño.

-Te gustaría darme otro, no lo niegues preciosa —dijo tomándome de la cintura.

-Ni que tuvieras tanta suerte, galán.

Le sonreí y le acaricié el pecho. Puede que no quiera perder aún mi virginidad, pero conozco cada una de las tácticas para poder seducir a todos los hombres.

Abel me apegó a su cuerpo, era demasiada cercanía entre ambos. Tanta era está cercanía que podía sentir su tonificado y perfecto cuerpo.

-Tus curvas son deseables —me dijo él a mi oído.

-Y tu cuerpo es marcado —le murmuré en su cuello y lo lamí un poco.

Creo que él lo tomó como una invitación para que él pudiera hacer lo que quisiera con mi cuerpo, porque me tumbo a la cama con él encima de mí.

La hija de LuciferDonde viven las historias. Descúbrelo ahora