Capítulo 34-Especial Historia de Victoria

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Sigo perdida en mi mente, algo que logré que pasara hace ya años, mientras camino por los pasillos, con unos enfermeros detrás de mí, del lugar donde me encerraron.

La bata azul que me llega hasta mis tobillos y la pulsera que tengo alrededor de la muñeca, me causa demasiada comezón en todo mi cuerpo, lo que hace que cause que me rasque.

Demasiadas burlas se escuchan en mi cabeza, de aquellos que me atormentan desde el pasado y hace que comience a flaquear y a ponerme de rodillas.

Ya no soporto esto. Todos los días es lo mismo. Vienen, las voces me molestan y después, cuando grito lo suficiente, me inyectan una droga que me debería de "ayudar". Siempre trato de rendirme, de dejar que mi vida se me escape de las manos, pero, una voz diferente a las otras dice que debo ser fuerte. Que todavía hay algo por lo que debo luchar. Siempre le pregunto qué es, pero nunca me responde.

Hoy he estado por quitarle una de las agujas a uno de esos chicos que me cuida en este lugar y ponerla sobre mi cuello. Pero lograron quitármela antes de que pudiera hacer algo.

La voz más gentil en mi cabeza parece decepcionada conmigo, porque no me ha hablado en todo el día y menos desde que traté de hacer eso con la aguja.

Hoy parece ser un día prometedor, con la luz dando en el rostro de todos nosotros, los que estamos aquí, mientras que nos sientan a cada uno de nosotros para darnos nuestros alimentos.

Espero paciente mente que me den la comida, o algo por el estilo, cuando siento que toman una de mis manos, la miré y por fin pude recordar todo eso que fue lo que me pasó en esta vida.

Ella se acercó de manera lenta a mí y se puso a llorar en mi regazo.

Mis ojos comenzaron a aguarse y le acaricié el cabello con dulzura y ternura.

Por fin la tenía en mis brazos. Después de 19 años tratando de buscarla y de que me la hayan arrebatado de mis manos, está por fin conmigo.

Cuando ella levanta la cara con lágrimas en sus ojos, los míos no se detuvieron al sentir esa pequeña opresión en mi pecho. Mis ojos, al igual que los de ella, comenzaron a llenarse de lágrimas poco a poco. Mi sonrisa creció y le acariciaba el cabello un poco más, dándole el cariño y amor que me guardé por mucho tiempo.

Mi hija por fin estaba conmigo.

Cierto día no más de la una de la tarde, mi hermana y yo nos paseábamos por la calle, ajenas a todo lo malo del mundo. Muy común para ser un día como cualquiera.

Mi hermana tenía el cabello color azabache, cómo mi padre, ojos azules y profundos cómo el océano; piel tan suave y dulce cómo porcelana, con una bonita figura.

Yo, por el contrario, saqué el cabello castaño rojizo de mi madre, con ojos de un color verdoso. Mi piel era un poco más áspera que la de ella, pero tenía una hermosa figura, casi cómo ella. Muchos decían, que soy incluso, aún más hermosa que mi hermana. Pero yo lo niego.

Ambas caminábamos hablándonos una a la otra con tonterías que nunca le debíamos decir a nadie. Pero nunca nos dimos cuenta de que nos seguían.

Nos atraparon en una esquina de un lugar casi abandonado, donde pasábamos todos los días para ir al trabajo. Gritamos, pataleamos y luchamos, pero todo fue inútil, ellos eran mucho más fuertes que nosotras y parecía que ese iba a ser nuestro último día con vida.

De repente, un chico de cabello pelirrojo, alto, muy bien formado y con aires misterioso apareció de la nada y logró hacerles daño a ambos hombres.

Le dimos las gracias, cómo buenas chicas y él nos sonrió y nos dio su nombre. Lucifer.

Claro que yo nunca había sido religiosa ni nada por el estilo, por lo que lo tomé como una cruel broma de su parte, por lo que le dije a mi hermana que nos alejáramos de él. Petición que me fue concedida.

La hija de LuciferDonde viven las historias. Descúbrelo ahora