34: Reencuentro (Final triste)

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Drake

Golpeé duramente contra la copa de un árbol, las ramas me golpearon muy fuerte en el rostro, hiriéndome más de lo que ya estaba, no podía ver con el ojo derecho, por la inflamación del parpado. Los golpes de aquellas ramas, no hicieron más que empeorar mi dolor, tanto que me dejé caer al suelo desde cinco metros de altura, el dolor físico era enorme, pero el dolor emocional no se le comparaba, mi madre me disparó, me dijo cosas horribles, y yo solo traté de salvarla. Lena tenía razón... ella no era mi madre, creo que solo me conservó porque me consideraba una mascota; no pude evitar dejar fluir mi tristeza, y mientras lloraba en el suelo sin poder moverme, sentí unas ligeras gotas de agua caer sobre mí, luego más y más hasta que una fría tormenta caía sobre todo el bosque.

El frio me hacía temblar, lo detestaba, y el enojo de estar empapado de agua helada, combinado con la tristeza, me hizo hacer un esfuerzo para buscar un refugió, una saliente, un árbol grande, o una cueva, lo que fuera mientras pudiera mantenerme seco. Cojeaba al caminar por los disparos en mi hombro y pata, y con la lluvia veía menos gracias a mi visión ya debilitada; lo único bueno de estar bajo la lluvia, era que mis heridas eran limpiadas por el agua, pero al mismo tiempo me provocaba más dolor.

En mi búsqueda por un lugar seco, recordaba cada cosa que me dijo mi madre, todas y cada una de las mentiras que me había dicho, pasaban una a la vez en mi mente, como si esta fuese un pequeño embudo a punto de explotar; mis emociones se juntaban cada vez más y más, convirtiendo tristeza y dolor en ira, que después de media hora de cojear entre la lluvia, me llevó a explotar. En vez de palabras, u rugido fue emitidos por mi garganta, lago y ensordecedor, seguido por una llamarada de fuego ardiente que dirigí contra los árboles, encendiéndolos a pesar de la lluvia. Cuando mi rabia ígnea dejó de fluir, miraba hacía el suelo, con la respiración irregular, observando un charco que se formó debajo de mí, mi reflejo terminó de abrirme lo ojos ante la verdad, al ver por primera vez mi reflejo con mucho más detenimiento. La forma de mi cráneo, mis dientes, mis facciones faciales, todo era característico de un dragón, no de un humano, eso era yo, un estúpido dragón que creció como la mascota de una humana, mientras creía que ella era su madre, vaya que estaba equivocado.

-Soy un idiota -dije enfocando mi único ojo funcional a mi herida en el rostro-. Al menos tendré un recordatorio de ello.

Seguí con mi camino, quería alejarme lo más posible del pueblo, evitaría el lago, mi antigua casa, cualquier lugar donde algún otro humano pudiese verme.

Después de horas de lluvia y caminata, la noche estaba apoderándose del lugar, apenas y podía ver por dónde iba, pero tuve la suerte de encontrar una cueva, de tierra, formada en un gran montículo de tierra, no era muy grande, pero al menos tendría un lugar para pasar la noche, así que entré con algo de dificultad, hasta el fondo de esta, a solo tres metros de la lluvia torrencial. Intenté abrir el ojo derecho, pero no pude hacerlo, temía perder la vista por culpa de ese disparo, pero solo me restaba esperar a que está herida sanara.

Apoyé la cabeza en el suelo, preparándome para dormir, ya había cerrado el ojo izquierdo, cuando el gruñido de mi estómago me impide quedar dormido, no había comido nada en todo el día, y con lo que me había pasado hoy se me olvido por completo. Por costumbre, pensé en salir a pedirle a mi madre algo de comer, pero eso ya no se podía, ahora tenía que valerme por mi propia cuenta, lo cual nunca había hecho; toda mi vida recibía las cosas de mi madre, y no sabía dónde conseguir comida, o como atraparla, ya que lo único que comía era carne de res y ciervo.

-Lo siento estómago, tendrás que esperar hasta mañana.

Volví a tratar de dormir, sabiendo que a partir de ahora mi vida sería muy difícil...

Drake: El secreto de Carrie Washington (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora