30: Este es mi secreto...

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Chloe

—No entiendo mamá —dijo Jay, desde el asiento trasero.

—Yo tampoco —añadió Carly, observando el libro, con una mirada desconcertante.

Estaba conduciendo, así que no podía ver por el retrovisor por mucho tiempo, así que seguí con la vista en el camino y pregunté:

— ¿Qué no entienden?

— ¿Por qué la abuela escribió esto? Es demasiado triste —contestaron ambos al unísono.

—Su abuela siempre fue amante de la literatura, y cuando Drake nos dejó escribió ese libro. Solo que la mayoría de las cosas que están allí no ocurrieron de esa forma.

— ¿Y porque la abuela puso al tío Drake como un dragón? —Preguntó Carly—, no lo hemos visto nunca, pero... ¿Por qué lo hiso?

—Porque a mi madre le gustaban los dragones en la literatura, y antes de que Drake naciera, ella le hiso un traje de dragón de color rojo, cuando nació, lo usó por mucho tiempo, y desde entonces le empezó a decir dragoncito —comenté entre risas—. Él traje le gustó tanto a tu tío, que usó uno durante años como pijama, igual hecho por nuestra madre.

—Este libro es muy divertido, pero es muy viejo —comentó Jay.

—Tiene unos veinte años —contesté—. Fue muy hermoso cuando lo leí por primera vez, no tienen idea de cuánto lloré —dije con una lagrima saliendo de mi ojo—, y tampoco de cuanto reí.

—Ojalá papá hubiese alcanzado a leerlo —dijo Carly, con una voz apagada y triste.

Me dolió escuchar eso, mi esposo, había muerto hace unas dos semanas en suiza, mi Frank, ambos nos conocimos en Dark lake dieciocho años atrás, y tres años después habían nacido mis dos hermosos hijos, con sus cabellos castaños —heredados gracias a Frank—, y sus ojos verdes —como los míos, y los de mi madre—, verlos a ambos me hacía recordarlo, mirándome con su largo cabello castaño cubriendo parte de sus oscuros ojos, sus brazos fuertes y su voz profunda, era el mejor padre del mundo, además del mejor esposo, solo hubiese querido que nunca hubiese viajado a Suiza, así no habría muerto en aquel atentado contra la embajada estadounidense.

—Yo también lo extraño —comenté—, pero al menos conocerán el lugar donde nacimos, y podremos esparcir sus cenizas.

Jay y Carly, nunca habían visitado Dark lake, y como ahora nos estábamos mudando desde california, tendrían el resto de su adolescencia para conocer mi ciudad natal, les iba a resultar hermosa, los bosques, el lago, la casa de su abuela, y además de unas cuantas sorpresas que mi madre tenía planeadas para ellos, además estaba el hecho que podría ver a otra vez a Marcus, mi hermano menor por veinte años, y a Andy, el más pequeño con dos años de edad.

La entrada al pueblo estaba adelante, podía ver los edificios de no más de tres pisos de altura, y a lo lejos algunas un poco más grandes, en quince años de ausencia muchas cosas han de haber cambiado. Al estar en la calle principal, observé negocios nuevos, otros viejos, como la pastelería del padre de Alice, que al parecer seguía siendo exitosa como siempre; pasamos junto a una tienda de electrodomésticos, la comisaría y di unas cuantas vueltas por la escuela, el supermercado, y algunos otros lugares, para que mis hijos pudieran ver el lugar.

Después de las vueltas, tomé la carretera que nos llevaba hacia mi antigua casa, estaba emocionada, así como un poco sentimental por volver después de tanto tiempo, aún más porque no estuve aquí cuando mi pequeño Lázaro falleció, pero lo bueno era, que antes lo llevamos a un refugio de animales cercano, donde tuvo varios descendientes, pero era el ciclo de la vida.

Drake: El secreto de Carrie Washington (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora