El engaño de la princesa

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Hermione no tardó ni un segundo después de hablar con su padre en correr hacia su propia habitación, ordenarle a Ingrid que la cubriese para luego tomar los polvos Flu y usarlos para adentrarse en la chimenea y así transportarse a Hogwarts. Cuando sintió que su cuerpo dejaba de girar, intentó salir al exterior pero estaba tan apurada que sus pies tropezaron y sintió que caía al suelo. Sin embargo, un par de brazos la sostuvieron de inmediato.

—Sé que te gusta estar en mis brazos, amor, pero no tienes que fingir tropezar para estarlo.

Ella se apresuró a apartarse de inmediato, lanzándole una mirada de pura molestia a Salazar Slytherin. Él sólo sonrió pícaramente.

—Ni aunque fueras el último hombre del planeta—gruñó.

—Sólo lo dices para disimular tus verdaderos deseos.

Las manos de ella se apretaron en puño en un intento de controlarse para no pegarle. Él era un maldito impertinente.

—No le hagas caso—dijo otra voz masculina.

Hermione giró y vio al hombre que había ido a ver. Que Slytherin estuviera allí sólo mejoraba la situación porque era por él que se encontraba allí.

—Nunca lo hago—le aseguró—. Pero esta vez sus acciones han llegado demasiado lejos.

Godric frunció el ceño y la contempló con curiosidad antes de girar rápidamente el rostro hacia su amigo.

— ¿Qué has hecho esta vez?

—Te prometo que me he comportado—indicó llevándose una mano al corazón.

— ¡Has mandado ayuda a Camelot!

— ¡Por todos los cielos!—exclamó el mago de la casa de las serpientes con teatralidad—Y yo que pensaba que estaba ayudando. Pero veo ahora que eres sólo una quejumbrosa princesa malagradecida.

Hermione gimió con frustración.

—No quiero decir que no esté agradecida por esto. También te agradezco por la ayuda que nos has brindado un año atrás, con el ataque del Dragón. Lo que quiero que entiendas es que con estos gestos no haces más que meterme en problemas. ¡Mi padre quiere que vaya a visitarte! ¡Incluso cree que me pedirás que me case contigo!

Él se encogió de hombros con liviandad mientras se recostaba por el escritorio de Godric.

—Puedo hacer eso—aseguró.

— ¡Pero yo no quiero casarme contigo!

—Me temo que no tienes muchas opciones...

—Salazar—Godric dijo el nombre de su amigo en tono de amenaza—, estoy seguro que recuerdas lo que hemos hablado.

—Que tú estés tan absurdamente enamorado de ella no quiere decir que me quedaré de brazos cruzados, como tú lo haces, sólo porque crees que te respeto. ¡Mira las ventajas de un enlace! Seremos intocables y podremos vengarnos de Uther de la mejor manera: teniendo a su hija.

Gryffindor perforó con la mirada a Salazar.

—Involucrar a Lady Hermione en tus planes de venganza está fuera de discusión—le dijo con absoluta frialdad—. Y si sigues insistiendo sobre el asunto me veré obligado a hacer algo al respecto.

El silencio se hizo después de aquellas palabras por un breve instante. Slytherin hizo una mueca y terminó gruñendo una maldición por lo bajo.

—Bien—dijo con molestia antes de mirar a Hermione—. Puedes quedarte tranquila, princesita, que de momento no me casaré contigo... No podrás saber de lo que te pierdes.

La Princesa de CamelotWaar verhalen tot leven komen. Ontdek het nu