Amor en tiempos de dragones (I)

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Hermione no estaba cómoda sentada allí, junto a su padre y su hermano, teniendo frente a ella a Gaius y a Merlín.

—Gaius, ha habido rumores alarmantes de las villas fronterizas—le dijo el rey al galeno—. Alguien, alguna especie de doctor, está ofreciendo tratamientos. Me temo que podría estar usando magia.

— ¿Qué le hace sospechar eso, sire? —inquirió el médico con seriedad.

—Hay informes con curas milagrosas. Un niño arrojado de un caballo... un agricultor atacado por un jabalí... Todos desahuciados y todos y cada uno han tenido una recuperación completa.

—Es difícil para mí hacer algún comentario, señor. Tendría que examinar a los pacientes yo mismo

—Eso no será necesario porque un nuevo caso ha surgido aquí, en Camelot.

— ¿Quién?

—El posadero—intervino Arturo—. Ha vuelto a trabajar.

El médico se mostró muy sorprendido.

—Lo vi hace apenas unos días, es imposible. Su situación era crítica.

—Entonces, ¿estás de acuerdo que hay magia involucrada? —inquirió el rey.

—Bueno, no podría decirlo con certeza—respondió esquivo.

—Entonces, ve a la taberna y averígualo—le ordenó Uther—. Si la brujería está aquí, debemos actuar rápido.

—Sí, mi señor. Iré de inmediato—aseguró el médico y salió de la sala tras hacer una respetuosa reverencia, seguido muy de cerca por Merlín.

Cuando volvieron a quedar los tres a solas, Arturo notó que su hermana se encontraba sentada rígida en su asiento, con los ojos fijos en la mesa, la mandíbula apretada y la espalda recta.

— ¿Qué sucede? —le preguntó, llamando la atención de su padre.

—Nada.

—Claramente algo te sucede.

—He dicho que nada, Arturo—le respondió con cierta violencia—. Estoy cansada. Me retiro.

El príncipe estuvo por insistir pero la voz de su padre lo detuvo.

—Déjala.

Ella le lanzó una fiera mirada a Uther antes de salir, un gesto que al rey no le pasó desapercibido pero del cual no hizo ningún tipo de comentarios. Después de todo, allí se encontraba su hijo y era mejor guardarse cualquier tipo de palabras que tuviera para Hermione.

Él sí sabía qué le pasaba a su hija.

No desconocía las inclinaciones que tenía Hermione de defender las causas perdidas, lo que ella creía "justo". Desafortunadamente, estaba tan equivocada. Una persona que utilizaba magia para sanarse a sí misma era tan culpable como el brujo que lanzaba el maleficio para curarlo.

Por supuesto, él también había utilizado magia en el pasado pero sus razones habían sido más que justificables.

...

Cuando Merlín y Gaius regresaron a sus cámaras se encontraron a la princesa y a Athenas en ellas, elaborando pociones. El mago se acercó a ambas y contempló lo que elaboraban sin distinguir realmente lo que era.

—Esencia de díctamo y una pócima energizante—explicó la joven de inmediato, leyendo la expresión el mago.

— ¿Y bien? —preguntó Hermione de inmediato, dejando cualquier tipo de charla ociosa de lado— ¿Mi hipócrita padre tenía razón?

La Princesa de CamelotOnde as histórias ganham vida. Descobre agora