Las lágrimas de Uther Pendragon-parte II

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— ¿Puedo hablar un momento contigo, Hermione?

Ella miró a su hermano por unos segundos y terminó asintiendo. Estaba caminando hacia sus habitaciones después de haber ido a ver a su padre aquella mañana. Él le hizo una seña para que lo siguiese y así lo hizo. Fueron hacia una sala vacía y, tras entrar, el príncipe cerró la puerta.

— ¿Qué quieres decirme?—le preguntó.

— ¿Qué sucedió anoche?

— ¿A qué te refieres?

—A nuestro padre, por supuesto. Oí tus gritos de ayuda e inmediatamente un guardia vino a buscarme.

—No sé qué es lo que quieres que te diga, Arturo, no sé qué es lo que le sucedió. Salí tras él y lo encontré frente al pozo. Cayó e inmediatamente grité por ayuda.

—No—él agitó la cabeza de un lado al otro— ¡No estás diciéndome toda la verdad!

—Arturo, sí...

— ¡No!—gritó él—Por favor, no me mientas. Vi la mirada que tú y Gaius intercambiaron cuando lo atendían. Cuando le pregunté al anciano qué había sucedido me dijo que era sólo el agotamiento.

—Posiblemente es eso.

—No soy tonto, Hermione. ¡Tú misma lo viste! ¡Estaba temblando, llorando y asustado como si hubiera visto un fantasma!

Hermione mantuvo la boca firmemente cerrada pero ante la mirada suplicante de su hermano tuvo que decirle la verdad. No sabía cómo iba a reaccionar y eso la asustaba un poco.

—Quizás lo vio—murmuró ella.

Arturo la miró confundido.

— ¿Cómo que vio a un fantasma? Eso es imposible.

Ella sabía demasiado bien que no era imposible. Los fantasmas existían pero el que Uther había asegurado haber visto no.

—Él estaba aterrado cuando lo vi. Sólo lloraba pero antes de que Gaius y yo le diéramos el tranquilizante, balbuceó algunas palabras... Algunas sin sentido pero luego...

— ¿Qué?

—Dijo que vio a nuestra madre.

Como había esperado, el rostro de Arturo se volvió blanco.

—Eso es imposible—dijo—Él ni siquiera habla de ella.

Ella lo sabía muy bien, aunque no por las mismas razones que su hermano. Arturo podría llegar a pensar que los fantasmas no existían pero Hermione estaba al tanto de que las almas de las personas podían traspasar más allá del velo invisible de la muerte. Sin embargo, no había sido el caso de su madre. Ella no era un fantasma por lo que su padre no podría haberla visto.

—Sé que le resulta muy doloroso hablar de nuestra madre—confirmó Hermione.

Se abstuvo que decirle que, el otro motivo por el que no decía nada de la madre de sus hijos, era porque así le resultaba más fácil cubrir sus mentiras. El rey encubría sus engaños simulando un increíble dolor ante la pérdida.

Arturo apretó los labios con claro disgusto. Era demasiado difícil entender cómo su padre, el gran rey de Camelot, podría actuar de ese modo.

— ¿Los guardias se dieron cuenta de su estado?—preguntó entre dientes.

Hermione lo miró confundida.

—Sí, muchos lo vieron.

— ¡Maldita sea!

La Princesa de CamelotWhere stories live. Discover now