El cáliz envenenado

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Hermione se colocó sobre sus ropas un manto negro que la cubría por completo. Se puso la capucha sobre su cabeza y comenzó a caminar con prisa fuera del castillo. Había tardado su tiempo pero finalmente alguien le había dicho dónde podía encontrar a GreenEyes. Aún dudaba de si aquello era una buena idea o no pero no le quedaba otra opción. No había nadie más en Camelot a parte de Sir Godric que poseyera magia. Era al único que podía recurrir en busca de información. Ya había pasado demasiado tiempo y no había obtenido ningún tipo de respuestas.

Eran las primeras horas de la mañana. El sol apenas alumbraba sobre el horizonte pero los trabajadores del mercado ya comenzaban a levantarse para realizar sus labores diarios. Hermione apresuró sus pasos hasta la casa donde, según había averiguado, habitaba ese tal GreenEyes. Se preguntaba si tenía realmente ojos verdes o ese era algún tipo de apodo que adoptó para encubrir su verdadera identidad. Algo le decía que se trataba de la última opción. Se puso de pie delante de la puerta de madera y tocó con firmeza antes de que se arrepintiera. El corazón lo sentía en la garganta por los nervios. Miró disimuladamente a su alrededor para comprobar que los pocos ciudadanos que habían salido a las calles no prestaban atención a su presencia.

Se oyeron pasos del otro lado hasta que al final alguien vino a abrir y Hermione tuvo que ocultar su sorpresa. De hecho, aquel hombre mayor tenía los ojos verdes más brillantes y maravillosos que alguna vez tuvo la oportunidad de observar.

-¿Si?-gruñó-Espero que esto sea bueno. No quiero perder el tiempo con tonterías...

Hermione se retiró la capucha para que pudiera ver su rostro y el anciano se sorprendió pero una pequeña sonrisa apareció en su boca luego de unos instantes.

-¡Esto sí que es bueno! ¿Qué puedo hacer por usted, princesa?

El título con el que la había llamado había sonado burlón en sus labios, casi sucio, y ella no pudo evitar estremecerse interiormente de repulsión.

-Necesito ver a Sir Godric Gryffindor-pidió firmemente-Es urgente.

La boca del anciano se curvó en disgusto.

-¡No puedes ordenarme nada!-le indicó-Mucho menos con urgencia. Localizarlo llevará tiempo.

-¿Cuánto?

-Depende de lo que me des a cambio.

Hermione jadeó, consternada.

-¿Quieres dinero?

-¿Quién está hablando de dinero? Quiero información. Eres la hija del Rey. Dime algo útil y quizás pueda tenerlo aquí dentro de una hora...

--¡No lo traicionaré!-gritó.

Podía que Uther fuera un maldito ignorante pero ella no iba a traicionarlo de ese modo.

-¿No lo estás haciendo ahora?-inquirió con diversión el hombre.

-Sabe que puedo traer a toda la guardia hoy mismo y hacer que lo capturen, ¿verdad?

Aquella amenaza no causó el efecto esperado.

-¿Y cómo explicarías que me conoces?

Hermione abrió la boca, intentando decir algo ingenioso, pero la cerró inmediatamente. No había pensado realmente llevar a cabo esa amenaza. No era como Uther. Pero si lo hiciera, resultaría muy sospechoso que ella conociera a aquel anciano. Además, podría poner en peligro a Godric Gryffindor. ¡Y eso sería terrible! Aún el famoso colegio de Magia y Hechicería no se había fundado y no lo haría nunca si uno de sus fundadores era ejecutado por el rey de Camelot por practicar brujería.

La Princesa de CamelotWhere stories live. Discover now