La muerte de Tom

1.4K 93 10
                                    

—Qué hermoso vestido, Gwen—dijo Hermione viendo a la sirvienta de Morgana que cargaba jarrón con flores.

—¡Gracias!—la sonrisa contenta de la muchacha no dejaba lugar a dudas de su felicidad—Mi padre me lo obsequió hoy. Fue una grata sorpresa.

—Estoy segura que sí—indicó—Por cierto, ¿Has visto a Merlín?

—Creo que está limpiando las cámaras de Arturo.

—Gracias.

Ella se encaminó hacia allí, sabiendo que en ese mismo momento su hermano estaba entrenando con los demás caballeros. Abrió la puerta y lo encontró acomodando las sábanas de la cama para dejarlas completamente lisas.

—¿Ocupado?—preguntó.

Merlín se sobresaltó y giró rápidamente el rostro para contemplar a una sonriente Hermione.

—¡Oh! ¿No tenías que asistir a la inauguración del nuevo aserradero?—inquirió sorprendido—Pensé que no te vería en todo el día.

—Yo también lo pensé pero Morgana logró conseguir que Uther nos liberara—se acercó a él—¿Necesitas ayuda?

—No, gracias. Casi termino. Arturo llegará en cualquier momento y me amenazó con hacerme dormir toda una semana con los caballos si no conseguía que sus cámaras estuvieran relucientes.

—Sería un trabajo más fácil si no fuera un cerdo—comentó Hermione viendo la mesa donde usualmente tomaba sus comidas llenas de cáscaras de fruta, huesos de pollo y papeles enrollados.

Ella recordaba perfectamente que Harry y Ron también eran así de descuidados y, tenía que admitirlo, que Merlín no se quedaba atrás. ¿A caso todos los hombres eran tan sucios y desordenados? Lanzándole una rápida mirada a la puerta, sacó su varita y con un rápido movimiento hizo que toda la suciedad desapareciera.

—No deberías hacer eso—dijo Merlín con desaprobación—Si alguien te descubriera...

—No quieras darme un discurso de concientización—le advirtió ella—cuando tú mismo usas magia a escondidas.

Él incluso pareció querer defenderse ante tal acusación pero terminó suspirando con resignación.

—Sólo ten cuidado—le pidió.

—No te preocupes, sólo hago magia delante de ti—le aseguró y se apresuró a cambiar de tema—¿Recuerdas que mencionaste ese libro de magia que te obsequió Gaius?

Merlín, mientras juntabas las camisas esparcidas del príncipe y las doblaba, asintió.

—Me preguntaba si podría verlo.

—Seguro. Lo sacaré cuando Gaius no esté y...

—De hecho—Hermione lo interrumpió—creo que sería mejor si pudiera verlo allí. No sería conveniente que alguien me descubriera con ese tipo de libros en mi cuarto. Ingrid siempre ha demostrado ser una fiel sirvienta pero no quiero involucrarla en esto.

Nuevamente asintió, comprendiendo lo que decía pero seguía sin lograr ver qué es lo que tenía planeado hacer.

—Pensé que tal vez podía ir esta noche a tu habitación. Una vez que se duerma Gaius, por supuesto.

Merlín se quedó observándola estático, con el corazón repentinamente acelerado y sin poder respirar. La idea de ella en su habitación durante la noche mientras todos dormían era... peligrosa.

—¡Oh, no!—se apresuró a exclamar Hermione, roja como un tomate cuando comprendió porqué él la miraba de ese modo—¡No quise insinuar nada! ¡Yo... no... nunca! ¡Mejor olvídalo! Sí, eso es mejor para los dos... yo y mi bocota...

La Princesa de CamelotWhere stories live. Discover now