La Reina de Corazones

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Merlín se dirigió a las cámaras del príncipe cuando ni éste ni Harry aparecieron a las prácticas. Preocupado, casi corrió por el castillo pensando que quizás el príncipe había terminado por tomar la decisión de marcharse prematuramente de Camelot sin despedirse de nadie. Sin embargo, cuando finalmente llegó, descubrió que Arturo y Harry se encontraban allí, pegados a una pared, contemplando como media docena de guardias removían todas las pertenencias del joven hombre, abrían armario y cajones en busca de quién sabe qué cosa.

— ¿Qué está pasando? —preguntó confundido.

—Mi padre ha ordenado que revisen mi recámara—respondió irritado Arturo.

— ¿Para qué? —preguntó nuevamente, sin comprender la motivación del rey.

Miró fugazmente a Harry pero éste se encogió de hombros.

— ¿Piensas que tengo escondida allí a una chica? —le preguntó Arturo a uno de los guardias que vaciaba un recipiente sobre la mesa.

— ¡Aquí! —dijo de repente uno.

Todos miraron como el hombre sostenía entre sus manos una pequeña bolsita de tela, firmemente cerrada con una tira y con unos símbolos que Merlín identificó rápidamente como mágicos.

— ¿Qué es eso? —preguntó Arturo confundido.

Pero no obtuvo respuesta porque rápidamente el rey fue convocado y éste, de inmediato, llamó a Gaius para enseñárselo.

— ¿Es magia? —preguntó el monarca con seriedad.

—Eso creo. Son los símbolos de la vieja religión—le respondió el galeno.

— ¿Puede haberse usado para hacer un encantamiento? —quiso saber.

—Ese podría ser uno de los usos que se les da a este tipo de cataplasma—contestó nuevamente con calma, guardándose todas las dudas que tenía porque sabía que el rey no estaba de buen humor.

—Y este encantamiento, ¿podría producir enamoramiento?

—Hay encantamientos que pueden hacer eso, mi lord—admitió— ¿Puedo preguntar dónde fue encontrado?

El rey tomó el cataplasma de las manos del galeno.

—Fue encontrado en las cámaras de Arturo—le informó antes de dirigirse a los guardias—. Encuentren a la criada de Morgana y tráiganmela.

Al enterarse de estos nuevos eventos, Merlín corrió primero a buscar a Hermione y luego fue con el príncipe.

La princesa, por su parte, no tardó en entrar, prácticamente lanzando chispas por las puntas de sus cabellos, a la sala donde se encontraba su padre. Pero éste no estaba solo. A su lado, hablándole bajo para que los guardias no oyesen absolutamente nada, se encontraba Morgana, quien al verla se silenció y la miró con fijeza. Uther también volteó a mirarla.

—Hermione, supongo que te harás enterado los últimos acontecimientos—le dijo el rey, extendiéndole una mano para que fuera hacia ella—. Finalmente estoy a punto de solucionar el vergonzoso incidente de tu hermano.

Ella se acercó pero no aceptó la mano que le ofrecía.

— ¿Cómo?, si no te molesta que pregunte.

—Magia. Han encontrado esto bajo la almohada de Arturo—se lo mostró.

Hermione se lo arrebató de las manos antes de que pudiera impedírselo.

— ¡No! Podría ser peligroso.

Pero ya era tarde. Su hija había incluso abierto la pequeña bolsita y la acercaba a su nariz.

La Princesa de CamelotWhere stories live. Discover now