Capítulo 30- Aria

5 0 0
                                    

La alarma de mi móvil me acribilla la cabeza. Despierto soñolienta y miro hacia la derecha. No hay nadie.  Escucho ruido en la cocina y lo asocio a Neil. La ventana esta abierta y una cálida brisa mueve las cortinas. Sin más remedio, me levanto cansada de la cama y me asomo. El día,  como todos los anteriores, es soleado; pero al mirar al horizonte observo unas nubes que a mi parecer amenazan con traer una llovizna bastante grande.
Suspiro.
Miro las vistas. Parece una ciudad normal, como Madrid o cualquier otra. Edificios altos, algunos rascacielos, el ajetreo de las personas, con sus aburridos trabajos, los coches con prisa,  yendo de un sitio a otro. Los adolescentes van a clases, se besan, van de la mano.
Parecen el mismo mundo. Sin embargo, esta luz... Esta luz que te envuelve, que te tranquiliza, lo hace tan diferente.
Es como comparar a dos hermanos gemelos. Si no te fijas, son iguales. Mismos ojos,  mismos labios, mismas manos. Incluso a veces,  misma altura. Pero cuando te acercas, cuando te fijas en los detalles, ves que son diferentes. Uno tiene un lunar donde el otro no tiene nada. Las manos de uno son más finas y los labios del otro más grandes.
Esta ciudad es uno de los gemelos.
Igual de similares pero con sus pequeñas desigualdades.
Vuelvo a suspirar.
Sin desayunar, entro en la ducha. Al salir me enrollo en una toalla.
Saco el secador del cajón. Me dispongo a quitar el vaho del cristal, para poder verme. Y lo veo. Había una frase en el cristal.
Se estaba borrando y apenas era comprensible. Me acerco con cautela y le echo aire caliente con mi boca.
"No estas a salvo, en ningún sitio. Las sombras lo saben"
Doy dos pasos atrás, asustada. Me giro y cojo la toalla, para borrar la frase, pero cuando vuelvo a mirar al cristal, ya no hay nada.
Abro la puerta, dejo que el vaho se esfume lentamente y cuando ya no queda nada, me seco el pelo.

Me siento en la cocina, después de saludar a Neil.
Me muerdo las uñas. Debería contárselo a Neil.
Lo miro fijamente. Esta de espaldas a mi, haciendo café.
Se gira y me sonríe. Sigue haciendo café.
No creo que sea buen momento. Imagino que Neil ha estado preocupado por mi todo este tiempo, pero ahora el esta feliz. No parece preocuparse de nada. Me meto con cuidado en su cabeza, y no hay nada.
Ningún problema, nada malo que pensar.
Quiero que disfrute, al menos hasta esta noche. Quiero darle un buen día.
- Oye, ¿que te pasa? Pareces pensativa. No me gusta que estés pensativa. - dice en tono sátiro.
- Estoy pensando en las pocas ganas que tengo de ir a clases y de lo mucho que quiero quedarme en casa, contigo. Pero se que eso no es posible. Aunque... tus pensamientos te delatan. Creo que quieres lo mismo.
- Sí, doña inteligencia. Deja de meterte en mi cabeza, podrías saber lo que pienso solo con mirar un poco más abajo. - sonrío pícara y asiento.
- Lo se, es notable. Pero si miraba,  entonces ambos sabemos que no íbamos a ir a ningún sitio. - Neil ríe. -Date una ducha, te hace falta. Estaré abajo.
Bajo por el ascensor. La casa de Neil esta en la última planta, es el ático. Hay siete plantas, es un piso alto. Pasando la cuarta planta, el ascensor se queda pillado. Salta la luz de emergencia.
- ¡Qué más me puede pasar hoy!
Pulso el botón de emergencia, pero no funciona, empiezo a ponerme nerviosa. Saco el móvil para llamar a Neil, pero no hay cobertura.
- ¡Oh, vamos! - empiezo a enfadarme.
-¡Neil! ¡Me oyes! ¿¡Hay alguien aquí!? -claro que no hay nadie.
Golpeó la puerta. Entonces,  miro hacia abajo. Hay humo negro traspasando la puerta y maldigo interiormente.
Pensar en que me he cargado el ascensor no me pone de muy buen humor.  Mi calma empieza a esfumarse.
Vuelvo a coger el teléfono. Mágicamente hay una raya de cobertura y llamo a Neil.
- ¿Sí? - contesta.
- Neil, soy Aria.  El ascensor se ha quedado pillado en la cuarta planta. Empieza a salir humo negro de la puerta y creo que ha sido mi culpa. - el humo empieza a ocupar demasiado espacio en el ascensor.
-¿Humo? Aria, el ascensor no se ha roto jamás, y tiene más años que tu y que yo juntos.
- Bueno, pues te digo que se ha roto, el botón de emergencia no funciona y el humo esta empezando a acorralarme en una esquina.
- Estoy bajando ya a la cuarta planta, te voy a sacar de ahí. -cuelgo el teléfono.
Me giro y me agacho para guardar el móvil en el bolso. Me pongo de pie y cuando me giro, mi corazón da un vuelco.
El humo que antes me acorralaba, resulta ser un hombre.

ConnectedWhere stories live. Discover now