Dejó las bolsas del supermercado sobre la pequeña mesa de madera que adornaba el centro de la sala y me guío por las escaleras hasta llegar a su habitación. Una vez dentro, abrió el armario y comenzó a buscar entre su ropa. Estiró sus brazos y tomó una pieza perfectamente doblada, la cual extendió frente a mi cuerpo para comprobar que era mi talla.

Era un hermoso vestido celeste con falda de vuelos que probablemente llegaría hasta mis rodillas. No quise tomarlo con mis manos sucias por la salsa, así que simplemente me digne a observarlo y a intentar retener mis lágrimas mientras apretaba mis labios.

Tiró el vestido sobre su cama y tomó mi mano para guiarme hasta el baño, donde tras varios minutos logró quitar todo el espagueti que se había enredado entre mis hebras. Finalmente me dejó sola con la regadera encendida para quitar los olores que llevaba cargando desde muchas horas atrás.

Restregué mi piel con fuerza, dejándola roja por varios segundos mientras las lágrimas recorrían mi rostro. ¿Por qué tenía que pasarme esto a mí? ¿Qué hice para merecerme esta vida? Las lágrimas aumentaron cuando recordé sus ojos verdes viéndome con atención e impresión, mientras Hilary dejaba caer todo mi almuerzo sobre mí. ¿Tanto era su odio como para hacerle eso a alguien que nunca le hizo nada?

Un fuerte ruido al otro lado de la habitación hizo que detuviera por completo mis movimientos. Recordé que esta no era mi casa y que llorar como Magdalena el resto del día no era opción. Terminé de limpiar mi cuerpo y salí a la habitación para colocarme el vestido que Marta me había prestado. Mientras secaba mi cabello, me puse a pensar en una muy buena excusa para mi madre y una manera sutil de contarle todo lo sucedido a mi vecina porque ella no era tonta y sabía lo que la palabra bullying significaba.

Al salir de la habitación y bajar por las escaleras, Marta me esperaba en la sala con una taza de café caliente entre sus manos y un par de bizcochos frente a ella. Era mi momento de conversar y eso lo sabía porque no era la primera vez que me rescataba de una entrada cero triunfante a mi hogar.

— ¿Cómo te sientes? — preguntó, colocando la taza sobre la mesa y posando sus grandes ojos sobre mí.

— Estoy bien. — asintió, intentando comprender mis palabras.

— Eso diría una persona emocionalmente agotada — elevó una de sus cejas rubias —. Cariño, te estoy preguntando cómo te sientes, no del cómo intentas actuar.

— Me siento... — las lágrimas se acumulaban en mis ojos — derrotada, ¿sabes? Cansada, a segundos de explotar, sola, inútil.

— ¿Y piensas que es tu culpa? — no lo quería admitir, pero en cierto sentido había comenzado a sentir que sí era mi culpa por ser quien soy — Te diré algo que le he dicho a todos mis hijos por muchos años: no te culpes porque alguien no puede ver lo increíble que eres. No te culpes por no haber nacido bañada en oro para agradarle a todos: eres única, especial y pronto el mundo se dará cuenta que tú eres como un diamante en medio del carbón — nuevamente se escuchó un ruido en la segunda planta de la casa —. Disculpa el ruido, mi nieto se está mudando con nosotros por problemas familiares. Digamos que su madre es una zorra patética que no sabe qué hacer con su vida y con la vida de su hijo, pero ese no es el punto. Cariño, dime, ¿quién se ha atrevido a hacerte tal cosa?

Dudé por varios segundos mi respuesta. Me daba pánico pensar lo que podía suceder si mencionaba nombres y apellidos porque las amenazas eran constantes y no quería ni imaginarme lo que mi madre haría en cuanto supiera que la hija de la que fuera una de sus mejores amigas, me había hecho tal cosa. No obstante, Marta compuso su garganta llamando mi atención, sabía que no me dejaría salir de su casa hasta que hablara.

— Ella... — suspiré —. Marta, ¿quién les da el derecho de hacer y deshacer lo que quieran con las personas a su alrededor? Es como si en ese lugar ellos quisieran demostrar que las personas que las rodean son seres sin sentimientos, pero — la miré al borde del llanto — se equivocan- Tenemos sentimientos, lloramos a mitad de las noches, guardamos malos recuerdos, nuestras bocas están cerradas porque tenemos miedo, nos rehusamos a salir de nuestras casas y rogamos por no volver a nuestro infierno — limpie con fuerza una lágrima que recorría mi mejilla —. Ella es una bruja, una chica malvada sin sentimientos y con un físico perfecto. Una chica que me odia como si alguna vez hice algo mal y él, él es una mierda andante que finge intentar ayudar en silencio y tiene los ojos más bellos que he visto en mi vida, pero es malo, él es como...

Juro enamorarte |BORRADOR|Where stories live. Discover now