Capítulo 4

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— ¿Color favorito? — su mirada hipnotizadora me observó con alegría mientras su espalda daba frente al camino.

— Rosa — sus labios formaron una sonrisa y en un ágil movimiento volvió a caminar a un lado de mí —, pero creo que ese color me ha gustado por más por mi madre, porque realmente me fascina el azul, ¿cuál es el tuyo?

— Azul — sostuvo mi mano entre la suya, regalándome una descarga inexplicable de cosquilleos en la boca de mi estómago —. Estamos muy cerca.

En ese momento nuestras preguntas se omitieron para dejar únicamente el sonido de nuestros pasos sobre las hojas que cubrían la firmeza del camino. Mientras acomodaba mis gafas y me aseguraba de que la mano de Ian todavía sostuviera la mía, forcé mis ojos a observar cada detalle del lugar; las hojas amarillentas que caían de los árboles, el sonido de los pájaros sobre la corteza de los árboles, el viento recorriendo alrededor de nuestros cuerpos y la temperatura acogedora de la época.

En un dado momento mis deseos de ver su perfil tan prodigioso hicieron que mi cuello girara escaneando su belleza atrapa sueños y quita bragas. Mis ojos comenzaron a rastrear la perfección de su frente, los ángulos exactos que le daban el toque preciso para provocar el deseo de darle un par de besos lentos y amorosos sobre la superficie lisa de esta, bajé tan solo un poco más y me encontré con un par de cejas semi gruesas que resaltaban las largas pestañas oscuras que rodeaban sus ojos grandes y de un encantador color verde esmeralda que me emboba. Sus pómulos ni grandes ni pequeños y dados a la perfección con sus mejillas, unos labios rosados que se sincronizaban a uno junto a otro y su barbilla perfilada sin vello alguno.

Continuamos caminando por varios minutos, en silencio y con la tranquilidad de percibir la presencia del otro a tan solo un par de centímetros. Entonces sus pasos cesaron y los míos junto a los suyos. Sorprendida ante la belleza de algo tan simple, sentí como su mano sostuvo de la mía con más fuerza y nos dirigimos a una única banca a un lado del camino; las hojas caían, los pájaros cantaban con más alegría y las rosas alrededor de la banca brillaban regalándole al lugar un aspecto mágico.

— Cuando era pequeño, mi padre siempre me decía que en esta misma banca conoció a mi madre — quitó un par de hojas para que pudiéramos sentarnos —. Contaba que este era su lugar favorito para leer o simplemente para sentarse en cualquier época del año, pero un día una rubia estaba tomando su lugar y él, al verla, sintió tanta furia que comenzó a caminar sin meditar sus palabras. Le molestaba saber que habían descubierto su pequeño tesoro. Él mismo cuenta que cuando estuvo frente a ella para reclamarle, ella lo vio y sus ojos hicieron contacto, inmediatamente su enojo desapareció. En ese momento supo que se había enamorado.

Ambos nos acomodamos sobre las tablas de la banca una vez que terminó de quitar todas las hojas. Él por su parte abrió el cierre de su chaqueta y estiró los pies al mismo tiempo que introducía una de sus manos en el bolsillo de su pantalón oscuro y la otra la pasaba por mis hombros acercándome un poco más a su cuerpo.

Juro enamorarte |BORRADOR|Where stories live. Discover now