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El día ha terminado y estoy en casa, descansando en el sofá. Desde que salió de la tienda, Camila ha consumido mis pensamientos. La intensidad de mi atracción por ella me ha tomado por sorpresa, por no hablar de ella poniéndome nerviosa de esa manera. Para una chica que ni siquiera se molesta en contar el número de amantes que ha tenido, esa reacción fue extraña.
No la conozco, pero hay algo en ese angelito hermoso.
Por lo general es simple. Conozco a una mujer, a veces las dos ruedas y la tinta hace la conversación, coquetearé por diversión, y luego follaremos. Realmente es tan sencillo como eso. A veces voy a ver a la chica otra vez, si quiero. Estoy saliendo con alguien ahora mismo, no es exclusiva y las dos estamos bien con el arreglo. No tengo nada en contra de las relaciones, pero no quiero una ahora o en cualquier momento a corto plazo.
Me mudé a la ciudad con mi hermano y nuestros amigos, Dane y Gerard, hace dos años. Cuando llegamos, en lo que a mujeres se refiere, era como entrar en la fábrica de chocolate de Willie Wonker; obscenas cantidades de chocolate y caramelos, diferentes colores y sabores, todos deliciosamente tentadores. Nos hemos complacido al máximo, y aún estamos aprovechando al máximo de esto ahora.
Tengo que experimentar con Camila.
Quiero tomarla lento y saborear cada segundo, como el chocolate más exquisito que jamás llegaré a probar y nunca tendré el privilegio de disfrutar de nuevo.
Tengo que probarla.
Algo me dice que no es el tipo de chica que sólo folla, ella inspira más que eso, así que tengo que conocerla primero. La reserva de seguimiento, que dispuse en mi día libre, para tener lo antes posible, ayudará con eso.
Aunque no puedo decir que nunca he mezclado negocios con placer, separo trabajo y chicas tanto como sea posible. Por ese angelito hermoso rompería las reglas, sin problema. Si hubiera sido a mi manera, sus piercings hoy hubieran sido el juego previo.
Seríamos las únicas dos en la tienda, y me la llevaría allí en la mesa. La sentaría allí, deseándome tanto como yo la deseo, sus grandes, ojos marrón mirando los míos. Ajustaría la altura de la banqueta, alineando nuestras caderas, y besaría la punta de su bonita nariz y luego sus seductores labios llenos de color rosado. Imagino que serían suaves y cálidos, abriéndolos, lo que me permitiría un baile lento y profundo.
Inclinaría su cabeza hacia atrás, con un suave tirón en esa cola de caballo de seda, arrastraría besos por su cuello, aspirando el aroma a melocotón de su piel, disfrutando de la textura suave y satinada. Después de burlarme de su garganta con la lengua y los dientes, bajaría hasta sus pechos, teniendo cuidado de no acercarme demasiado a sus pezones perforados recientemente.
Desabrochando sus sexy rasgados Levi's y deslizándolos por sus piernas, todo el camino hasta sus tobillos, se los quitaría, seguido de cerca por las bragas de color rosa. Me quitaría mi camiseta, cayendo sobre mis rodillas y enganchando sus muslos abiertos sobre mis hombros. Usando mis dedos índices, separaría los pliegues brillantes de su vagina y la exploraría con mi lengua. Sumergiéndome en ella, saboreando su amargo, salado y dulce excitación, acariciando y rodeando su clítoris, una y otra vez. Me perdería en su hermoso paraíso, tomándola hasta el final para llegar al clímax, escuchándola cuando lo hace, sintiendo sus espasmos pulsando debajo de mi boca, y el temblor de sus muslos contra mí.
Tendría que sentirla envolverse alrededor de mí, sentir su cálida profundidad.
Después de retirar mis vaqueros, me colocaría entre sus piernas y presionar mi pene cubierto de látex en su estrecho, calor húmedo, hasta que la llenara. No me permitiría correrme, me tomaría mi tiempo empujando lenta y profundamente, saboreando cada segundo, saboreando cada sensación única. Nuestros nombres susurrados en gemidos de placer, su cuerpo suave apretado al mío, la cercanía de nuestra piel creando un calor sofocante. Poco a poco, acelerando la dulce invasión, pero nunca cediendo a la tentación de tomarla con fuerza. No en la primera vez.
