13. Baile Siniestro (Parte I)

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El menor de los Branderburg no podía dejar de pensar en la noche que había pasado. Y cuánto más pensaba en lo atroz de la cacería y en la nota de la libretita negra, más crecía su frustración.

— No pareces muy convencido—dijo Ian Köller mirando con profundidad a su apesadumbrado amigo.

Alex no sentía ánimos de dar explicaciones. Después de todo, ¿qué podría decirle a su esmirriado amigo?  "Ah sí claro, me fue mal; tuve que transformarme en animal y perseguir a un pobre anciano por el bosque, pero aparte de todo eso, estoy bien..."

El chico se burló mentalmente y desechó cualquier comentario sobre sí mismo. Simplemente evadió la conversación.

— Veo que a tu "hermanita" no termino de agradarle— soltó Alex para cambiar la charla.

— Ah, ya sabes cómo es ella. Es demasiado arrogante y mis padres siempre la consienten— Replicó el pequeño muchacho caminando al lado del chico castaño dorado, acercándose cada vez más a los casilleros.

— Sí lo sé, es bastante fastidiosa— Aceptó Alex apoyando la moción del pelinegro, recordando la insistencia de Mary Köller en Rubén.

El chico Branderburg no podía negar por tal modo el parentesco de los dos Köller, no sin admitir que había pocas similitudes entre ambos hermanos.

Los dos eran talentosos; uno inteligente, otra hermosa, pero a medida que fueron creciendo, comenzaron a aparecer diferencias importantes. Mientras Ian era altruista y modesto, Mary era extrovertida, gregaria y ambiciosa. El mayor era tímido con las mujeres, mientras que el aspecto y el encanto de la otra atraían a los chicos como un imán. Simplemente aquellos mellizos, eran polos opuestos.

— Bueno Alex, creo que te veo en clase de Biología, debo ir rápido a la biblioteca— dijo repentinamente el chaval moreno sacando al otro de su ensimismamiento.

— Oye, Ian, solo una pregunta antes de que te vayas.

— Sí, dime.

— ¿Has visto a Ángela?

La mirada de Ian pareció de pronto confundida.

— ¿Me preguntas a mí por Ángela? No, no la he visto ¿por qué? — Interrogó aún curioso.

— Necesitaba... hablar con ella, pero, bueno ya la veré después— respondió como quién no quiere la cosa—. Nos vemos Ian.

Ambos chicos tomaron rumbos distintos y Alex se encaminó sin muchas ganas a la primera clase de Ciencias.

Lo más desesperante para el muchacho transcurrió entonces durante las dos horas siguientes.

Ángela Miller no apareció durante la primera clase, en la que Alex no hizo otra cosa más que mover la rodilla descontroladamente y tamborilear los dedos fuertemente sobre el pupitre, hasta que el profesor le pidió, bastante irritado, que dejara de hacer ruido o se vería forzado a sacarlo del aula.

Cuando el muchacho hizo el intercambio entre un salón a otro al término de la primera hora, observó con anhelo en todas direcciones, pero la cabellera rubia no hizo acto de aparición.

Aquello comenzó a resultarle estresante y extraño

¿Acaso la chica de la iglesia habría dadose cuenta de que él quería cuestionarla? ¿Tal vez por eso incluso había optado por faltar a clase para evadir las explicaciones?

Las preguntas de confusión y duda se agolpaban y enmarañaban dentro de la retorcida cabeza del muchacho, y no le abandonaron tampoco durante la siguiente hora.

La segunda clase, la de matemáticas, simplemente se tornó bochornosa.

La rubia de ojos azul zafiro no volvió a aparecer, y por si fuera poco los problemas matemáticos resultaron más complicadas de lo ordinario.

EL PORTADOR 1:  El medallón perdidoWhere stories live. Discover now