—Tú eres la peor, haciéndome creer que eres mi Angela, tienes sus ojos pero no su alma, puedo sentir la oscuridad en ti—  puse mis manos en sus hombros.

—Silver...soy yo— dije soltando unas lagrimas, el chico me miro llorar y se apartó de inmediato, sus labios estaban entre abiertos y se pasaba las manos por el pelo desesperadamente.

—No es real. No es real. No es real— decía acurrucándose contra la pared como si quisiera esconderse en ella, me acerqué lentamente a pesar de que todos me susurraban que no lo hiciera, acerque la mano para tomar la suya pero el la apartó rápidamente, como si el hecho de que lo tocará significará algo horrible.

—No me toques, déjenme en paz, por favor, por piedad, deja de torturarme, estoy cansado de verla morir una y otra vez, por favor, ya no quiero que nadie más muera— rogó con lágrimas en los ojos, mi mirada se torno triste al oírlo, ¿me vio morir? Esa es la tortura que recibió en el Limbo.

—Soy yo Silver, puedo probártelo— dije y una pequeña luz de esperanza se abrió paso en sus hermosos y destrozados ojos grises, me aclare la garganta, tenía su atención, eso es un gran paso.

—Sé tu más profundo secreto, solo yo, la verdadera yo lo sabe— me miro con curiosidad, diciéndome con sus ojos que siguiera... Y así lo hice.

—Le temes a la oscuridad, por eso no haces el trabajo de ser un guardián nocturno, por eso prefieres quedarte en el limbo como guía, porque la caía te aterra, la oscuridad que teje la transición entre el limbo y el mundo humano te aterra, jamás lo has aceptado, pero me di cuenta, te he observado por demasiado tiempo— Silver me acallo con un dedo, ya estaba tan cerca que podía sentir su aliento golpeando mi rostro.

—La oscuridad— concluyó Silver llorando como yo, asentí bajando la cabeza y el tomo mi barbilla con su mano para hacer que lo mirara, su rostro era un poema, lleno de emociones contradictorias.

—Ya me imaginaba que te darías cuenta algún día— susurro aguantando el aliento y me abrazó, esta vez me abrazó con una fuerza normal, como si no quisiera dejarme escapar, como si sintiera que en cualquier momento pudiera desvanecerme, como si con sus brazos me rogara nunca dejarlo.

Jamás, ni hoy, ni mañana, nunca.

—Casi me matas— me reí.

— ¡Por Dios! Cuanto lo siento, no lo sabía, creí que era otro maldito sueño— Silver tropezaba con las palabras.

—No fue tu culpa, lo único que importa es que estás aquí ahora, a salvo y solo aclaro, esta vez yo te salve el trasero— Silver sonrió, extrañaba tanto su sonrisa.

—Lo lamento mucho, a todos— decía mirando a aquel chico de cabello negro y ojos violetas que nunca había visto en mi vida, el alzó la mano en un gesto restandole importancia y Josten rió haciendo que todos volteáramos a verlo con incredulidad.

— Vaya vaya, quién diría que un guardián loco podría darnos una paliza.  Pudo con dos Ángeles y un Demonio, eso si que es una novedad— comentó divertido haciendo que Lucinda y Mark rieran al igual que aquella chica rubia.

—¿Cómo me sacaron del Limbo?— tome el brazo de Silver para caminar a la sala donde le conté todo, cada detalle de nuestro extraño viaje hacia el Limbo, descubrí que los chicos nuevos eran Ángeles, que ayudaron a salvar mi vida, el chico se llama Alan y la chica es Gaby.

—Entonces casi mueres por sacarme, no me sorprende en absoluto que hayas sido tan imprudente— decía Silver alzando las cejas con diversión.

—Te debía muchas, era mi forma de saldar cuentas— Silver me dio un abrazo haciéndome caer en el sofá con él, nos reímos un rato hasta que escuchamos la risa de Lucinda que hablaba con Alan. Al verlos juntos Silver frunció el ceño.

Guardianes Nocturnos | En edición |Where stories live. Discover now