Capítulo 45. El cometa de Sozin 3ra parte (Los refuerzos)

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El hombre combustión giraba con violencia, haciendo explotar todo a su alrededor. Levantaba tolvaneras de polvo y humo que terminaron por nublar la visibilidad. Por un momento, los espectadores no pudieron ver lo que ocurría.

Cuando el humo se disipó, el Hombre Combustión estaba en el suelo con varios moretones en el rostro. Ante el asombro de la multitud, el general Iroh estaba estrangulando al gigante con sus propias manos y éste empezaba a perder la conciencia.

Repentinamente, el anciano se detuvo. Soltó el cuello del mercenario y observó sus propias manos con horror. El viejo cerró los ojos y cubrió su rostro con sus palmas, mientras respiraba agitadamente. Por poco se había olvidado de la promesa que había hecho ante el cadáver de su hijo, años atrás, cuando juró que nunca más volvería a matar a nadie.

El hombre combustión se incorporo lentamente, permaneciendo sentado en el suelo.

– Eres igual que Lu Ten – dijo mientras acariciaba su cuello – Débil y tonto.

Al decir esto, el teniente Jee se acercó por la espalda del anciano. Llevaba una esfera de fuego en cada una de sus manos. El Hombre Combustión sonrió. Entonces, Jee levantó sus manos formando un sólo orbe de fuego que arrojó con fuerza.

El ataque de fuego golpeó directo en el pecho del Hombre Combustión. El gigante fue lanzado nuevamente al suelo. Confundido, miró al teniente.

– ¿Sorprendido?, ¿De verdad creíste que aceptaría el trato indigno que me ofreció Ozaí? – le dijo Jee al mercenario – Cuando el Señor del Fuego me propuso emboscar al general Iroh, pretendí aceptar su oferta, sólo para advertirle al general del peligro.

– Cuando Jee me contó que mi hermano planeaba acabar conmigo igual que lo había hecho con Lu Ten, le pedí que siguiera adelante con el plan. Necesitaba conocer al asesino de mi hijo... Ahora, te pudrirás en una celda por el resto de tu vida, pero antes, me vas a decir quienes más participaron en el crimen.

– ¡AAAGGG! – Gritó con furia el Hombre Combustión al mismo tiempo que se lanzaba para atacar a Iroh, pero antes de que pudiera alcanzarlo, se escuchó un rugido feroz y un enorme oso cayó sobre él.

– ¡Bien hecho Bosco! – dijo el Rey Tierra, que vestido como un aldeano común, montaba sobre el portentoso animal.

– ¡Majestad Kuei! – dijo Iroh – No debería estar aquí, puede ser peligroso.

– Tonterías – replicó el monarca – Mi lugar está aquí, recuperando Ba Sing Se.

– ¡ESCUCHEN TODOS! – gritó Iroh – ¡SU CAMPEON ESTÁ VENCIDO. RINDANSE. LA GUERRA HA TERMINADO!

Los guerreros de la Nación del Fuego y sus aliados levantaron sus manos en señal de rendición. Cuando el Hombre Combustión se dio cuenta de su fracaso, se llenó de rabia. Con un grito de furia, empujó al oso que estaba sobre él, se levantó de un saltó y reuniendo toda su fuerza disparó con el ojo de su frente. En ese instante, el Rey Tierra levantó una gruesa pared de piedra alrededor del asesino y cuando el rayo de luz chocó contra la densa muralla que lo rodeaba, explotó en mil pedazos.

Una gigantesca nube de humo se elevó por los aires. Cuando se disipó el humo, sólo quedaron restos de roca y de lo que fue uno de los asesinos más peligrosos de la Nación del Fuego.

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En la isla Kyoshi...

No importa cuánto intentaban usar sus revitalizados poderes de fuego, Ty Lee era mucho más rápida que ellos y nadie conseguía hacerle daño. Cuando un guerrero lanzaba una flama, ella la esquivaba y de una maroma saltaba para caer a un lado o en la espalda del soldado y lo golpeaba en puntos estratégicos, tan rápido, que no les daba tiempo de reaccionar. Simplemente caían desvanecidos o se quedaban sin poderes, y en ese caso, se convertían en una presa fácil para el resto de las guerreras Kyoshi.

Un Amor Imposible. Zuko & KataraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora