Capitulo 3. El Rescate

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En un rincón apartado del templo de Aire del oeste, el avatar y el príncipe exiliado estuvieron hablando por largo rato, no como antiguos enemigos, ni como alumno y maestro, sino como amigos, quizás por primera vez.

– ¿Estás seguro? – preguntó Aang.

– Sí – contestó el príncipe – Lo he pensado mucho y es la única solución. Sé que ella tiene razón en odiarme y no la culpo... pero... es que pensé, que si me esforzaba, tal vez podría lograr que me aceptaran, pero es inútil – el joven suspiró mientras inclinaba la cabeza – ¡No sé en qué estaba pensando! Toda mi vida me esforcé tanto por qué mi padre me aceptara y estuviera orgulloso de mí, pero nunca lo conseguí. No sé por qué pensé que esta vez sería diferente. Ahora sé que no importa cuanto me esfuerce siempre terminare decepcionando a todos.

– Yo no estoy decepcionado – dijo el avatar colocando una mano en el hombro de su amigo – renunciaste a todo lo que tenías para enseñarme fuego control y enfrentaste a tu padre con tal de hacer lo correcto. Se requiere mucho valor para hacer lo que hiciste. Tal vez no te importe mi opinión, pero estoy orgulloso de ti.

– ¡Gracias! – Zuko tomó un poco de aire y añadió – Bueno, vamos a entrenar.

– Sigo pensando que deberías descansar.

– Estoy bien. Podemos entrenar un poco hasta que regrese Katara ¿Crees que tarde mucho?

– Supongo que sí. Acaba de irse y conociéndola, tardará horas. Probablemente este aquí a la hora de la comida o quizás tarde un poco más.

Los dos amigos empezaron a entrenar. Zuko le enseñaba al avatar algunos movimientos que el niño repetía hasta dominarlos. Aunque no quería admitirlo, el príncipe estaba haciendo un gran esfuerzo por entrenar a Aang, tanto que gruesas gotas de sudor escurrían por su cara, pero Zuko era demasiado orgulloso para admitirlo, sin embargo, el avatar notó el cansancio del príncipe y le dijo:

– ¿Podemos tomar un descanso? Ya tengo hambre.

– Está bien, pero si Sokka cocinó la comida debe ser horrible.

Cuando le dieron un tazón de arroz, el príncipe Zuko lo probó con desconfianza pero para su sorpresa su sabor no era tan desagradable.

– ¡No puedo creerlo! Realmente te superaste Sokka

– Yo no cociné – contestó el guerrero de la tribu del agua – fue Haru

– Ahora me explico – dijo Zuko sonriendo.

Cuando terminaron de comer Zuko y Aang regresaron a entrenar.

Esta vez los dos crearon dos largos látigos de fuego y comenzaron a pelear. El fuego crecía y los dos atacaban con fuerza, igual que en las catacumbas de cristal. Lamentablemente, en uno de los ataques, el fuego de Zuko no pudo detener el poderoso ataque de Aang, que lo golpeo directamente, haciéndolo caer pesadamente al suelo sobre su hombro lastimado.

– ¡ZUKO! – Gritó Aang corriendo al lado de su amigo – ¡Lo siento! no fue mi intención. Te dije que no era buena idea. Déjame ver.

– No es nada – dijo el príncipe apretando los dientes y sujetando su hombro herido.

– Está sangrando de nuevo. Tenemos que cambiar el vendaje. Tú quédate aquí.

Aang se alejó corriendo y regresó con vendas limpias. Mientras el niño cambiaba los vendajes del príncipe, el joven preguntó.

– Se hace tarde, Katara ya debería de estar aquí. Tal vez deberíamos ir a buscarla

– No. Ella es así. Cuando está molesta quiere estar sola.

Un Amor Imposible. Zuko & KataraOpowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz