23. Feliz cumpleaños

Începe de la început
                                    

Miranda y Anthea salieron del hospital con pocos ánimos, y no hablaron para nada hasta que llegaron al edificio departamental.

-Voy a volver con Mohammed.- dijo Anthea.

-¿Qué?, no, no hagas eso.

-No puedo traer una responsabilidad así al mundo para ti. Seríamos más bocas que alimentar.

-No me importa, Anthea.

-No es correcto, y además podrían quitarme a mi hijo...

-Nadie va a quitártelo.

-Si Mohammed nos encontrara y supiera que tiene un hijo, podría demandarme y alejarlo de mí. El hombre tiene siempre la custodia de los hijos. SIEMPRE.

-Pero no va a encontrarlos, Anthea. Es casi imposible. Es una ciudad enorme.

-Miranda, no voy a arriesgarme.

Entraron al departamento y Terry las recibió cantando.

-Feliz cumpleaños a ti, feliz cu--

-Cállate, Terry- dijo Miranda.

-¿Qué pasa?- preguntó  él, preocupado sobre Anthea.

-Está esperando un hijo, es eso.

-Oh...

Terry se acercó a Anthea, y la abrazó  para consolarla.

-Todo va a salir bien, Anthea. Estoy contigo.

-No lo sé, Terry.- lloraba ella en sus brazos- no sé si va a salir bien.

-Te voy a cuidar Anthea, como te lo prometí, ¿recuerdas?

-No, Terry. Esto ya no depende de ti. Depende solo de mí.

Anthea subió a la habitación y se encerró. Miranda fue tras ella.

Terry se quedó solo en la cocina, admirando el pastel que había hecho para Anthea, pero que ella no probaría. Cortó una rebanada para él, y se la comió.

Anocheció rápidamente, y Miranda se acostó temprano. Antes de quedarse dormida, recibió un mensaje de Abby diciendo que sería la última vez que la contactaría.

"Hola Miranda.
Lamento no haberme despedido de ti, pero quiero anunciarte que Jerry y yo ya estamos en nuestra nueva casa de Los Ángeles. Es un barrio de casas enormes, ¡imagínate! La nuestra tiene hasta una piscina. El pequeño Wilhem será muy feliz aquí, te lo prometo. Es un bebé muy tierno y casi no llora.
No volveré a escribir, así cumpliré la promesa que te hice. Tu bebé será muy feliz, lo prometo.
Te quiere, Abby y Jerry. "

Miranda sonrió. Wilhem tendría una vida perfecta, algo mejor de lo que ella misma podría ofrecerle.

A la medianoche, Anthea salió del departamento con un maletín en la mano, dispuesta a ir a la comunidad. No se despidió de Terry ni de Miranda, ya que le iba a doler mucho dejarlos atrás. Prefería desvanecerse así, en silencio.

De pronto, escuchó unos pasos detrás de ella.

-¿Te vas sin decir adiós?

-Terry- dijo ella volteándose.-No puedes detenerme.

-No te seguí para hacerlo. Te seguí porque quiero darte algo. Un regalo de cumpleaños.

Terry extendió su mano, y le entregó a Anthea un brazalete de oro, con una pequeña figura de una paloma atada a él.

-Perteneció a mi abuela. A veces en medio de la locura de mis padrastros, huía a su casa a resguardarme. Pero un día mi abuela murió, y entonces no había ningún lugar donde escondernos. Por eso ocurrió lo que le ocurrió a mi hermana.

-Terry... ¿qué le pasó a tu hermana?

-Ya que no volveremos a vernos, supongo que debería decirlo. El entonces novio de mi mamá, Harold, le hizo mucho daño a Miranda esa noche. Lo vi todo pero no pude hacer nada. Me ganaba en fuerza y altura. La policía lo arrestó, pero nos dejó un pequeño recuerdo. Mi hermana estaba embarazada.

-Por Allah.

-Miranda tuvo una hija a los quince años, a quien dio en adopción. Nunca le contó nada a Ray, ni a nadie. Tampoco le dijo la verdadera razón por la que no quería tener hijos... ella siempre vería en sus hijos el rostro del hombre que la lastimó, el rostro de la bebé que nunca podría mirar con amor.

-Eso es horrible...- dijo Anthea.

-Ahora su hija debe tener trece años, debe estar en alguna parte, pero ella nunca ha querido buscarla. Y no creo que lo haga. Intenta por todos los medios superar esa experiencia.

-Han pasado por tanto, Terry... pero bueno, yo también debo seguir mi vida. Gracias por confiar en mí y contarme.

-Cuídate Anthea, y sé feliz.

-Lo seré. Y gracias por el brazalete.

Anthea pidió un taxi con algo de dinero que Terry le prestó, y pidió ser llevada a la comunidad.

Ya ahí, entró sin problemas por el edificio de servicio, y llegó a su casa. Entró por la ventana de la cocina con un truco que había aprendido gracias a las hijas de Mohammed, y subió a su habitación con total sigilo.

Se sorprendió al encontrar a su esposo durmiendo en su cama.

-Eh... Mohammed... despierta.

-¿Pero quién...?, ¿Anthea?, Eres tú.

Mohammed se levantó y la abrazó fuertemente, aunque luego la soltó y la miró con severidad.

-Comienza a explicar antes de que te grite.

-Mohammed, estoy embarazada.

A Mohammed se le iluminó el rostro.

-¿Qué?, ¿en serio?

Anthea asintió, con la mirada impasible.

-¡Eso es fantástico! , pero habibi, ¿en qué pensabas al escapar?

-Tenía miedo - mintió Anthea- miedo de que me dejaras, porque piensas que seré una pésima madre.

No era la mejor excusa ni sonaba muy lógico, pero Mohammed la creyó y abrazó a su esposa, extasiado. Mohammed le creería cualquier tontería a Anthea debido a la enorme felicidad que sentía en ese momento.

-Te amo, Anthea. Que alegría. ¡Gracias Allah!, mañana festejaremos doble. No olvidé tu cumpleaños tampoco, habibi. Te amo inmensamente, y Allah es mi testigo.-dijo Mohammed, besando a su esposa en la frente.

Al menos por ahora, todo iba bien.

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