11. Información oculta

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Eso siempre y cuando pagaras la cuota.

La expresión de confusión no abandonó el rostro del chico mientras avanzaba hacia el centro de la plazuela y sacaba el teléfono celular del bolsillo. Eran las cuatro y treinta de la tarde.

El joven escudriñó con ansias la plaza y sus alrededores, pero en medio de la poca gente que caminaba por el lugar no vio ni rastros de la chica de la iglesia.

Desesperado, marcó el número en el aparato y dos timbrazos después, contestó.

— ¿Hola?

— Hey hola Ángela, ya estoy aquí ¿dónde estás?

— Justo aquí, cerca de la fuente— Respondió la cantarina voz en la bocina, y al mirar hacia allá el chico vio a la rubia agitando la mano a un costado de la fuente, llamando su atención.

Alex colgó al teléfono y miró fijamente a Ángela Miller desde el otro lado de la plaza. ¿Cómo había aparecido ahí de repente?

— Supongo que con los nervios ni siquiera la vi al principio— se dijo el chico caminando hacia ella con una sonrisa.

Ángela lo miró. Tenía esa expresión que a él le resultaba tan irresistible.

— Tienes el cabello mojado— Indicó Alex— ¿Dónde has estado?

— Bueno, la fuente es un poquito escandalosa que digamos— dijo la chica rubia sonriendo aún más— me acerqué demasiado, justo cuando uno de los chorros de agua saltó sobre mi cabeza.

Ambos se rieron.

— Entonces está fuente es una pesadilla.

— No. Es hermosa. De las cosas más bellas que he visto desde que llegué a este horrible pueblecito.

— Moonsville no es horrible— repuso Alex, sorprendido de lo que decía—, solo tienes que conocerlo— algún día tendrás que dar un paseo conmigo. Puedo llevarte al mirador, o a las cercanías de West Park, junto al río Isar.

En lugar de responder, Ángela se arrodilló junto a la fuente. Puso los dedos blancos sobre la placa de latón y leyó en voz alta.

— "Angst vor Geschöpfe der Nacht, dass die Engel fliegen in den Himmel" — dijo en alemán— "Temed criaturas de la noche, que los ángeles alzan el vuelo— repitió la hermosa joven esa vez en español.

Alex la miró confundido.

— No sabes el alivio que es tenerte como amigo, Alex— arguyó alegremente la chica rubia poniéndose de pie y mirándolo profundamente— y con eso quiero decir que sí, me encantaría algún día recorrer el distrito contigo.

Alex sintió emoción y estuvo a punto de sonreír, pero no lo hizo. En su lugar enarcó las cejas y preguntó:

— ¿Y por qué leíste la placa antes de responder a mi propuesta?

Ángela soltó un bufido de desdén, y puso los ojos en blanco.

— Porque estábamos hablando de la fuente, y antes que los lugares me atraen más las arquitecturas— explicó anhelante—, tienen tanta, historia. Como ésta— dijo tocando la fuente de piedra, una pequeñas gotas de agua le salpicaron la mano— Ésta fuente es... majestuosa.

Alexander inclinó la cabeza a un lado, y miró la fuente con ojos brillantes. Tenía una presencia tan imponente, pensó, que era fácil olvidar lo que representaba en realidad. Un ángel de alas desplegadas venciendo a un gigantesco lobo con su lanza. Un licántropo en realidad.

Ángela, aún con las manos sobre la fuente miró fijamente a Alex.

— ¿Sabes el origen de la fuente y de la frase en la placa? Después de todo vives aquí.

EL PORTADOR 1:  El medallón perdidoWhere stories live. Discover now