Almas gemelas musicales

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Se contenía de destrozar la cara de Choi Siwon por dos razones: la primera era que el tipo no le representaba una amenaza real o alguna clase de competencia ya que Donghae escapaba de él como los conejos de los zorros; la segunda razón era porque Choi podía ser peligroso, podía hacerle frente un día y ambos acabarían molidos en golpes (hasta puede que con daño psicológico). HyukJae no llegaría a ese extremo a menos que las circunstancias lo requirieran.

-Oye Hyuk- hablo Sora. –Esta malteada es deliciosa ¿Dónde las has comprado?

El pelinegro sonrió de lado viniéndosele a la mente aquel local, y respondió: -La cafetería del parque, ¿te gusta?

-¿Quieres decir que...?- Hyuk asintió. -Entiendo porque te gusta ir todos los días, ¡Tiene un don con las bebidas! Un día debes llevarme.

-¿Y qué me avergüences? No lo creo Sora, además, si te viera conmigo podría malinterpretarlo.

-Patrañas.

La castaña sorbió desde la pajilla hasta hacer ese molesto ruido cuando el vaso quedo vacío, insatisfecha porque se terminara tan rápido.

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Día siguiente

Donghae se levantó como un resorte de su colchón, se ducho y vistió en un tiempo record, y salió de su hogar a la hora en punto. Se trepo al autobús con la suerte de encontrar un lugar desocupado, espero su parada, pago al conductor y se fue echando chispas hasta las puertas del instituto.

Tenía una conferencia importantísima en el salón-teatro de la institución, sobre las propuestas de universidades prestigiosas, la manera de elegir una carrera adecuada a sus habilidades, y muchos otros datos que seguro le servirían en su último curso. Pero iba rayando en los minutos que faltaban para que esta diera inicio, y su profesora de ética se encargó de ponerle en claro que:

"Ni un minuto, ni uno solo tarde, porque nadie entrara luego de que el letrero sea puesto en la puerta. Nuestra escuela debe verse impecable, y nuestros invitados no deben ver defectos en los estudiantes como la INPUNTUALIDAD"

Donghae sabía que eso era una amenaza, pero ¿Qué podía hacer si sus ojos no obedecían la orden de abrirse? No era culpa suya.

Acelero sus pies todo lo que pudo, vio su reloj de muñeca y se esforzó más. A unos metros de distancia esta la entrada al teatro, conforme se acercó la hoja de madera iba cerrándose.

-¡¡NO, NO, NO PORFAVOR!!

Yunho le escucho y se giró a verlo, pero apenas hacer el mínimo intento de ir a alcanzarlo la profesora cerro de golpe en sus narices. El letrero había sido puesto: "Conferencia iniciada, favor de no molestar"

Donghae suspiro cansado, se dejó caer al suelo queriendo recuperar su respiración. ¿Qué iba a hacer ahora? la plática duraría alrededor de dos horas y casi toda la escuela estaba ahí adentro. Abrumado se levantó, lo mejor era dar un paseo largo por el instituto.

Sus pies le llevaban por donde querían, sus manos permanecían ocultas en los bolsillos del saco, y su mirada puesta al frente. Ojala a todas horas fuera asi de pacifico el ambiente escolar, entonces muchos se sentirían felices de asistir, y sus mentes se encontrarían en calma constante y concentración pura.

Decidió que debía practicar un poco su baile, solo porque si, entonces combatiría su aburrimiento y emplearía el tiempo perdido en algo productivo. Cuando llego al corredor vacío su intención era seguir hasta la penúltima puerta, pero la profunda melodía producida por un piano le atrajo y le saco de sus pensamientos.... Con cautela se acercó a la última puerta y vio por la ventana el interior.

Estaba aquel chico, HyukJae, sentando en el taburete negro con los dedos puestos sobre las teclas, y la mirada fija en las notas musicales plasmadas en aquellas hojas que parecía esforzarse a seguir. Sus manos eran torpes, pero aun asi podía lograr establecer el ritmo en cierto modo melancólico, de manera lenta lograba mantener el tono, pero volvía a perder la velocidad y confundir las notas hasta hacer de ella algo confusa.

Donghae admiro su perseverancia en segundos, él sabía lo básico de un piano, muchas veces quiso abandonarlo; pero el pelinegro no lo hacía, solo sonreía cuando se equivocaba y volvía al inicio con el mismo ánimo.

El azabache sonrió y fue al salón de baile, desde ahí aun podía seguir oyéndole. Sintiendo el sentimiento florecer solo en su pecho, pronto su cuerpo ya se encontraba moviéndose al ritmo, mostrando lo que sentía.

La música paro, y él también lo hizo.

-¡No te detengas!- se animó a gritar, pegándose a la pared de espejos para que pudiera oírle. -¡Necesito practicar y tu también. AYUDEMONOS JUNTOS!

La única respuesta que obtuvo, fue la del piano volviendo a ser usado y dándole fondo y emoción a sus pasos. Pasaron largos minutos, horas en las que ambos, divididos por una pared no tan gruesa, se acompañaron mutuamente inmersos en algo que amaban por igual.... El baile y la música. 

Blanco de lenteWo Geschichten leben. Entdecke jetzt