Desesperos

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Una chica de cabellos lacios y azabaches resistía las innumerables maldiciones que Amycus Carrow le lanzaba para encontrar la información que tanto anhelaba pero que ella no cedería a dársela.

—Mira, chiquilla, a mí no me vas a manipular como hiciste con el inútil de Malfoy. ¿Dónde demonios está el cofre? —inquirió el hombre, mientras le lanzaba otro crucio.

—Ya le dije que no sé, no lo he visto desde hace días. —respondió desde el suelo, una vez que estuvo recuperada.

—¿Cómo es posible que vivan en la misma estúpida torre y no sepas dónde lo tienen? Ya no te soporto más, terminarás igual que él. —finalizó, antes de golpearla contra el piso e irse antes de ser descubierto.

***

—Señorita Greengrass tiene usted unos niños muy lindos. —sonrió la enfermera, mientras revisaba a la rubia.

—Lo son. —asintió, observando a los pequeños que dormían tranquilamente.

—Eso fue todo, señorita. —manifestó —. La veré de nuevo en unas semanas pero esta vez tendrá que ir a San Mungo.

—Gracias. —asintió, observando a la enfermera que salía dejándola sola. Daphne sonrió al sentir como la puerta de la enfermería volvía a abrirse imaginando que Harry estuviera ahí —. ¿Terminaste de arreglar lo que tenías que hacer, Harry?

—¿Así que son de Potter? —inquirió un hombre cubierto.

—¿Quién es usted? ¿Qué quiere? —preguntó la rubia con temor.

—Y son dos. —rió —. Más diversión ahora. Dime algo, ¿dónde tienen el incienso?

—No sé de qué me habla. —respondió, haciéndose la desentendida.

—No se pase de lista conmigo. Sabe que, no me tomare la molestia de preguntarle nuevamente porque sus hijos sufrirán las consecuencias al no querer cooperar.

—¡Alejase de mis hijos! ¡Lárguese de aquí! —exclamó alterada, al ver como el hombre se acercaba a los niños.

—¡Quítate! ¡Estorbas, maldita traidora! —escupió, mientras le tapaba bruscamente la boca de la chica y la inmovilizaba —. Por ahora sólo me llevaré a uno, pero quiero decirte que luego vendré por el otro, me serán muy útiles eso tenlo por seguro. Tú elegiste su destino y ya no hay vuelta atrás. —finalizó, tomando al pequeño James y se retiraba dejando a la chica completamente te inmóvil y desesperada.

—¡MI HIJO! ¡SE LLEVARON A MI HIJO! —gritaba la rubia en un mar de lágrimas mientras sentía un gran desespero nunca antes sentido.

***

Mansión Greengrass.

—Te presento a tú bastardo nieto, Greengrass. —manifestó Amycus, sosteniendo a un pequeño niño que no paraba de llorar.

—¡Calla a ese mocoso! —exclamó Alecto aburrida, haciendo que su hermano tomara su varita y lo hiciera dormir inmediatamente.

—¿Para qué lo traes si aún no tenemos el incienso? —inquirió Greyback, mirando atentamente a la inocente criatura que dormía profundamente.

—¿Y la chica? —preguntó Rookwood.

—No quiso cooperar, así que te pido hermana que entres por el armario evanescente y le des unas cuantas lecciones a esa chica malcriada y te dirijas a San Mungo para investigar sobre eso. —respondió Amycus, mientras su hermana le daba una sonrisa maliciosa y desaparecía.

—Entonces, ¿el incienso?

—¿Y el papá del niño? —preguntó la señora Zabini.

—Lamento informarte querida que no son tus nietos, son hijos de Potter. —respondió, dejando al niño en un rincón más alejado de la casa —. Son mellizos.

—No puedo creer que su hija pueda caer tan bajo. —comentó la señora Zabini con desprecio.

—Espero que Astoria no cometa el mismo error. —le siguió la señora Greengrass.

—Ya lo cometió, es chica se burló de nosotros en la cara y merece también un castigo. —acusó Greyback.

***

—Señorita Greengrass, lamento mucho todo lo que está pasando. —una McGonagall preocupada había sido informada de todo —. No sé cómo pudo entrar al castillo y burlarse de la seguridad.

—La pequeña está bien. —anunció con tristeza la señora Pomfrey —. Lamento no haber podido hacer más, Minerva.

—Los aurores ya han sido informados de todo lo que sucedió. —declaró la directora —. Sus amigos vienen en camino. —finalizó, tratando de consolar a la rubia que se encontraba más tranquila por la poción que le había suministrado la enfermera.

—¿Dónde están mis sobrinos? ¡Daphne! —exclamó Astoria nerviosa entrando a la enfermería.

—A su hermana le hemos suministrado una poción tranquilizantes, los aurores ya han sido informados de todos lo sucedido y están en proceso de búsqueda inmediata. —informó la directora.

—Se lo llevaron, Harry. Se lo llevaron. —lloraba Astoria mientras observaba a su hermana dormitar.

—¡¿Que le han hecho?! —exclamó, alterado.

—Le han dado una poción para tranquilizarla. —habló la señora Pomfrey —. Lamento todo lo que está pasando, Potter. Sé que encontrarán a su hijo.

—Prefiero que me lleven a mí. —lloró Astoria.

—Señorita Greengrass, los aurores ya se están encargando, lo encontraremos.

—Mi hijo volverá sano y salvo, nadie lo tocará. Juro que encontraré y mataré a quien se lo haya llevado. —amenazó Harry, alzando a su hija.

—Eso quisieras tú, Potter. —susurró Alecto para ella misma, comenzando a ingeniarse un plan para robarle el incienso a los aurores para dar inicio al ritual.

Amores InesperadosWhere stories live. Discover now