Una misión

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—No creo que pueda hacerlo. —negó una chica algo temerosa.

—¡¿Pero de qué demonios hablas?! ¡Claro que lo harás! —gritó Rookwood.

—No sabes a quienes te estas enfrentando. —habló la señora Parkinson.

—Es eso o la muerte de tus padres adoptivos. No quisieras quedarte nuevamente en aquel orfanato, ¿o sí? —intervino Amycus.

—¡Me enfrento a unos cobardes que tienen que buscar ayuda para poner en marcha sus estúpidos planes! —exclamó April ya aburrida de tantas amenazas.

—¡No seas tan cínica! ¡¿Cómo te atreves a retar a tus superiores?! —gritó Alecto con furia, apuntándola con su varita.

—A tú madre no le gustaría ver como su hija nos desafía. Ella era la seguidora más leal que pudo tener mi señor, pero ya veo que la vena de tú padre fue desgraciadamente más fuerte. —dijo el señor Greengrass lamentándose.

—Vaya, la chica salió con más agallas que su padre, tío y primo juntos. —se burló Amycus.

—¡Maldito traidor! —exclamó Greyback, recordando a aquel hombre merecedor de la muerte la cual sufrió.

—Mi padre no fue un traidor, fue un hombre muy valiente, tuvo más agallas que todos ustedes juntos al defender lo que quería. —defendió April.

—Yo te mostraré lo que es tener agallas maldita mocosa. —dijo Amycus apuntándola con su varita.

—No. Nadie va a hacerle nada porque nosotros hicimos un acuerdo. —intervino Lucius mirando a la temporalmente rubia —. Y tienes que cumplirlo sino quieres pensar en las consecuencias. Además tú madre estaría muy orgullosa de ti. —finalizó de forma fría, observando como las facciones de la chica comenzaban a cambiar al apuntarla con su varita. Su cabello tomó un color azabache completamente lacio, mientras sus ojos dejaban todo aquel rastro de azul para tornarse de un color negro profundo con cierto brillo malicioso que cada vez que se enfadaba le era inevitable ocultar, aquel brillo que odiaba por recordar los ojos de su progenitora.

—¡Son unos asquerosos asesinos, merecen morir de la misma forma que ustedes mataron sin piedad a tantos inocentes! —gritó con cierta valentía que ni ella imaginaba que tenía —. ¡Me alegro de que me hayan dado en adopción, no soporto pensar que soy hija de una asquerosa asesina! ¡Debió pudrirse en Azkaban!

—Maldita bastarda, ¡¿cómo te atreves a insultar el hermoso recuerdo de Bella?! —declaró ofendida la señora Zabini.

—¡Hermoso y victorioso sea el recuerdo del momento de su muerte! —exclamó April.

—¡Crucio! —conjuró Alecto.

—No te pases de lista con nosotros porque acabaras como esas personas... muerta. —manifestó Amycus, mientras que su hermana le lanzaba otro crucio.

—En todo caso, si Bella lo hacía, ¿por qué nosotros no tendríamos ese privilegio de practicar contigo aquel hechizo que tú madre adoraba? —declaró Rookwood con malicia viendo como la chica se retorcía ante ellos.

—No dejaré que cualquier cosa venga a destruir mis planes. —escupió Amycus mirando a la azabache con desprecio.

—¡No soy cualquier cosa! ¡Mi nombre es Cassiopeia Snape Black y voy a luchar hasta acabar con cada uno de ustedes! —habló la chica recompuesta de la maldición y encarándolos.

—¡BASTA! —gritó Amycus proporcionándole un fuerte golpe en su fina y pálida cara.

—Le darás esa poción a Daphne Greengrass quieras o no, es una orden. ¡Imperio! —conjuró Alecto, mientras la chica yacía en el suelo con la nariz y labio roto.

—En el estante está la poción, tienes exactamente un mes para dársela, sino lo haces yo mismo iré a buscarte y te mataré. —declaró Lucius, mientras la alzaba bruscamente del suelo y la apuntaba con su varita haciendo que la chica volviera a ser rubia, ojiazul y sumisa.

—Lucius, será mejor que traigas el incienso, se acerca la hora, además con esta chica se puede esperar de todo y no quiero que hayan contratiempos. —finalizó Amycus, antes de salir de la mansión Greengrass junto con los demás mortífagos.

***

—¿Qué les dijeron los aurores?—preguntó Harry.

—Han ido a investigar la mansión Malfoy, pero por más que intentaron abrir la tercera puerta no pudieron. —informó Ron —. Pero si encontramos el incienso deberíamos de entregarlo.

—¿Por qué no lo hicieron? —inquiró Daphne.

—No estoy seguro de entregarlo aún. —respondió Draco.

—Ahora que recuerdo, ustedes no dijeron que había en la tercera puerta. —interrumpió Theo.

—Los restos de Voldemort. —respondió Ginny.

—¿Y en la otra puerta? —preguntó Draco, recordando la puerta en la que se habían escondido Blaise y Ginny al sentir la presencia de su padre en el lugar.

—Nada importante. —respondió Blaise observando a la pelirroja.

***

Lucius Malfoy se encaminó a su mansión para recoger el incienso, sin más espera giró sobre sí mismo y apareció en los jardines de la mansión, a simple vista parecía que Narcissa no se encontraba, así que suavemente abrió la puerta principal llevándose una inesperada sorpresa.

—¡Lucius! ¡¿Pero qué haces aquí?! —exclamó Narcissa, sin poder creer que su marido se encontrara libre —. ¿Cómo es que estás aquí? ¿No deberías de estar en Azkaban?

—No molestes con tus preguntas, mujer. —respondió fríamente, mientras seguía su camino.

—¿Qué es lo que quieres?

—Cosas que a ti no te incumben.

—Si es en mi casa, claro que me incumben.

—No me obligues a hacer algo que no quiero, Narcissa.

—Tus amenazas no sirven conmigo, Malfoy. ¿Qué demonios buscas en esta casa?

—¿No tienes que irte de compras? ¡Lárgate con tus asuntos y déjame en paz! —exclamó el rubio antes de entrar al calabozo.

Lucius entró en la segunda puerta buscando aquel libro de magia oscura que explicaba cómo activar el incienso, al llegar al estante, lo tomó y se dispuso a buscar el cofre donde había ocultado el incienso, pero por más que lo buscó, no lo encontró.

—¿Dónde demonios está? —preguntó el rubio en voz alta con suprema frustración.

Luego de buscar por todo el lugar, se dispuso a entrar a la tercera puerta dónde recordó su encuentro con Draco llegando a una gran y problemática conclusión. Draco había entrado a investigar, tomando el cofre donde reposaba el incienso. El chico se le había adelantado, sólo esperaba que no descubriera la manera de abrirlo aunque sabía que era una situación poco probable.

Amores InesperadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora