—¿Por qué demonios jugaste conmigo de esta manera? —tal vez simplemente es el karma atacando, viniendo por mí cobrándosela de un solo golpe profundo todas las mujeres a las que he usado, aunque nos hemos usado mutuamente. Tal vez simplemente sea un maldito juego del destino que quería volver a verme enamorado y otra vez con el corazón destrozado. Inhalo su aroma que está impregnado aun en las sabanas que se arrugan sobre mi nariz, inhalo recordando los buenos momentos que hemos pasado juntos en está cama, casi todos sexuales, casi todos con ella tragándose mi miembro de distintas maneras, quizás nos faltó mucho más tiempo para compartir juntos lejos de la cama, pero tenía un plan sobre cómo llevar las cosas, recién estaba comenzando pero ella no me dejo terminar. —Eres una mujer mal... —un nudo se me forma en la garganta, las palabras simplemente no salen por nada del mundo. Siento que me agobian todas las cosas que me están sucediendo, no estoy preparado para sentir esto. No estoy preparado para la maldita decepción. —Malditamente hermosa. —

Eso si sale, no puedo negar su belleza, esa belleza que me manipulo. Sacudo mi cabeza dejando que la sabana otra vez repose en la cama, concentrándome en su nota que ahora está en el piso, tan destrozada como mi cordura, rota en miles de pedazos siendo iluminada por la luz de la luna que ingresa por las ventanas abiertas. Una nota destruyo a uno de los hombres más seguros de Seattle, una maldita nota se llevó todo el aliento que tenía contenido. Estaba preparado quizás inconscientemente para que me deje pero no con su hija, haciendo este acto ha terminado por decepcionarme.

La cama deja de soportar mi peso al ponerme de pie de una forma rápida que asombraría a muchas personas, decido parar con esto, a no derramar ni una sola lágrima por aquella mujer que tarde me he dado cuenta que no vale en nada la pena. Sacudo mi cabeza, mi mano se pasa por sobre mi frente donde una capa de sudor se ha hecho presente, la adrenalina sigue en mi cuerpo acompañando a la enceguecedora angustia que aún no me deja saber qué hacer. Pero acá no voy a lograr nada, en este cuarto repleto de tantos recuerdos no lograré nada.

Cojo mi celular que no sé cómo fue a parar en la cama y sin más camino a la puerta de salida estando con mi pantalón de vestir y camisa aún puesta, por unos segundos se me cruza la idea de ahogarme en el alcohol del pequeño mini bar que tengo pero deshecho esa idea, ahora necesito estar en mis cinco sentidos, pensar analíticamente y dejarme de estúpidos sentimentalismos que no me conducirán a nada, pero eso haré mañana, ahora solo quiero dormir pero no en ese cuarto.

Marco un número, el teléfono móvil pita tres veces hasta que al fin la llamada se atiende. —¿Björn pasa algo malo? —la voz de mi nuevo amigo se hace presente. Tan firme y ruda adoptando quizás su papel de detective rudo. Sigo caminando por la casa a oscuras, con el celular pegado a la oreja buscándola a ella, con la esperanza que sea solo una broma como lección por ignorarla todo el día. Estoy a punto de contestarle que es lo que pasa pero la voz inconfundible de Bryan –su jefe- reclamándole que deje el celular me corta.

—Solo quería saber si estabas bien en tu trabajo, si no te habías quedado dormido. —miento, con un ligero nerviosismo al detenerme en la última sección que me falta revisar.

—Para ser un exitoso abogado déjame decirte que mentir sinceramente se te da fatal. —no se ríe, ni yo tampoco lo cual es extraño en él pero quizás en su oficina se olvida de aquel hombre gracioso que con sus bromas ayuda a olvidarme de todo. Necesitaba un poco de esas bromas para sacarme de este pantanoso fango que me está consumiendo. —Ahora tengo que cortar sino me cortarán la cabeza. Mañana apenas salgo paso por tu departamento. Ten una buena noche y por favor aléjate de toda bebida alcohólica que no quiero usar mis contactos para sacarte de la cárcel por escandaloso. —

El pitido del celular al la llamada colgarse es igual al pitido que se forma cuando una persona muere, un pi eterno se forma en mi oído sintiendo mi corazón ahora desquebrajándose cuando observo la última habitación y no encontrar a nadie. Absolutamente nadie, vacía y limpia. Con manos temblorosas, buscando con quien más hablar decido marcar otro número. —Christian, contesta maldita sea. —pero como es de esperar, ese número no atiende. Seguro seguirá pasándola bien, Ana la estará pasando bien así que no pienso seguir molestándolos con mis problemas. Mis pies comienzan a moverse inconscientemente descartando la idea de hablar con mi padre o Josh, pues no quiero que se preocupen por cómo me encontraré luego de esta noticia que me ha golpeado directamente al hígado. Tampoco llamo a Derek, y así mi lista de personas de confianza se acaba guardando mi celular en el bolsillo de mi pantalón deteniéndome en este cuarto al que ingreso sin pensarlo mucho.

Mis Pervertidos II (Grey)Where stories live. Discover now