Lily Y James. [Awardspotterhead]

capítulo 26. Último año.

En el Gran Comedor, bajo el techo encantado, reflejando un cielo aterciopelado salpicado de estrellas, todos estábamos muy atentos escuchando la nueva canción del Sombrero Seleccionador.

Para nosotros, los de séptimo, sería nuestro último año en Hogwarts. En mi caso; mi segundo hogar. Y es que fue en ese amado colegio donde descubrí el lado maravilloso de ser diferente.

Cuando el viejo y raído sombrero terminó de cantar, el Gran Comedor estalló en aplausos, vítores y silbidos.
Yo también aplaudía, radiante de alegría.

En el asiento de en frente se sentaba Anny, junto con Remus. Aunque el año anterior habían terminado su relación seguían llevándose muy bien. A mi izquierda, se sentaba Alice, a su lado estaba su novio, Frank. Y a mi derecha, estaba James. James Potter.
Había insistido en sentarse junto a mí, alegando que como ambos éramos Premios Anuales, deberíamos sentarnos juntos. Yo había accedido a regañadientes. Peter y Sirius también se sentaban cerca, éste último acompañado del habitual grupo de tontitas. La notificación de que había sido galardonada con el Premio Anual de Hogwarts me llegó a las pocas semanas de haber iniciado las vacaciones. Me puse loca de contenta, obviamente. Mi madre incluso lloró de la felicidad, llena de orgullo, al igual que mi padre. Petunia, mi hermana, me trató de forma más hostil de lo habitual a partir de ese momento. Celosa por otro logro más por el cual mis padres me llenaban de elogios. Me miraba con desdén y casi no me dirigía la palabra, excepto cuando quería hacerme sentir mal, desde luego; haciendo menciones de, según ella, mi anormalidad.

No me tomó por sorpresa que Potter también haya sido elegido Premio Anual. Pues es que el año anterior tuvo un magnífico desempeño como estudiante, eso si había sido una sorpresa. Desde que la profesora McGonagall nos reprendió a ambos, el había empezado a tomar muy en serio sus estudios. Y cabe recalcar que Potter era uno de los estudiantes más influyentes del colegio. Era muy buen buscador, por no decir que era el mejor, y eso despertaba la admiración de muchos.
Los chicos lo tomaban como un modelo a seguir y las chicas se babeaban por el. En fin, era querido por todos. Pero con todo y eso, para mi seguía siendo un completo idiota.

Poco y nada había cambiado desde que hicimos el dichoso "pacto" el año anterior, en sexto. Potter me seguía fastidiando, yo le seguía diciendo una y otra vez que me dejara en paz, y así sucesivamente. Pero no podía obviar el detalle de que se comportaba con más madurez, como debía de ser, en realidad. Pero aparte de eso todo seguía igual entre nosotros.

La profesora McGonagall había colocado un taburete frente a la fila conformada por los de primer año, y sobre dicho taburete estaba el sabio Sombrero Seleccionador.

La profesora iba llamando a cada uno. Iban pasando conforme los llamaba. Todos tenían una expresión de nerviosismo en sus rostros. Se colocaban el sombrero, temblorosos, y aguardaban, aún más temblorosos, a que el sombrero diera el veredicto final y definitivo.

Me llamó la atención un niño, mucho más pequeñito que los demás de primero, que pasó y se colocó el sombrero y quedó en Gryffindor. Al parecer no le había gustado mucho la decisión del sombrero. Pues se mostró triste y vino cabizbajo a sentarse en nuestra mesa. Se sentó a varios asientos de distancia, por lo cual no le pude ver más. Pero la verdad fue que sentí algo de pena por él, tal vez estaba esperando ir a otra casa. O tal vez toda su familia fuera de Slytherin y, como Gryffindor era la casa enemiga de Slytherin, lo repudiarían por deshonrar a la familia, o algo así.

En fin, pronto dejé de acordarme del niño, pues es que Dumbledore no bromeaba cuando decía que el espectacular banquete podría dejarnos aturdidos.

Me serví una buena ración de pastel de carne y pollo, lo acompañé con abundante jugo de calabaza.
Las conversaciones de las mesas contiguas quedaron amortiguadas por el ruido producido por tenedores y cuchillos al chocar contra los platos.