capítulo 23. Perseguidos por Filch y la Señora Norris.

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-¿Y?, ¿qué te parece? -preguntó él.

-No está mal. -dije paseando la vista alrededor, fingiendo indiferencia. Sí, he dicho fingiendo, porque era imposible mantenerse indiferente ante lo que tenía en frente.

-¿No está mal? -dijo él, con el entrecejo fruncido. Parecía desilusionado-. ¿Es lo único que vas a decir?

Lo miré. -¿Y qué más quieres que te diga? -dije cortante.

En realidad. Su sorpresa era espectacular. Aunque "espectacular" era una palabra muy pobre para describir lo que tenía ante mis ojos. Aquello era increíble y maravilloso. Un sueño.

Racimos de rosas rojas y rosadas que formaban un perfecto círculo, lo suficientemente grande para los dos. Pequeñas y brillantes hadas se pozaban en cada una de ellas, dejando caer sus polvillos brillantes de sus diminutas alas. Todas sonreían. En el centro del círculo había dos cojines rojos mullidos, uno frente a otro. En el medio, había una pequeña mesita de material transparente. Parecía vidrio o cristal. Y sobre ella estaba un candelabro, con cinco belas. También estaba pulcramente ubicado un pequeño florero, que contenía una sola rosa blanca. Y había fuentes con una variedad de lo que parecían postres. Y una botella con un par copas.

-¿Ya podemos quitarnos ésta capa? -pregunté.

-Eh, sí. Claro. -dijo él. Y acto seguido nos sacamos la capa de encima.

Respiré un poco más aliviada, pero no por mucho tiempo.

De repente, me entró un pánico terrible. ¿Y si alguien nos veía? Ya había pasado el horario permitido a los estudiantes de seguir en la sala común. Ahora ya era hora de acostarse. Y yo estaba con Potter fuera del castillo, en una cita con una treintena de hadas luminosas y brillantes que para nada pasarían inadvertidas.

-Alguien nos puede ver. -dije en un susurro, escudriñando la oscuridad. La luna estaba en creciente, así que la luz que emitía era escasa.

-¿Qué?, ¡Ah!, no te preocupes. -dijo él, entrando en el círculo cercado por las hadas-. Filch está vigilando el interior del castillo, y todos los estudiantes están en las camas. El único que podría vernos es Hagrid, y él está al tanto de todo ésto. -sonrió, al momento en que se sentaba sobre uno de los cojines.

-¿Qué Hagrid sabe lo de esta... cita? -dije.

-Si. El convenció a las Hadas para que estuvieran aquí esta noche. -dijo-. Ven, siéntate. -añadió indicando el otro cojín desocupado.

Me adentré en el círculo. Me quedé quieta y con la boca nuevamente abierta. No sólo habían hadas, ni rosas con fragancias exquisitas; también había música. La melodía más hermosa que cualquier oído pudiera escuchar. Era una música suave y relajante. Sentía como mis ojos empezaban a humederce, por lo hermosa que era la melodía. Pero no quería llorar, ni mucho menos. Solamente que la música era tan emotiva que me había tocado muy a fondo.

-Son las hadas. -escuché que decía. Y al escuchar su voz salí de mi ensueño.

-¿Cómo? -pregunté, sacudiendo un poco la cabeza para despejarme.

-La canción que oyes son de las Hadas. -dijo él-. Sólo los que estén en éste círculo la pueden escuchar.

-¿En...en serio? -tartamudeé-.

-Sí. Pero ven, siéntate. -repitió él.
-Claro. -dije. Me senté con sumo cuidado. Llevaba vestido. Jamás me había sentado sobre algo tan cómodo. Superaba incluso a los sillones mullidos de la sala común.

-Ésto se siente cómodo. -dije con una sonrisa tímida. De alguna extraña manera la música de las Hadas me había relajado y había mejorado considerablemente mi humor.

Lily Y James. [Awardspotterhead]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora