Sean se acuclillo junto a mí y me abrazo, solidarizándose conmigo. Pero no podía corresponderle, no ahora, cuando sentía a mi hermano a flor de piel. No luego de culparlo de su muerte. Me deshice de sus brazos suavemente, para no herir sus sentimientos. Me incorpore y me acerque al lobo, que me observaba detenidamente.

-Hay que esperar ¿no es así? –le pregunte. Hizo un leve movimiento con la cabeza, como si estuviera asintiendo. –Mañana luego de la medianoche, ¿será posible?

Imito el mismo movimiento anterior y se recostó en el centro de la cruz hecha por las rocas blancas. Y de allí no se movió. No parecía querer compañía, así que lo deje estar. Ya habría momento para saber qué era lo próximo para hacer.

-¿Y ahora? –pregunto Alex.

-Ahora hay que esperar. –respondí. –El solsticio no es hasta mañana a la medianoche, así que hay que hacer tiempo.

-Podría ir a buscar más provisiones, así aprovechamos… -comento Hawa.

-No creo que puedas lograrlo. –sentencio Winter.

Lejos de escucharla, Hawa intento desaparecer, pero no lo logro. Lo notaba por su expresión de frustración, su rostro se iba transformando a medida que continuaba intentando.

-Te lo dije.

-Supongo que es parte de la “magia” que tiene este lugar. –observo Nichi. –No por nada pudimos encontrarlo una vez que el basajaun abrió sus puertas.

-¿El qué? –pregunte.

-Basajaun. Es el nombre que se le da en la mitología vasca al espíritu del bosque. En realidad tiene muchos nombres. Sinceramente, me parece que este es el más lindo. –respondió.

Probablemente tenía razón, lo más lógico era que aquel lugar permaneciera escondido de todas las maneras posibles. Observando un poco más el lugar, note que uno de los arboles era distinto al resto, me sentí un poco estúpida por no haberlo visto antes pues era enorme. Su tronco sumamente ancho iba hacia arriba torciéndose en forma de un holgado espiral y sus ramas se extendían como brazos abrazando la mitad del perímetro. Sus hojas se veían de un intenso color verde con un diseño muy bonito, en ondas, como el dibujo de un niño. Inconscientemente me había ido acercando y toque el tronco, que lograba llamar mi atención poderosamente. Instantáneamente algo se movió en mi interior, doblando mis rodillas ya de por si un tanto débiles. El poco calor que había estado guardando había desaparecido, dejándome hecha un ovillo en la hierba.

-¡India! –gritaron todos al mismo tiempo, corriendo a mi lado.

-Frio… tengo… frio… -balbucee, temblando.

Cerré los ojos exhausta, rogándole a todos los dioses de todas las religiones existentes que me dieran la fuerza suficiente para aguantar, aguantar el ritual y el tiempo necesario para rescatar a Noah.

-El roble… ¡el roble expuso el veneno! –escuche decir a Hawa.

-Esta acelerando el proceso para expulsar la oscuridad en ella… -termino Nichi. –Ori ¿No puedes hacer nada?

-Está fuera de mis posibilidades. No soy quien para cambiar su destino.

-¿La dejaras morir? ¿Después de todo lo que ha enfrentado para llegar hasta aquí? –increpo Sean, con furia en su voz.

-Su alma se ha encontrado con un desafío, si es lo suficientemente fuerte para superarlo, entonces, así será. De otra manera no puede ser. –contesto el dios yoruba, impertérrito.

Alguien golpeo fuertemente uno de los árboles, su sonido calo en mis oídos con estrepito. Me tomaron entre todos y me abrazaron, regalándome un poco de calor. Pero tan solo uno de esos brazos me daba real energía. Un atisbo de esperanza. No quería abrir los ojos por miedo a sus rostros, no tenía idea de cuál sería mis aspecto en esos momentos. Me aferre intensamente a esa sensación de calor, de energía pura y a la imagen de mi hermano, a quien veía sonriente, con esa gracia que solo un niño de su edad podía tener. Extendí mi mano sin pensarlo, buscando su contacto, su ternura y sencillez. Pero no lograba alcanzarlo, pues tan solo estaba en mi mente. Aun así, en el brazo que estire empecé a sentir esa energía casi irreal que me regalaba un poco de paz y esperanza dentro del hielo que me estaba consumiendo. Pronto comencé a sentirla en todo mi torso, sobretodo en mi pecho, donde mi marca se había vuelto negra. Respire profundamente, obligando a mi cerebro a enviar esa sensación a lo largo de mi cuerpo, intentando recuperarme.

Cronicas Elementales: El altar del druida (PARTE 2)Where stories live. Discover now