Capítulo 25: Pantókrator

104 12 0
                                    

Fue en el refectorio. Por lo general, los monjes comían aparte y no toleraban la presencia de los dos extranjeros. Pero después de una severa reprimenda por parte de Minos, habían aceptado que se sentaran con ellos, eso sí, siempre y cuando la dichosa mujer se cubriera el rostro con la capucha y no los perturbara con sus miradas descaradas e insolentes.

Había tradiciones y estereotipos que jamás cambiarían, por mucho que pasara el tiempo. En Meteora casi nada había cambiado en diez siglos.

Lara había estado evitando a Kurtis todo el día. Él, lejos de sentirse ofendido, le había correspondido con una pícara sonrisa cada vez que se había cruzado con ella, cosa que no había hecho sino irritarla todavía más.

Ahora, estaba sentada a su lado, separada de él todo lo posible, mientras escudriñaba desde la profundidad de la capucha a todos los monjes, jóvenes y viejos, y lanzándoles una de sus miradas penetrantes cada vez que la miraban, más para fastidiarles que para otra cosa. Hasta que uno de los novicios, furioso, se había levantado, arrojando su escudilla al suelo, y señalando acusador a Lara había gritado:

- ¡Ya estoy harto! ¡Padre, esta impúdica hembra no deja de acosarnos! ¡Permitir su entrada a la santidad de nuestro retiro es una clara profanación!

- Compórtate, Pancratios.- dijo el abad con severidad – Está aquí porque yo se lo he permitido. No olvides eso.

El novicio estaba rojo de furia. Lejos de calmarse, continuó:

- ¡Desde cuándo una mujer está destinada a invocar el Sagrado Oráculo! ¿Hasta dónde vamos a llegar? ¡Que nosotros, santos varones y guardianes ancestrales de este lugar, no podamos dialogar con los ángeles, y esta ramera sí pueda!

Se produjo el escándalo en el refectorio. Media comunidad se levantó, gritando furiosa que Pancratios tenía razón y pidiendo echar a la invasora. La otra media comunidad empezó a despotricar contra Pancratios por haber usado un vocabulario tan poco adecuado para el lugar. Minos se puso en medio y empezó a vociferar las reglas de silencio y humildad que imponía la comunidad. Y Kurtis tanteó el Chirugai, por si la cosa se ponía fea y había que repartir palo.

Pero Lara no hizo nada. Se quedó quieta, absolutamente inmóvil sobre el banquillo, con los labios apretados y una expresión de desconcierto en el rostro.

No había sido por el insulto. Después de cada encuentro con Gunderson, se había acostumbrado a todos los sinónimos de "prostituta" con que la obsequiaba. Tampoco le asustaba la actitud de los monjes, normal después de todo en gente como ellos.

Había sido otra cosa. Algo que había visto en el rostro de Pancratios mientras chillaba hecho una furia.

En aquel momento, había visto con toda claridad cómo su rostro cambiaba, como sus facciones se reordenaban, como si alguien se hubiera servido de su rostro y de su voz para mirar e insultar a Lara. Duró sólo un instante, pero fue suficiente.

Suficiente para reconocer en aquel rostro cambiante la mirada gélida de Karel.

*****

A Kurtis no se le había escapado en absoluto la mirada confusa de Lara cuando se había levantado del banquillo y había salido apresuradamente del refectorio. Ella no se alteraba por tonterías como aquella, así que se prometió averiguar qué había pasado en realidad.

No pudo ir hasta más tarde. Se había organizado un auténtico motín en el refectorio y algunos monjes querían moler a palos a la extranjera. Minos se las vio y deseó para calmarlos a todos, y Kurtis se sintió tentado de arrojar a más de uno por la ventana y enviarlo al fondo del valle.

Tomb Raider: El Sello ÁureoWhere stories live. Discover now