Capítulo 14: El sacrificio de Loanna

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Las imágenes fluctuaron ante sus ojos y la escena cambió. Esta vez se trataba de una estancia pequeña y oscura. Loanna y el Gran Maestre conversaban. Ella iluminaba la oscuridad con una antorcha.

- La guarnición que hemos enviado a Capadocia ha triunfado.- decía el anciano, que esta vez iba con armadura.- Los Nephilim han sido destruidos.

- Pero, ¿cómo es posible?

- Estaban sumidos en una especie de letargo. Ha sido fácil aniquilarles. 

- Entonces tan sólo queda Drakul.- dijo ella, santiguándose para protegerse de la malignidad que le evocaba la sola pronunciación de aquel nombre.

El Gran Maestre frunció el ceño.

- Ojalá fuera tan sencillo, hija. Se nos ha escapado uno. Encontramos su nicho vacío. De todas formas, no es ése el asunto que ahora me preocupa.

Se dirigió hacia un cofre que había en un rincón y extrajo un saquillo de terciopelo que contenía un objeto esférico. Era una hermosa esfera de cristal azulado, cubierto de extraños símbolos grabados.

- Lo llamamos El Orbe.- explicó – En realidad, no sabemos muy bien de dónde procede. Nuestra Orden siempre lo ha tenido. Pero hemos descubierto que este cristal es capaz de aniquilar a un Nephilim si lo empuña un miembro de nuestra Orden. Empuñado por otra persona, no tiene efecto alguno sobre estos seres.

Loanna tomó el Orbe con manos temblorosas.

- No temas, hija, no puede romperse.

Y dio un brusco manotazo a la esfera, que resbaló de sus manos y cayó al suelo. Loanna gritó al verla hacerse añicos, pero casi al instante los pedazos se cerraron sobre sí mismos y el Orbe quedó intacto.

- Cógelo, hija.

Ella sacudió la cabeza, aterrada.

- ¡Eso es magia demoníaca!

- No, hija mía. Es el poder de los ángeles. Este cristal ya existía cuando nuestra Orden nació, y seguirá existiendo cuando el último de nuestros hermanos muera.  Un material celestial que puede matar a un ser inmortal.

Visto que Loanna seguía reacia a tocar el Orbe, el Gran Maestre lo recogió y lo guardó de nuevo dentro del saquito de terciopelo. 

- Le arrebatanos al Orbe tres cristales y tallamos con ellos tres puñales, que hemos bautizado como Fragmentos del Orbe. Con ellos, nuestros guerreros han podido dar muerte a los ángeles caídos. Ahora, nuestra lucha se dirige hacia otros caminos. Tenemos que destruir a Drakul, encontrar al Nephilim que logró escapar y... y dar muerte a tu hijo.

- No es mi hijo. – dijo Loanna con frialdad – Es una creación de su padre. Yo no tuve nada que ver.

Él asintió.

- El Orbe es nuestra posesión más preciada. Jamás debe caer en manos del enemigo. Recientemente hemos sabido que ha surgido una secta que da apoyo a los Nephilim. Se hace llamar La Cábala.

Loanna frunció el ceño.

- ¿Judíos?

- No, hija. Algunos son sacerdotes. Otro son médicos. Los guía un individuo llamado Pieter Van Eckhardt, que se hace llamar como apodo El Alquimista Oscuro.

Ella suspiró.

- El Mal prolifera y se abre camino. 

De repente, llegó corriendo un caballero. Sudaba a mares.

Tomb Raider: El Sello ÁureoOnde histórias criam vida. Descubra agora