Capítulo 3: Mantícoras

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Capadocia era un región seca, prácticamente desértica, que descollaba por la excepcional hermosura de sus formaciones rocosas. Lara no halló ni un alma en aquellas soledades - afortunadamente, pensó- y le costó tres segundos colarse en la excavación y meterse por el túnel. Y al final de él... el hallazgo.

La necrópolis Nephilim se estructuraba en cámaras circulares continuadas, en cada una de ellas había unos veinte nichos que contenían una estructura globular de piedra cada uno, que contenían a su vez nada menos que un Nephilim.

El equipo de arqueólogos de Selma había practicado unas cuidadosas perforaciones que permitían ver el interior de los "sarcófagos". Nada que ver con las chapuzas de Howard Carter y Heinrich Schliemann, qué tiempos aquellos... ahora la arqueología estaba más evolucionada, y Lara, evitando tocarlas, se asomó a las perforaciones y observó las criaturas que allí pasaban su última morada.

Los Nephili eran altos, larguiruchos, mejor dicho. De ellos no quedaban más que unos esqueletos muy poco humanos y pellejos colgantes... estaban muertos, y sin duda habían sido asesinados después de colocados allí. Eso lo dedujo Lara al ver la marca, grabada a fuego, que encontró en los cráneos: un rostro demoníaco rodeado por tres puñales, los Fragmentos del Orbe: era una de las insignias de Lux Veritatis, su enemigo ancestral. Después de que los monjes guerreros descubrieron el lugar, el letargo temporal de los Nephili había pasado a ser su descanso eterno. El único que había escapado era el Durmiente, de cuyo emplazamiento sólo quedaba el nicho vacío... Lara se preguntaba cómo había podido eludir a los Lux Veritatis.

Al llegar a la última cámara, el túnel continuaba más abajo. Lara entró en él, bengala en alto, y tras unos pasos, vio un cartel puesto por los arqueólogos que decía: PELIGRO. SUELO INESTABLE. Pero lo vio demasiado tarde. Al retroceder, el suelo, antiguo y resquebrajado, cedió bajo sus pies. Con un alarido que resonó en la oscuridad, se precipitó al vacío, maldiciendo su torpeza, pero justo en ese momento un brazo fornido surgió de la oscuridad y la sujetó con fuerza.

- Desde luego – oyó una voz familiar – eres única para meterte en problemas.

Lara, colgando sobre los abismos únicamente sujeta a aquel brazo, miró hacia arriba y vio a Kurtis.

(...)

Joachim Karel se sentó plácidamente en el sofá donde, horas antes, Lara y Selma habían estado hablando. Observó el diminuto apartamento de la arqueóloga turca, deseando haber podido atraparla. Hacía mucho que no mataba y estaba frustrado... sobre todo porque aquella mujer sabía demasiado y había escapado con vida.

De repente, sonó el teléfono. Karel miró con asco aquel aparato que los humanos tenían la mala costumbre de usar, pero que, desgraciadamente, había resultado ser más que útil en muchas ocasiones. Se acercó deliberadamente lento hacia la mesilla. Si era un cualquiera, pronto dejaría de sonar. Sin embargo, insistió. Ésa era la señal. Descolgó.

- Meister.- dijo la voz de Gunderson – Los hemos localizado. A los dos. En la necrópolis de Capadocia.

La necrópolis... su antiguo hogar, de donde había extraído el único Nephilim vivo - aparte de él mismo-, en quien había depositado sus esperanzas... para nada.

- Excelente.- dijo al mercenario.

- ¿Qué hacemos?

- Captúralos. A los dos. Los quiero vivos.

Gunderson parecía indeciso.

- Maestro, la mujer será una molestia...

- He dicho a los dos. Y procura no hacerles el menor daño o seré menos compasivo contigo que Eckhardt.

Tomb Raider: El Sello ÁureoWhere stories live. Discover now