Capítulo 22: El deamcatcher

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En algún lugar de la frontera entre Suiza y Alemania, una pareja de desventurados fugitivos buscaban (sin encontrarlo) el modo de salir de allí sin llamar la atención de las autoridades, más aún cuando Lara continuaba siendo la persona más buscada de toda Europa.

Ningún lugar del continente le valdría para ocultarse de la policía. Y ningún lugar del mundo le valdría para ocultarse de Karel. Era la ocasión ideal para que la Tierra se abriera bajo sus pies y se la tragara. Cosa que no sucedió, por supuesto.

Aquella tarde Kurtis le contó todo lo que había ocurrido desde que Gunderson se la llevara de Egipto. Había intentado eludir el tema, pero finalmente tuvo que revelarle la masacre acaecida. Al conocer la muerte de Putai, Lara se sumió en un doloroso y prolongado mutismo.

El silencio se prolongó durante las siguientes horas de carretera. Al cabo de un rato, exhausta, reclinó la cabeza en la espalda de Kurtis y cerró los ojos.

Sentía una rabia sorda que la devoraba por dentro. Putai, más cara para ella que una hermana, a pesar de las barreras raciales y culturales que las separaban; Putai, que la había salvado de morir lentamente bajo la pirámide... ametrallada bajo el ardiente sol de Egipto. La chamán le había devuelto la vida, y ella le había compensado trayéndole la muerte a ella y a su pueblo. El pueblo que la había acogido cuando no había sabido a dónde ir.

- Lara- jadeó Kurtis – si sigues apretándome así me vas a triturar las costillas.

- Lo siento.- se excusó ella, y aflojó los brazos. Estaba tan absorta en su miseria que no se había percatado de que estaba espachurrándolo.

Kurtis no había intentado darle ninguna palabra de consuelo desde que se enterara de la pérdida. Sabía que las más de las veces uno quería la soledad en aquellos casos. Pero en aquel momento se decidió a intervenir:

- Créeme, Lara, sé lo que es sentirse responsable de la muerte de un ser querido. Pero alguien me enseñó que los muertos no quieren lágrimas ni lamentos, sino que cumplas tus deudas con ellos. Yo le prometí a Putai dos cosas. La primera ya la he cumplido. La segunda será sólo cuestión de tiempo.

Lara asintió. Ya conocía lo que Putai había pedido en los últimos instantes de su vida. Pero no podía evitar sentirse furiosa.

- Putai y su gente han muerto para nada.- dijo con amargura – Al final ese puerco de Gunderson se hizo conmigo. Si me hubiera entregado cuando tuve la oportunidad...

- Gunderson los hubiera matado igual. Lara, una vez fue mi amigo, y trabajé para él durante mucho tiempo. Es un redomado embustero. Luego te habría humillado hasta que lamentaras tu estupidez. Es mejor así. Deja de atormentarte por tu amiga. Ella está en paz, mientras que tú y yo a saber si salimos bien parados de todo este embrollo.

Y añadió enseguida:

- ¿Te había dicho que el Sello Áureo ha cambiado?

Lara despegó la cabeza de la espalda de Kurtis y dijo con tono irritado:

- ¡Pues no! ¿A qué debo el inusitado honor de esta revelación?

- Cambió apenas llegué a Munich.- dijo él, ignorando el sarcasmo de su compañera – Como te veo cansada, te ahorraré el trabajo: el mapa nos señala el valle de Meteora, en Tesalia, provincia de Grecia.

Ella ya estaba haciendo cálculos.

- Meteora... ¡ya lo tengo! Los monasterios de Meteora. Se encuentran a cientos de metros de altura sobre peñascos aislados. Con toda probabilidad, ése es nuestro siguiente destino.

- Pero antes...

Kurtis giró hacia la izquierda y se adentró en lo que parecía ser...

- ¿Un motel de carretera? – dijo Lara, muy poco entusiasmada.

Tomb Raider: El Sello ÁureoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora