Capítulo 21: La defensa de Lara

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En la autopista de salida de Munich, un camión verde anaranjado cubierto con una lona circulaba a toda velocidad, en medio de un tráfico fluido y abundante.

A poca distancia y con igual rapidez, circulaba una flamante motocicleta, conducida por un hombre de rostro austero. Detrás de él y sujeta a su cintura había una mujer que llamaba la atención como una mancha de sangre en medio de la nieve: tenía inequívocos signos de haber recibido maltratos y vestía un pijama de hospital.

Por desgracia, no había tiempo para reparar en detalles como ésos.

- Acércate cuanto puedas al camión.- gritó ella al oído de Kurtis, para hacerse oír por encima del ruido del tráfico – Acabo de ver una cincha suelta en la lona que hace de techo. Subiré por ella.

- ¿Estás segura de que puedes hacerlo?

- Podré.- Lara apretó los dientes – Tengo que poder.

Afortunadamente, se sentía bastante mejor. El entumecimiento corporal había desaparecido por completo y el martilleante dolor de cabeza por lo menos había remitido un poco. Lo que se disponía a hacer era difícil y arriesgado, y hubiera precisado disponer de plenas facultades, pero tendría que conformarse con lo que había.

Kurtis se colocó al lado del camión, acercándose peligrosamente a las enormes ruedas. Por suerte, el copiloto estaba distraído y no pareció fijarse.

Colgando sobre al lateral del camión había una correa que se había soltado de la la lona que tapaba la parte superior del camión. Lara extendió el brazo y la agarró. Tras comprobar que estaba bien fijada y era segura, se agarró con el otro, saltó de la moto y plantó los pies sobre la superficie del lateral del camión.

Una ráfaga violenta casi la arrancó de allí, pero se aferró con fuerza a la correa. Otro golpe de viento le deshizo por completo la trenza. La larga cabellera cobriza flotó alrededor de su rostro como una nube, lo cual podía parecer muy hermoso pero le suponía una auténtica incomodidad. Acabó de trepar por la correa y se pegó al techo del camión. Al mirar a su alrededor, vio que varios conductores la miraban boquiabiertos. Debían pensar que aquello era una broma.

Arrastrándose con prudente lentitud, buscó el lugar donde la lona se había levantado al soltarse la correa y se introdujo dentro del camión.

Le sorprendió no encontrar a nadie. Había estado mentalizándose de que tendría que pelear, pero sólo había unas cuantas cajas dispersas en la penumbra del compartimento. Las revisó todas a una velocidad de vértigo.

- ¡Eureka! – murmuró, al destapar una. Allí estaba el Orbe, y junto a él un pequeño estuche de cuero con los Fragmentos refinadamente dispuestos.

Como no tenía nada mejor, uso un trapo viejo para envolver la cristalina esfera y los tres puñales. Hizo un hatillo que se anudó a la espalda. Salió de nuevo al exterior e hizo una seña a Kurtis, que se acercó de nuevo al lateral del camión. Ella se deslizó y empezó a descolgarse usando la correa suelta.

Y entonces el copiloto la vio. A través de la masa de cabellos que le revoloteaban frente al rostro, Lara vio cómo sacaba un revólver y apuntaba hacia ella. Se impulsó hacia atrás para esquivar el tiro. Con todo, la bala pasó silbando junto a su hombro.

Kurtis dio un bandazo a la moto y se acercó a la cabina. Antes de que el copiloto pudiera disparar de nuevo, desenfundó la Boran y le apuntó directamente a la cabeza.

El conductor del camión casi perdió el control del vehículo cuando su compañero se desplomó sobre él con un balazo en la frente. Le faltó tiempo para aferrar el walkie-talkie y gritar:

Tomb Raider: El Sello ÁureoWhere stories live. Discover now