Capítulo 19: La tentación suprema

112 12 0
                                    

En aquel mismo momento, la doctora Boaz solicitaba ver a Karel. Estaba tremendamente pálida y se retorcía los dedos de las manos.

- ¿Querías algo? – dijo él, levantando la vista de los apuntes trazados por Rouzic respecto a la simbología del Orbe.

- La mujer está en fase de tratamiento, como exigiste, Maestro.- contestó ella – Si mantenemos las dosis tres días más la tendrás dócil y completamente a tu merced.

Karel miró a Giselle y sonrió divertido al ver la expresión congestionada y los dientes apretados de la doctora.

- No puedes ocultar tu odio y desprecio hacia Lara Croft.

La científica se mordió el labio inferior.

- ¡Esa mujer es odiosa e infame! Lleva dos días amarrada y en tratamiento, pero aún tiene el descaro de desafiarme y retarme con su mirada insolente.

- Bueno, agradece que al menos no te haya arrancado la mano de un mordisco.- gorjeó Karel.

- No se puede tratar con esa arpía. Te odia, mi Maestro, y hará lo imposible por perderte.

El Nephilim se encogió de hombros y añadió:

- Eso sólo hará que todo esto sea aún más entretenido. Quizá sea la más rebelde y fogosa de todos los mortales, pero no deja de ser una mortal. Poco puede contra mí.

- ¡Ella mató al Durmiente!

- Por ello mismo debe pagar. Y lo hará de la forma que le resulte más humillante y vejatoria.

- ¿Así que eso es todo? – dijo Giselle, decepcionada - ¿Mero instinto de venganza?

- Por supuesto que no. No soy mortal, la venganza es un defecto del que carezco. Existe una profecía y ella es la Amazona. No lo sabía cuando la escogí para que nos recuperara las Pinturas, pero lo descubrí en cuanto destruyó al Cubiculum Nephilim.

Y añadió con una mueca burlona:

- A ti lo que te pasa es que estás celosa.

La doctora Boaz se ruborizó hasta las orejas, pero declaró con voz rotunda:

- ¡Esa bruja no merece el honor que le haces! Tú nunca has creído en profecías. Te ruego que me des una oportunidad. Me ofrezco a ocupar el lugar de esa mujer.

Karel arqueó las cejas. Después de pasar miles de años entre ellos, aprendiendo sus costumbres y actitudes, aquellos malditos mortales siempre se las arreglaban para sorprenderlo.

- ¡Joachim! – prosiguió ella, con voz entrecortada - ¡Yo te quiero!

Él sacudió la cabeza. ¡Pasiones humanas! ¡Cuánto echaba de menos la plácida y serena compañía de su gente, siempre por encima de aquellas debilidades!

- Basta de tonterías, Boaz.- dijo con frialdad – Pertenezco a un pueblo que queda fuera de tu entendimiento. A una raza de seres angélicos que tomarían a una humana como diversión, pero nunca como pareja. Si yo aceptara tu romántico ofrecimiento, no serías más que el instrumento para llevar a cabo mi propósito. Luego te arrojaría de mi lado, porque habrías dejado de serme útil. ¿Es eso lo que quieres?

Abrió la palma de la mano y le enseñó el símbolo Nephilim grabado a fuego.

- Mira esto, Giselle, y no lo olvides. No significas nada para mí. No tú ni ningún humano. Ya no necesito tus experimentos. Ni tampoco a ti.

Ella bajó la mirada, herida en lo más profundo, y asintió lentamente. Luego dijo resignada:

- Eres como Eckhardt. Él tampoco creía en mí. Hubiera logrado que te sintieras orgulloso de mí. Lamento haberte interrumpido. No volveré a molestarte.

Tomb Raider: El Sello ÁureoWhere stories live. Discover now