Capítulo 5: Karolis

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Rumanía se hallaba llena de castillos, pero sólo uno tenía fama de haber sido el del célebre conde Drácula. Se trataba del castillo de Bran, localizado en la ciudad de Brasov, ubicada en la encrucijada que formaban los Cárpatos con los Alpes Transilvanos.

Lara y Kurtis habían discutido cómo llegar. Por supuesto, un trayecto a través del continente quedó inmediatamente descartado: no se atravesaba Bulgaria en dos minutos, y querían ahorrarse problemas con las aduanas si alguien reconocía a Lara. En avión tendrían que hacer muchas escalas y la verdad, no confiaban demasiado en la seguridad de las líneas, así que al final decidieron coger un barco que les llevaría de Estambul a la ciudad de Constanza, de allí marcharían a Bucarest y ya emprenderían el camino de los Alpes.

Para no despertar las sospechas de los pasajeros, se habían hecho pasar por una pareja de "colegas de trabajo" trabajando en una guía turística de los Balcanes. Mientras paseaban por la cubierta, Lara iba comentando:

- En realidad, el conde Drácula no es más que un mito. El escritor Bram Stoker se inspiró en una figura histórica y real, el conde transilvano Vlad Tepes, conocido como Vlad el Empalador. Lo llamaron así por la ligereza con que aplicaba este castigo a quienes se oponían a él o a los enemigos vencidos en batalla, y lo que le hizo ganar otro sobrenombre aún más tenebroso, nombre que susurraban los aldeanos cuando estaban seguros de que nadie les oía: Vlad Drakul, el Demonio.

- Y de ahí ha derivado en Drácula.- dijo Kurtis.

- Exacto. De él se decía que acostumbraba a beber sangre humana, que disfrutaba de ejecuciones y torturas como quien lo hace de un concierto u obra de teatro, o que invitaba a sus enemigos a cenas en el transcurso de las cuales los mandaba asesinar.

- Un perfecto Nephilim. Si es que todos son iguales.

Por las noches, Lara se encerraba en su camarote con todos los papeles que había birlado a Selma y trazaba mapas, esquemas y dibujos, en busca de algo que le proporcionara más información. Era la parte aburrida de su trabajo, como decían los que la conocían, pero ella disfrutaba calentándose la cabeza casi tanto como dando tiros o saltando cuchillas.

- Hay algo que no me cuadra... - murmuraba al sordo montón de papeles - ¿Qué demonios pinta aquí una amazona?

Tomó otra hoja y empezó a escribir todo lo que sabía sobre esta figura legendaria. Pero se paró en seco al oír un crujido.

Se levantó y tomó la escopeta (que estaba debajo de su almohada, por supuesto). Se acercó al baño (donde había oído el sonido), y entró de golpe. Pero sólo vio su imagen reflejada en el espejo.

- Estoy neurótica.- dijo- Oigo ruidos raros por todas partes.

Desvió la mirada, y de repente, la volvió a fijar en el espejo.

Había alguien detrás de ella.

Lanzó un grito y se giró, pero entonces se encontró con un cañón de Uzi en la frente.

- Quieta.- dijo el hombre, que hablaba en griego – Suelta el arma. Se te ha acabado el tiempo.

(...)

Kurtis se hallaba en su camarote afilando las cuchillas del Chirugai cuando oyó el disparo. Mejor dicho, la breve ráfaga de una Uzi. Y luego, silencio.

El sonido había venido del camarote de Lara, y era imposible que ella hubiera disparado sin motivo alguno.

Saltó hacia la puerta y la abrió de un tirón, y tras atropellar por el pasillo a un pobre camarero, empezó a aporrear la puerta.

- ¡Lara! ¿Qué ha pasado? ¡¡Lara!!

Silencio.

La gente salía al pasillo, atraída por el escándalo. Sin mirar a nadie, Kurtis arremetió contra la puerta y la tiró abajo.

Tomb Raider: El Sello ÁureoTahanan ng mga kuwento. Tumuklas ngayon