Capítulo 24: El Oráculo de los Ángeles

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- La Verdadera Opción.- murmuró Lara – La madre de todas las religiones.

Sentada en el alféizar de la ventana de su celda, sin que le importara lo más mínimo el hecho de que a sus espaldas se abriera un inmenso precipicio, la exploradora tachaba símbolos y dejaba caer las hojas a sus pies, formando un montón de folios esparcidos.

Concentrada en esta tarea, apenas oyó entrar a Kurtis, que se quedó apoyado en el marco de la puerta, mirándola en silencio. Ella ya se había acostumbrado a sus modales discretos y reservados.

- Mira.- le dijo, mostrándole la hoja con la que estaba trabajando. El último símbolo que quedaba por tachar era la Cruz. Lara la finiquitó con un brusco movimiento de lápiz – Zas. Adiós cristianismo. Siglos de espiritualidad y fe aniquilados por Lara Croft en un solo segundo.

- Que no te vean los monjes.- dijo él, mirando por encima de su hombro.

Ella soltó una carcajada y dejó caer el folio al suelo. Luego cogió otro e, incansable, prosiguió con el trabajo mientras decía:

- Me debes miles de explicaciones. Empieza por decirme cómo logró convencerte ese monje para que lo siguieras.

Él también se había acostumbrado a su actitud extrovertida y deliciosamente descarada. Le resultaba tan atractiva como a ella su misterio.

- Me dio algo que pertenece a mi madre.- sacó el amuleto y se lo enseñó – Es navaja. Ha pertenecido a la tribu durante generaciones.

- Quién lo diría.- comentó ella. - ¿Dónde está? ¿Es tan misteriosa como tú?

- Refugiada en una reserva, con los restos de su gente. En un lugar donde Karel no la pueda encontrar. Ella y yo nos hemos pasado la vida huyendo y escondiéndonos. Era la única manera de sobrevivir. Pero ya no más.

Lara tachó el último símbolo y empezó a abanicarse con el folio inútil. Hacía un calor bochornoso en el monasterio, incluso a aquellas alturas – era el típico clima griego – y las ropas negras y pesadas que vestía no contribuían demasiado a refrescarla.

- Mmmm... tengo otra pregunta.

- Dispara.

- ¿Por qué te ardía la piel cuando invocaste la clarividencia en Munich?

- Seguramente porque estabas cerca.

Ella dejó de abanicarse y lo fulminó con la mirada.

- Grosero.- le espetó.

- ¿Tú crees? – respondió él, arqueando las cejas. En las comisuras de los labios se insinuaba un amago de sonrisa que exasperó a Lara.

- Vaya que sí. Vas en plan hombre-misterio, muy seguro de ti mismo pero sin armar escándalos. Pero en el fondo tú a mí no me engañas. No, señor Trent, ahora estoy viendo de nuevo al sinvergüenza que me desarmó descaradamente en el Louvre.

Él echó la cabeza atrás y soltó una espontánea carcajada, sin malicia alguna.

- Dime una cosa, señorita Croft. ¿Hubieras preferido que te metiera un mamporro o un culatazo en la nuca?

Ella no contestó. Se limitó a atravesarlo con sus grandes ojos castaños, mientras retorcía furiosamente el folio entre sus manos.

- Eso hubiera sido lo normal.- dijo al cabo de unos segundos – Nunca nadie me había hecho sentir tan... tan furiosa. Tan humillada.

- ¿Humillada? No, Lara, no fue ésa en absoluto mi intención. De hecho, iba dispuesto a darte un golpe que te hubiera dejado inconsciente durante horas. Pero no fui capaz. Sólo un gamberro sería capaz de golpearte, y yo no me considero como tal, a pesar de lo que pueda aparentar.

Tomb Raider: El Sello ÁureoWhere stories live. Discover now