- La Verdadera Opción.- murmuró Lara – La madre de todas las religiones.
Sentada en el alféizar de la ventana de su celda, sin que le importara lo más mínimo el hecho de que a sus espaldas se abriera un inmenso precipicio, la exploradora tachaba símbolos y dejaba caer las hojas a sus pies, formando un montón de folios esparcidos.
Concentrada en esta tarea, apenas oyó entrar a Kurtis, que se quedó apoyado en el marco de la puerta, mirándola en silencio. Ella ya se había acostumbrado a sus modales discretos y reservados.
- Mira.- le dijo, mostrándole la hoja con la que estaba trabajando. El último símbolo que quedaba por tachar era la Cruz. Lara la finiquitó con un brusco movimiento de lápiz – Zas. Adiós cristianismo. Siglos de espiritualidad y fe aniquilados por Lara Croft en un solo segundo.
- Que no te vean los monjes.- dijo él, mirando por encima de su hombro.
Ella soltó una carcajada y dejó caer el folio al suelo. Luego cogió otro e, incansable, prosiguió con el trabajo mientras decía:
- Me debes miles de explicaciones. Empieza por decirme cómo logró convencerte ese monje para que lo siguieras.
Él también se había acostumbrado a su actitud extrovertida y deliciosamente descarada. Le resultaba tan atractiva como a ella su misterio.
- Me dio algo que pertenece a mi madre.- sacó el amuleto y se lo enseñó – Es navaja. Ha pertenecido a la tribu durante generaciones.
- Quién lo diría.- comentó ella. - ¿Dónde está? ¿Es tan misteriosa como tú?
- Refugiada en una reserva, con los restos de su gente. En un lugar donde Karel no la pueda encontrar. Ella y yo nos hemos pasado la vida huyendo y escondiéndonos. Era la única manera de sobrevivir. Pero ya no más.
Lara tachó el último símbolo y empezó a abanicarse con el folio inútil. Hacía un calor bochornoso en el monasterio, incluso a aquellas alturas – era el típico clima griego – y las ropas negras y pesadas que vestía no contribuían demasiado a refrescarla.
- Mmmm... tengo otra pregunta.
- Dispara.
- ¿Por qué te ardía la piel cuando invocaste la clarividencia en Munich?
- Seguramente porque tú estabas cerca.
Ella dejó de abanicarse y lo fulminó con la mirada.
- Grosero.- le espetó.
- ¿Tú crees? – respondió él, arqueando las cejas. En las comisuras de los labios se insinuaba un amago de sonrisa que exasperó a Lara.
- Vaya que sí. Vas en plan hombre-misterio, muy seguro de ti mismo pero sin armar escándalos. Pero en el fondo tú a mí no me engañas. No, señor Trent, ahora estoy viendo de nuevo al sinvergüenza que me desarmó descaradamente en el Louvre.
Él echó la cabeza atrás y soltó una espontánea carcajada, sin malicia alguna.
- Dime una cosa, señorita Croft. ¿Hubieras preferido que te metiera un mamporro o un culatazo en la nuca?
Ella no contestó. Se limitó a atravesarlo con sus grandes ojos castaños, mientras retorcía furiosamente el folio entre sus manos.
- Eso hubiera sido lo normal.- dijo al cabo de unos segundos – Nunca nadie me había hecho sentir tan... tan furiosa. Tan humillada.
- ¿Humillada? No, Lara, no fue ésa en absoluto mi intención. De hecho, iba dispuesto a darte un golpe que te hubiera dejado inconsciente durante horas. Pero no fui capaz. Sólo un gamberro sería capaz de golpearte, y yo no me considero como tal, a pesar de lo que pueda aparentar.
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Tomb Raider: El Sello Áureo
FanfictionDespués de su retorno de Praga, Lara Croft recibe una visita. ¿Es posible que Kurtis Trent no esté muerto? No te pierdas esta secuela del videojuego inacabado Tomb Raider: El Ángel de la Oscuridad. LCxKT. Portada de Hydraballista e ilustraciones de...